respondía con piedad;
me puse los ojos dulces,
los ojos de conquistar;
amores tranquilos iban,
todo respiraba paz,
aquello que estaba en frente
monjita era en agraz,
de lejas tierras venía
a ver a su santidad;
por ver si me la ganaba
me ponía espiritual
ya que miraba hacia el cielo
ya que empezaba a cantar;
de los suyos yo me hacía,
otro era mi pensar.
–Contigo yo rezaría
una noche sin parar
lo que de niño aprendí
para del cielo gozar:
por rosario, cremallera;
las cuentas, abotonar;
recogido en tus misterios,
que al fin se puedan mirar;
haremos las estaciones,
ninguna se olvidará;
en el lugar de las cruces
que es el que me inspira más,
ensimismado en mis rezos
y arrobado me tendrás;
con suspiros de pasión
al cabo me rogarás
que labios que tanto rezan
que dejen ya de rezar...
El diablo, que nunca duerme,
se nos acercó a enredar
y los ojos se me fueron
a un botón sin abrochar
que la blusa se olvidó
en peligroso lugar;
ella reparó en el caso,
no pude disimular;
las manos se llevó al pecho
y se me fue del mirar
a recoger sus alondras
con ninguna caridad;
la espalda que me ha dejado
no termina nada mal,
mientras parece que dice
con gestos y brusquedad:
–Las perlas de mis pezones
nadie las puede mirar;
las alondras de mi cuerpo
nunca las voy a soltar.
Cuanto más reparo en ello
más me inclino a valorar
la gloria de borbotones
con que resuelve su atrás;
no caben en donde viven
y quisieran reventar;
en esos montes gemelos
yo me podría enterrar;
cirios ardientes demandan,
mucho tiento y manejar,
todas las manos del mundo
implora su inmensidad;
rotundos como las moles,
altura y profundidad,
¿quién te grabó esas rocas
que se ven cuando te vas,
quien te puso tan allí
semillas de la ansiedad?;
tambores lejanos son
¡quién los pudiera sonar!
Podría subir con ellos
a cumbre sentimental,
arriba, arriba y arriba,
sin vuelta ni marcha atrás.
Parece que torna a verme;
el careto voy a cambiar;
he perdido la batalla,
¿la guerra continuará...?
–Si yo no me fuera al cielo
venme tú a rescatar
vestida de un velo blanco
donde pueda adivinar
porque perdí mi ventura,
sin siquiera ser tomás...
No es adecuado el discurso,
bien se puede adivinar
por el mohín de disgusto
con que vuelve a rechazar
que de sus ojos cuelgue
la mirada de implorar.
........
Trompetas al papa claman
y mi monjita se va,
rosario y tambores lleva
donde coros sonarán
sin que flautas, sin que pianos
le puedan acompañar.
¡Adiós mi monjita en ciernes!
No sé de ti que será,
con esta derrota tuya
no me voy a conformar;
haré mis bellaquerías
en vergonzoso lugar,
y tuya será la culpa,
tuya y de su santidad.
Los malos a veces pierden
cuando habían de ganar.
Hay que reconocer que tienes especialmente arte con los romances correntíos.
ResponderEliminarEfectivamente, anonimo. Este lo deberiamos meter entre las paginas de La Celestina!
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