Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 19 de noviembre de 2010

César Vallejo, la tesis de Marta Ortiz



Hoy hemos celebrado lo que se llama "defensa" de la tesis, en la "dificultad" de Letras de la UAM.  Marta Ortiz defendía su largo, complejo, valioso trabajo sobre César Vallejo y fundamentalmente sobre Trilce, ante un tribunal de expertos venidos de universidades inglesas, francesas, catalanas y madrileñas (Complu y UAM), que presidía Mario Hernández. Son sesiones largas, regidas por un rito más o menos desdibujado que pide primero la exposición del doctorando y luego las réplicas de los cinco miembros del tribunal, a las que puede contraargüir nuevamente el doctorando, de manera que la sesión se suele alargar unas dos horas, a veces más. El público ha resistido estoicamente decires y  réplicas: amigos y familiares por un lado; colegas de la doctoranda, que se formó, primero, en el grupo de investigación de la Biblioteca Nacional de España –asistieron, entre otros, Elena Perulero, Pablo Moíño, Javier Manchón, Juan Cerezo, Tibisay, Silvia Serrano, Carol Fernández....–, incluso al final llegó María Fernández (tenía clases); y la grata sorpresa de un grupo de alumnos jóvenes –Laura, Sergio, Gema B., María, Clara, Gema H.–, es decir, de los buenos alumnos que ya desde el comienzo olfatean lo que puede ser interesante y se salvan de la marea que los mal-lleva, aunque al comienzo no sepan muy bien captar todo lo que sucede.
Y sucede que una persona tuvo vocación literario-filológica-no sé-muy-bien hace unos diez años y no se conformó con la rutina de las clases, las obligaciones y el aburrimiento, y empezó a moverse hacia los lugares que le interesaban; el progreso paulatino de sus actividades y el enriquecimiento progresivo de sus experiencias, con los clásicos altibajos, cansancios y entusiasmos, sobre todo cuando no se abdica de un cierto nivel de exigencia y cuando no se pierden de vista los auténticos objetivos –saber y conocer– culmina en una expresión de sus logros, en un "aquí estoy" que, aunque al principio no se lo crea, fecunda el campo de estudios, lo renueva. Es uno de los modos como la cultura se trasmite de generación en generación; y la cultura es la capacidad de avanzar que nuestra condición humana desarrolla paulatinamente y la que nos asienta como tales.
Quizá no haga falta ponerse estupendo a partir de ocasiones tan repetidas y aparentemente fáciles de lograr. Ni lo uno ni lo otro: son el resultado de un esfuerzo intelectual arduo; y sí, hay que subrayar su valor cada vez mayor en sociedades que sufren degradación cultural continua, por todos lados.
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Los Heraldos negros –he reproducido las cubiertas de la edición de Efraín Cristal y Marta Ortiz– recoge una de las muestras más interesantes de sonetos "nuevos" que conozco, en formulación que luego va a ser habitual en toda la poesía latinoamericana; le dedicaremos entrada en este cuaderno.
Con la voz de Vallejo, al que se remite ahora todo, lo cerramos ahora. Del Vallejo primerizo de Los Heraldos Negros, que todavía no han leído los alumnos más jóvenes. ¡Qué envidia y qué suerte y qué inquietud cuando lo hagan!:


LOS ANILLOS FATIGADOS

Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse,
y hay ganas de morir, combatido por dos
aguas encontradas que jamás han de istmarse.

Hay ganas de un gran beso que amortaje a la Vida,
que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,
suicida!

Hay ganas de.... no tener ganas, Señor;
a ti yo te señalo con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.

La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,
curvado el tiempo, se repite, y pasa, pasa
a cuestas con la espina dorsal del Universo.

Cuando las sienes tocan su lúgubre tambor,
cuando me duele el sueño grabado en un puñal,
¡hay ganas de quedarse plantado en este verso!





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