Me acucian enfermedades –los virus del otoño, que andan de jarana– y libros –también las novedades del otoño–, de manera que voy a cumplir con noticias y remedios que me ayuden a bien vivir. Para las enfermedades, solicité hace poco a Javier Yagüe, el traductor a un español como debe ser de Montaigne (véase la entrada correspondiente en este "cuaderno de pantalla"), que me dejara utilizar uno de los pasajes del ensayista francés en donde dice qué hacer con las enfermedades de poca monta; y no sé muy bien si se lo pedí para paladear una vez más la prosa elegante –un pelín amanerada, eso le viene de la época– con la que ha traducido a Montaigne o porque de verdad piense que lo que allí dice va a misa. O por las dos cosas, que es lo suyo. Javier Yagüe, que ya tenía esa elegancia que ha catalizado su afinidad con Montaigne, me ha dado permiso para reproducir este fragmento, que el propio JY ha titulado para comodidad:
[SOBRE LA ACTITUD ANTE LAS ENFERMEDADES]
La experiencia me ha enseñado también que nos pierde el ser impacientes. Las afecciones tienen sus momentos de dolencia y de salud. La constitución de las enfermedades está hecha con arreglo al modelo de la constitución de los animales. Tienen su fortuna determinada desde que nacen, y también su duración: quien trata de abreviarlas imperiosamente a la fuerza, en pleno transcurso, las prolonga y multiplica, y las azuza en lugar de apaciguarlas. Opino, como Crantor, que a las afecciones no hay ni que oponerse con testarudez y atolondradamente, ni tampoco doblegarse por flojedad, sino que hay que transigir con ellas de forma natural, según su condición y la nuestra. Ha de cederse el paso a las enfermedades; y me parece que, si en mí se demoran menos, es porque las dejo hacer; y alguna de las que se consideran más tercas y tenaces se me ha pasado por su propio declive, sin ayuda ni arte, y en contra de las prescripciones médicas. Dejemos hacer un poco a la naturaleza: ella entiende mejor en sus asuntos que nosotros. “Pero de eso murió Fulano”. También morirás tú, si no de ese mal, de otro. ¿Y cuántos murieron inexorablemente de lo mismo teniendo tres médicos pegados al culo? Un ejemplo es un espejo borroso, general, que todo lo refleja. Si el medicamento es placentero, acéptalo: siempre será un bien presente. Si es delicioso y apetitoso, no me pararé a mirar el nombre ni el color. El placer es una de las principales especies del provecho. Yo he dejado que envejezcan y mueran en mí, de muerte natural, resfriados, ataques de gota, diarreas, taquicardias, migrañas y otros achaques, que se me han ido cuando ya me había medio acostumbrado a convivir con ellos. Se los conjura mejor con cortesías que con desafíos. Hemos de someternos con dulzura a las leyes de nuestra condición. Estamos hechos para envejecer, para flaquear, para enfermar, mal que le pese a toda la Medicina.
Javier Tacón (il.) |
Pues muy de acuerdo con los consejos, pero al cáncer es mejor que lo cojamos a tiempo. Una temporada de diarreas te puede llevar a la tumba, donde tampoco se está mal!
ResponderEliminarY usted, profe, cada vez que me asomo a mi blog veo que ha publicado algo nuevo; con lo cual me estoy haciendo adicta a esto.
Buenisimas las reflexiones. Y los consejos tabmien por cierto. Sin duda que una actitud correcta ante las enfermades ayuda a su progresiva curación, hablando de eso puede ser inspirador para el que lo desee visitar esta página: www.animoparavivir.com
ResponderEliminarPablo, ¿me pones porfi la diéresis en las etiquetas? Así se siguen correctamente los enlaces. Gracias
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