Si abres los labios, no hay pantalla, solo
las cuevas rosadas e infinitas
que esconden amapolas incesantes,
almacén de las voces y las risas.
Cenar con tenedor es disparate
si delante te pones y me miras;
el bocado no acierta los caminos
y se va al pantalón y a la camisa,
porque el triz con que acaba tu apellido
bien me recuerda lo que no se olvida:
la montaña de labios que emborracha,
tristeza de hermosura en lejanía.
Cada vez que te vas a los anuncios
la pena de tu ausencia me marchita.
que alguien se lo mande a Beatriz Montañes
ResponderEliminar