– Nunca soportaré la indiferencia
de la piedra, su falta de ternura,
odio profundamente la distancia
de las estrellas, resplandor lejano
que no permite el roce de mis hojas
ni la tristeza de las estaciones
cada vez que se pierden los recuerdos
y el tiempo de brotar desaparece...
Detesto, sí, la impasibilidad
cuando el viento me dice los misterios
que hubiera compartido con los que
alguna vez también fueron de barro y
debajo de mis ramas recogieron
el canto de la brisa. Dice el árbol.
Vaya, que quejoso esta este arbol!
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