Mientras se miran los cuadros de Fortuny se deberían recordar las Rimas de Bécquer, con música de Listz o de J. Field al fondo: así reconstruiríamos algo de su biografía y de la formación social que inspiró sus cuadros. Como Bécquer, no llegó a los cuarenta años, y en sus cuadros –normalmente de tamaño menor– ejecutó con maestría indudable, la misma con la que Bécquer manejó recursos métricos y retóricos en la brevedad de sus poemas.
Es más abierta la inspiración temática de Fortuny, por azares de su vida, de Reus a Barcelona, Marruecos, París, Granada, Roma.... lugares en donde fue recogiendo todo lo que se producía artísticamente y fue flor del s. XIX, desde el exotismo lejano (África), los toros y otras manifestaciones populares, el retrato, el desnudo.... No cabe ninguna duda de que abrió el campo a la pintura posterior, fundamentalmente a toda la onda impresionista, como hizo Bécquer a toda la poesía moderna.
Se puede ver una notable exposición en el Museo del Prado, de la que extraigo algunos ejemplos.
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