



Otro de los modos de acceso consiste en proyectar el conocimiento desde los lugares en donde se han terminado por depositar los testimonios, normalmente escritos, de esa historia; o desde los lugares donde ocurrió. La segunda opción no es del todo satisfactoria para China, en donde los cambios han sido tan enormes que es muy difícil alcanzar muestras arqueológicas de épocas pasadas.... si bien quedan, a veces, las naturales. Por eso he viajado a veces por allí, a Fuxian, por ejemplo; o a Qingdao; etc. Los escenarios naturales de Yunnan, el de Hangzhou como ciudad, etc. son más difíciles de destruir, son geográficos y no culturales.

En Madrid, este aficionado está intentando recolectar nuevamente las noticias sobre China en la BNE, en el Museo Naval, etc., teniendo en cuenta las recopilaciones anteriores ya hechas, que permiten avanzar más deprisa. Y en ese camino hay tres focos en los que estoy insistiendo: la biblioteca archivo del Museo Naval, que ya he trabajado; la Biblioteca del Palacio Real, con la que estoy; la Biblioteca histórica de la Complutense, cuya prospección intentaré completar enseguida, y que posee un precioso catálogo ("Cisne"), que permite su consulta previa, antes de intentar ver realmente los testimonios.
Una nota sentimental: los viejos conocimientos no se pierden en toda esta aventura, al contrario, sirven y traban mejor el conjunto. Al recoger documentos y libros en este último lugar, a donde fueron a parar las bibliotecas de los jesuitas (Colegio de San Ildefonso, Colegio Imperial....) me encuentro con que muchos de ellos se imprimen en la capital de España (Valladolid, circa 1600-1606) y narran las experiencias de los jesuitas en Oriente.... Y allí los leería con avidez Luisa de Carvajal, que poco después emularía aquellas aventuras y viajaría a Londres. Los autógrafos de Luisa de Carvajal –he dado noticia abundante de todo ello en este blog– se conservan en el archivo del Palacio Real, lo mismo que su cuerpo.
