“Es uno lo que
dice, no lo que hace”,
interviene el
que media entre las ramas
y apostilla con
voz de cuervo viejo:
“La verdad es
que se es lo que se ama”.
“Yo no sé que
pensar de este trasiego
–dice el
oscuro–, siempre en esta casa
algo hubo de
tristeza retenida,
¡un valle
solitario con campanas”.
“Las de la
ermita”, ajusta el más joven.
Se quedan
taciturnos y se callan.
“Vienen buenas
las nueces, dice el viejo;
¡y los higos
sin madurar!” –exclama.
Se quedan
pensativos sobre el valle.
Con el pico
simulan que se rascan.
Me encantaron las conversaciones de los cuervos.
ResponderEliminar(El simular que se rascan al final es genial, voy a hacer lo mismo cuando me quede sin nada más que acotar)
hola, julia. Son bien ciertos los cuevos, y muy escandalosos. No dejan crecer al cedro, pues le quiebran la guía siempre.
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