Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 31 de marzo de 2011

Vaivenes espirituales y temporales de Luisa de Carvajal

Habiendo puesto por escrito todos cuantos votos y obligaciones semejantes tenia hechos en todo el discurso de mi vida, hoy viernes a 20 de octubre de 1600 años, excepto los de mi pertenencia, que quedan escritos en mi poder, los di al padre maestro Esteban de Ojeda, rector que es al presente en este colegio de la Compañía de Jesús de Madrid, y habiéndolos tenido algunos días en su poder, y considerando lo que en este caso mas convenía hacer, dispensó con todos los dichos votos y obligaciones, dejándome libre dellos a mi ruego y petición, en virtud de los privilegios que para esto tiene como superior en la dicha Compañía. Y de tal manera los dispensó absolutamente, que no me queda ninguna obligación y dice no tengo que acordarme dellos ya jamás; y el padre [] de Çetina y el padre Christóbal de Collantes, padres de la mesma Compañía y teólogos muy aprobados en ella me afirmaron que con la dicha dispensación cumplía suficientísimamente y que no tenía que me acordar más de los dichos votos. Y con eso rompí los papeles en que tenía hecha memoria dellos.

[He modernizado la transcripción]



Eso dice este nuevo escrito de Luisa de Carvajal, y con esta nueva y sorprendente declaración –que deja por escrito– se da fin a la tortura de la redacción de los votos, que no parece que se rompieran todos, pues han llegado al menos diez hojas con borradores y resoluciones de "votos" (ya he publicado uno en este cuaderno).  De la tortura espiritual anterior le liberan sus amigos y consejeros los jesuitas, como bien se ve, a quienes ha legado –en forma de fundación piadosa– todos sus bienes. La liberación de los votos le abre la posibilidad, que va a desarrollarse enseguida como nueva meta, de viajar en misiones evangelizadoras, lo que hará en una nueva etapa, hasta su fallecimiento en 1614.

Términos compensatorios



   Se llaman términos compensatorios
y jamás deberían asomarse
a los versos, pues van por otros lares,
eso dicen, e inyectan sobredosis
   de ilusión y armonía en las discordias
del ajetreo diario, nutren sueños
y almacenan recuerdos no vividos,
entonces es cuando naturaleza
    te suministra de gracioso modo
compensaciones antes despreciadas,
consideradas tan inofensivas
que nunca reparamos en si estaban.
    Y es así que te he visto a mi lado.
Y así te estoy mirando cada día.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Malos tiempos

Un día nos iremos de rebajas
–será como rendirnos totalmente–;
yo, chaquetas, gemelos y corbata;
tú, bolsones, tacones y pendientes.

Pediremos al banco una hipoteca;
no saldremos jamás antes del viernes;
compraremos un coche de los caros
y viajaremos donde va la gente.

Mientras ves el programa de la esteban
rulos azules vestirán tus sienes;
ya la bandeja de los huevos fritos
como la bata que te pones huele;

la bata rosa que no tapa el pecho...;
pero eso ya nos es indiferente.

Serenidad

La sombra del fotógrafo
Como una especie de balanza que se había ido compensando; a ese equilibrio parecía haber correspondido la etapa en la que, como dicen, alcancé la madurez: el momento, los años en los que actuaba tanto como contemplaba, en los que actividad y energía se compensaban con recepción y conocimiento; ni joven ni viejo, con la plenitud cumplida. A esos años habrían correspondido los periodos en los que viví en compañía –los años con Clara, los dos hijos, el progreso y la intensidad laboral, los viajes....–; bueno, visto así, en la lejanía, parecen apacibles, pero eran enredosos también. Meditar es serenar. Y de todo había, menos serenidad, en aquel torbellino que fue Clara y la vida con Clara. El torbellino provocó la pasión; la pasión, la vida en común; la vida en común, los hijos; y luego, todo junto, el estallido de la ruptura, al que no sabe muy bien cómo llegaron. Aquel torbellino de ojos claros y decisiones temperamentales, cuando se fue hacia otra vida, ya no tenía la misma gracia, lo que antaño era melodía, atracción, belleza.... ahora era fuga, desdén, sensación de pérdida y de distancia; y todo junto provocó la mayor depresión imaginable. Y Clara se fue a vivir su pasión, como si no hubiera pasado diez años conmigo. De repente el universo se trastornó y todo el equilibrio pareció un embeleco, milagro de un instante, falsedad.  Entonces no era posible meditar, sino tan solo dar vueltas y vueltas al recuerdo, sin alcanzar nunca el horizonte de la serenidad, la serenidad desde la que se hubiera podido recuperar el sentido de la orientación. Se cegó todo. Los dos hijos fueron creciendo, viviendo su niñez y su adolescencia y la hija empezó a tener mis maneras; pero Javi, el hijo, aprendió a vivir como había vivido su madre y reprodujo muchas de las circunstancias más dolorosas. Las dos cosas me preocupaban, en algunos casos las dos cosas me daban miedo; por mucho que todos se rieran aduciendo que mis hijos eran adultos, me daba cuenta yo de que al ser adultos pasaban a ser mucho más frágiles, más conscientes de carencias, más expuestos. Parece una contradicción, pero yo creo que fueron los desvelos y preocupaciones sobre lo que hacía o dejaban de hacer Javi y Clarita –ya se ve que es la hija, que no había dicho el nombre– lo que me sacó de mi falta de serenidad, de mi depre, sin que yo lo notara demasiado. Con el tiempo, Clara, la mujer de mi vida, la turbina de ojos claros que había ocupado todo, mis sueños y mi imaginación, la que había entregado la hermosa lagartija de su cuerpo a otro cuando yo menos lo pensaba.... Clara, Clara, Clara.... se había esfumado también de mi vida interior; y otra vez me encontraba a la descubierta, mirando vacíos, trazando planes, ocupado en desocuparme de tanto trabajo. Es como si alguien dispusiera por encima de todos nosotros las líneas gruesas del tiempo y las carambolas de nuestros sentimientos,  y no fuéramos capaces no solo de cambiarlo, tampoco de modularlo. Lo que más me confundía es que no alcanzaba a resolver si aquello había sido positivo, un logro, o negativo, una decepción, una renuncia; no me era fácil intentar desechar criterios de valoración y quedarme con saber sencillamente que aquello es lo que había pasado: el pensamiento mueve, no reproduce; la reflexión cambia los términos de la realidad para rodearla de elementos que no eran evidentes o que estaba alejados o que pertenecen a elementos insolubles unos con otros. La meditación que lleva a la serenidad, esa de la que hablaba, acostumbra a clasificar, aunque sea con prudencia, moderadamente, tiempos, hechos, circunstancias.... ¿He de estar contento porque cuando Javi y Clarita se fueron a su vida, Clara ya no significaba absolutamente nada en mi vida? ¿Debo considerar que el hombre maduro y algo envejecido que entonces volvía a tomar las riendas de su vida debía estar contento? ¿Era aquello un triunfo o el resultado de un fracaso?
Clarita se ha acercado al sillón y me ha subido ligeramente la manta para que me cubra un poco más, en realidad para regalarme ese gesto de cariño antes de que suene el timbre del final de visitas. Como apenas habla nos sentimos cómodos y nos basta con cruzar la mirada para saber, más o menos, lo que hubiéramos podido decirnos; poca cosa después de los primeros diez minutos en los que, por encima, me ha comentado el panorama familiar, el suyo –se acaba de separar–, porque de Javi no sabe casi nada; y de su madre, que murió el año pasado, nunca habla. La verdad es que tampoco echo de menos hablar. Voy a cumplir pronto los dos años de serenidad que me da esta continua meditación, aderezada siempre con la música, que, mira por donde, se ha convertido en prácticamente la única pasión de mi vida. Pasión, pasión. Con esta quietud física, la música es como una inmensa burbuja de aire en la que vivo y en la que respiro. Y me sorprende, todavía me sorprende, lo lejos que ha quedado todo. La lejanía de mi propia vida. No sé si es indiferencia o serenidad.

[Denis Antonio]








martes, 29 de marzo de 2011

Brotes, brotes, brotes...

Forsitia en la verja del Retiro
De glicinia



de rosal

De avellano

de castaño de indias
En el árbol del amor

de roble




La golosina del libro


Hoy me ha llegado uno de esos libros que despierta las ganas del lector, un ensayo sobre Literatura y propaganda en tiempo de Quevedo: guerras y plumas contra Francia, Cataluña y Portugal, de una investigadora que conoce bien el campo, María Soledad Arredondo, y que frecuenta los escritos de Quevedo con autoridad, de manera que le haremos un hueco sosegado, para poder disfrutar de su contenido, que es una de esas sensaciones placenteras con las que nos regalamos profes, eruditos, filólogos.... 

.............................................................
Anuncio el libro, le doy entrada en el cuaderno y prometo una reseña, digamos, más profesional y extensa.


El Retiro por la mañana, la verja de los lilos




He ido a mirar la verja de los lilos,
recogiendo el rocío del sendero
por el jardín francés que va al casón
del Retiro, y he visto casi abiertos

los frágiles botones diminutos
 en el aire  rosado de sus dedos,
al viento frío del final de marzo
a punto de volar sus brotes nuevos;

amanecer había deslizado
nieblas azules en el gris del cielo;
y las sombras alzaban lentamente
sus largas avenidas desde el suelo.

Primavera se anuncia, primavera,
brotan los lilos y sucede el tiempo.

Brotes de lilos frente al Casón del Retiro





lunes, 28 de marzo de 2011

Doscientos libros de la biblioteca de Quevedo

Hace algunos meses ya anuncié, en este cuaderno, que los proyectos de reconstruir su biblioteca no iban a dar ningún resultado si no se tenía en cuenta una serie de datos, condiciones, etc. Hecha la objeción, cumplo ahora con iniciar la tarea, que tendrá una segunda parte –muy valiosa, por lo que me ha dejado ver– en la sagacidad y el trabajo de la doctora Moya. La relación que en su momento leyó y dio a conocer Maldonado (en el homenaje a Rodríguez Moñino) es un documento excepcional, con el que me he vuelto a encontrar al trabajar en el AHPM y sobre el que me ha prevenido Carlos Fernández que es el ya conocido entonces por los quevedistas: alcanza casi las doscientas obras; cantidad muy notable para la época y para un personaje como Quevedo, quien sin duda guardaría muchos más libros en La Torre y en sus casas de Madrid. Abundan los libros eruditos, teológicos, "humanísticos" (clásicos grecolatinos), pero no faltan los históricos, de actualidad y los literarios. Su elucidación completa podría ser la base para la reconstrucción de su biblioteca, desde luego.


Los documentos, en el AHP de Madrid, se leen bastante bien; no es el mayor problema su lectura “literal”, sino su interpretación, es decir, el modo que tenían escribanos y notarios de citar los libros, por fórmulas coloquiales y abreviadas , lo cual implica, primero, reconstruir el título entero; y luego averiguar de qué edición se trata, cuando lo es, pues a veces se les olvida señalar con el “de mano” que se trata de manuscritos. Los casi doscientos libros que se enumeran de su posesión se pueden ir añadiendo a los que se han buscado en los índices de San Martín (el viejo monasterio benedictino de Madrid) y los que o van firmados por Quevedo o su letra ha dejado comentarios interlineales o marginales.
Este primer documento es bastante extenso –más de 15 hojas– y merece la pena que se transcriban también algunas de las partes que no aluden a libros. El documento entero será publicado en nuestra revista manuscrt.cao, cuyo número tres aparecerá ya muy pronto. http://www.edobne.com/manuscrtcao/


Yo Francisco Pérez Tristán, escibano del Rey nuestro señor, residente en su corte y provincia della y agente de negocios en su Consejo Real de las Indias certifico y doy fe a los que el presente vieren como habiéndose exhibido ante mí por don Pedro de Alderete Quevedo y Villegas, residente en esta Villa de Madrid y heredero poseedor del mayorazgo que fundó el señor don Francisco de Quevedo y Villegas, caballero de la orden de Santiago, señor de la villa de la Torre de Juan Abad, el testamento, debajo de cuya disposición.... [copia del testamento]. [Pedro Alderete pide que se cumplan las cláusulas del testamento, ya que su tío] dejó algunos bienes muebles, como fueron baúles y libros; y para cumplir con las cláusula de su testamento en que manda que de todos se haga inventario de los bienes y que se me entregue.... Inventario. En la villa de Madrid a 18 días del mes de abril de año de 1646, yo el escribano, en compañía del dicho don Pedro de Alderete Quevedo Villegas fui a casa de don Francisco de Oviedo en esta villa, que posa en la carrera de San Jerónimo... donde se hallaron un arca de pino cerrada y dos cofres y en ellos los bienes siguientes: Primeramente la arca la cual iba un arcabuz de rueda que tasaron en..... 09.... Mas otro arcabuz de una llave.... Una cama de madera de nogal con sus cinchas... Un cofre encorado con baqueta....[a partir de aquí sigue la relación de un centenar de libros]
[La relación siguiente es el inventario de los bienes que guardaba Juan de Molina, que vivía en la calle del Postigo] ....y en su poder se hallaron un cofre y un arca pequeños y en ellos había... [sigue una relación de 54 libros más]. 
El día siguiente, el 19 de abril de 1646 en casa del canónigo Guerrero se alló un cofre grande de vaqueta negra  que es el que declara el señor don Francisco de Quevedo.... y en él se hallaron los bienes siguientes: Primeramente el dicho cofre en..... 33 reales. Dos pistolas de una rueda y otra con llave de chispa tasada en quarenta reales, digo,  50. [y unos 35 libros más]


domingo, 27 de marzo de 2011

Los cuatro sonetos más leídos de este blog

El balance del primer año me va a permitir algunos ajustes y me va ayudar a perfilar mejor algunas entradas, temas, etc. Así como el tipo de entradas más consultadas no me depara ninguna sorpresa –y no lo digo con malicia ni reconvención, antes bien me parece estupendo, y bastante natural– en el tratamiento de algunos temas he debido equivocar algo (por ejemplo, cuando el visitante se va sistemáticamente dos segundos después de llegar).
En el terreno de la creación poética también puedo extraer lecciones: estos que copio ahora son los sonetos más leídos, aunque bien es verdad que hay otro puñado que están cerca. Las entradas de creación atraen mucho más que las de crítica, a excepción de alguna determinada, como ya diré, pues tampoco se trata de andar dando vueltas a todo ahora. Los sonetos comparten número de lectores con los romances que, sorprendentemente para mí, han alcanzado una cota estimable de lecturas, particularmente un par de ellos, a los que concederé la gracia de la repetición, quizá mañana, pues me está llevando mucho tiempo ajustar las 700 entradas al nuevo formato, sobre todo para que los índices sean más rigurosos y completos. He aquí la antología, por tanto, de los cuatro más leídos:

          1

Intenso olor y dulce de la higuera
que cada agosto entrega su fragancia
al huerto que cobija los recuerdos
junto al muro de piedra de la casa.

Otra vez en las manos las camelias,
los laureles prendidos entre zarzas,
los mirtos, heliotropos, avellanos…
todo lo que el invierno olvida o guarda.

Otra vez en la tierra abrir los surcos,
podar los árboles, trenzar las ramas;
raíces que se fueron a la tierra
el agua buscan y hacia la luz se alzan.

Retorna el tiempo y las labores siguen.
La higuera vuelve dulce y perfumada.


          2

Soy ladrón de paraguas, lo confieso,
pero me gusta tanto que la lluvia
me moje, que no suelo utilizarlos
casi nunca, además los pierdo, como

más o menos hacemos todos; creo
que lo mejor sería fabricar
paraguas o venderlos en las playas,
las ciudades hermosas, los jardines,

junto al mar, es decir, en los lugares
que la lluvia embellece aun más, a ver
si de este modo se pudiera, al fin,

llegar a resolver sin muchos trances
el puñetero enigma de la vida
y de qué hacer con la belleza, lluvia.


          3


Déjame que te diga que te quiero
con las pocas palabras que nos quedan,
ya sé que se gastaron hace mucho
y no dicen ni saben lo que llevan;

el cauce del amor está cegado,
pero es al cabo el río que nos lleva
hacia un lugar que nos cobija siempre
cuando ya todo lo demás se cierra,

cuando el cansancio viene y la fatiga,
y el vacío y la nada nos rodean,
solo tú, solo tú puedes entonces
recoger con tu imagen la tristeza.

Ya no quiero buscar entre más versos.
Estas son las palabras que me quedan.


          4

Esta tarde por fin soñar con nada
y contemplar la luz cómo desciende
vencer con suavidad aquella roca
y volver al silencio intensamente

esta tarde por fin termina el viento
la fuga del instante permanece
vacía la memoria su futuro
sus alas blancas la quietud extiende

el puente hacia sus ojos ha perdido
los tajamares que la luz sostienen
un hilo labra todos los recuerdos
y todavía algún rincón enciende

¿quién permitió que sin llegar se fuera?
tiempo en paz tiempo azul lejano y leve.





sábado, 26 de marzo de 2011

Cambios en el diseño de este blog cuaderno

Al cumplirse el año de puesta en marcha de este blog –marzo del 2010– me ha parecido que era momento adecuado de recomponer el conjunto, de unas 700 entradas, primero para conseguir mayor claridad, más espacio para el texto y menos "ruido"; en segundo lugar para corregir algunos cambios sistemáticos y suprimir errores; finalmente para ordenar los índices, de modo que se dé una agrupación coherente (por ejemplo: todas las entradas sobre el Madrid histórico, o sobre Poesía actual, o las Recetas....), de manera que el interesado en solo un campo tenga facilidad para llegar a él.

El blog tiene una media de 200 visitas diarias, y se acerca, por tanto, a las seis mil mensuales. Siguen siendo mayoritarias las consultas desde España, desde luego, y desde Madrid; aunque resultan también llamativamente altas las de otros lugares peninsulares (de Galicia, Cataluña y Andalucía), y entre las de otros países, las de México, Argentina y Estados Unidos, particularmente –en este último caso– las de toda la costa este, desde Nueva York a Florida.

Se ha añadido algún gadget nuevo, como es el de páginas más visitadas –ninguna sorpresa, ya lo había comentado– y se han suprimido o añadido fotos, en pocos casos, y entradas coincidentes, de las que se fueron desarrollando paulatinamente y solo alcanzaron sazón en las últimas ocurrencias.


viernes, 25 de marzo de 2011

Pascuas, tiempo de postres

Luego resulta que todas las fiestas son apropiadas para los postres y los dulces, que si los turrones de Navidad, que si los helados del verano....; pero cierto es que las Pascuas son los días más apropiados para dulces, quizá como nueva compensación a los viejos ayunos y vigilias. En todo caso, me he pillado manteniendo la tradición y preparando un surtido de postres: que si la tarta de chocolate con fresa, compota de manzanas con limón, natillas, y hasta unas torrijas que, en vista de que hubo sus más y sus menos con las que había hecho de vino, esta vez son de leche –hervida con limón y canela. Ninguna tiene secretos de recetas, antes bien son tradicionales y, por tanto, muy conocidas; la tarta de chocolate ya tuvo su receta en este cuaderno: se le añaden fresas naturales de corona, con unas gotas de limón y azúcar glasé, para que no se oxiden muy rápido. Las manzanas, en compota, sin nada, se pueden acompañar con el plato de natillas: estas mezclas hacen las delicias de los ingleses, que empapan el bizcocho en las "custard" o natillas. 

Hay que seguir haciendo penitencia. 


Comparto estos platos con el churumbel de la foto, que ahora tiene dos años más y ya no se le reconoce como tal, condición para que aparezca en este blog, claro.



Matices de la poesía actual


Siempre que puedo me asomo a libros, recitales, revistas.... en donde aparece la poesía que se escribe o se difunde ahora. La marea poética es inmensa y no se puede trazar un mapa coherente de lo que está ocurriendo, las limitaciones del lector, su geografía, el acceso a los medios o lugares donde se difunde, las carencias culturales que padecemos, etc. no permiten que el mapa mental de una sola persona haga justicia al mapa real de la poesía ni, supongo, de ninguna otra manifestación artística o cultural. 
Aunque se ha puesto de moda el adjetivo "global" para definir algo de lo que ocurre en situaciones semejantes, la verdad es que el adjetivo no se ajusta cumplidamente a la realidad. Siempre fue así: el prurito de la creación prende con entusiasmo en todo aquel que lo prueba, y es un signo de la nobleza de la condición humana; por eso yo suelo defenderlo y aplaudirlo; lo que varía sobremanera son las condiciones de esa creación y su modo de difundirse; pero esa es una discusión de altura, que no cabe por ahora en estas notas, dedicadas a reseñar brevísimamente uno de esos "tonos" de la poesía actual.
Porque eso sí que se puede decir cuando se ha detectado y saboreado; se puede llevar al magín donde almacenamos lecturas lo que uno va conociendo. Hace poco lo hice al difundir una especie de antología (Cartoemas, se llamaba, y tenía muchas joyitas dentro), que son lugares privilegiados para engavillar posibilidades, desde luego. Hoy lo hago con un libro (La mezcla confusa, de Ben Clark, ibicenco a pesar del nombre; me lo ha dejado Laura, ¡gracias, Laura!), en donde reconozco un determinado modo de escribir poesía hoy, pero con receta distinta, aderezada personalmente, es decir, que la lectura me recuerda manchas, avenidas, textos poéticos de otras lecturas, pero no anula a su creador. Como el breve libro –muy premiado, por lo que veo– mantiene el interés del lector y goza de maneras poéticas, me ha parecido señalarlo así. He aquí uno de sus poemillas; luego comentaré algunas de las "maneras":


El tono es directo, el léxico sencillo, se va buscando incluso el coloquialismo de las frases hechas, que a veces se deshacen; los temas asoman sin ocupar de modo dramático el poema; pero el trasfondo es casi siempre crítico, amargo. En realidad lo que hacen los poemas de este tipo es que dejan aparecer, repentinamente, algún elemento sorprendente que desequilibra la normalidad sintáctica, coloquial, del poema. Algo que estaba ahí, comprometiendo todo, y que no ha podido quedar oculto por el discurrir  sen cillo de los versos. Ben Clark logra hacernos llegar ese efecto, al que contribuyen dos motivos más, la reflexión continua –que también rompe la normalidad del poema– sobre la palabra y los versos; y los cortes –muchas veces al final– una vez que ha quedado dicho lo que entraña versión crítica o desengaño.
Por supuesto que ese tono, con las gradaciones que sean en cada caso, es el que asoma en poetas urbanos cultos (Luis Alberto de Cuenca), en vanguardistas (Peru Saizpérez), en la veta mucho más desaforada de Pablo García Casado.... Siempre nos interesarán las que logran ser voz. 
Por cierto, convendría que Ben Clark diversificara su melodía: eso de llevar siempre un ritmo en sexta resulta demasiado empobrecedor.


jueves, 24 de marzo de 2011

Llama de amor viva


Una nueva edición acaba de aparecer de uno de los grandes poemas de San Juan de la Cruz, Juan de Yepes en el siglo. Va la portada a modo de ficha. Se trata de una de esas laboriosas ediciones críticas a que nos tienen acostumbrados los hispanistas, los italianos en este caso, y cuyo porvenir me parece dudosa, en esta nueva era de imágenes y rapidez, en donde la exquisitez filológica ha de ir quedando poco a poco relegada, me temo. ¿Quién va a consultar las 220 páginas de variantes, cuidadosamente publicadas, además de apéndices, anotación, descripción rigurosa de manuscritos y ediciones? Los cuatro sextetos liras de san Juan (nada se dice de la métrica) despliegan, primero, un interesante comentario en prosa –que ya leerán menos, aunque la prosa de san Juan, al contrario de lo que se suele afirmar, es sonora, rica, precisa– y luego todo un proceso de textos y paratextos abrumador. Proceden de un hecho histórico encantador y sencillo: llegaba el padre Juan a los conventos de carmelitas y las monjitas, normalmente las monjitas, que habían conocido sus canciones y se sabían algunas de memoria, le instaban a que se las explicase y a que les diera conocer más. Y el padre Juan, que había estudiado en Salamanca, desplegaba todos sus conocimientos bíblicos y teológicos para que la exaltación lírica quedara incluida en la ortodoxia simbólica. Eso sí, había que emplear el lenguaje de lo más excelso en la época para atisbar lo más excelso de la piedad religiosa: y lo más excelso era el amor, el lenguaje amoroso, cuyos modelos los daba el lenguaje petrarquista (Garcilaso, por ejemplo) y algunos libros de la tradición bíblica (el Cantar de los Cantares, sobre todo). No es que Juan de Yepes escribiera como Garcilaso, no; es que sus deseos de expresión y exaltación mística se encarrilaban bastante bien por aquellos cauces que estaban en su horizonte cultural e ideológico. Es una cuestión de relativizar las "fuentes" de un texto literario, que pocas veces explica bien. Lo dejamos ahí.


Por exceso de erudición, probablemente, a mí también me ha interesado la historia de los códices que precede al texto, la "recensio", pues conozco muchos (por cierto: una pena que los editores no hayan alcanzado a ver la entrada a Juan de Yepes del Diccionario Filológico de Literatura Española, redactada por Pablo Moíño), pero no sabía de noticias y rincones. Por ejemplo, me han llamado la atención los manuscritos que proceden de La Encarnación de Madrid, convento en cuyos fondos documentales he andado hurgando. Uno de esos manuscritos (el ms. I-31 de la BM Conde Duque de Madrid) fue expurgado en la Encarnacion en 1645, pero remonta a 1614 y se atestigua hacia 1627. Lo mismo ocurre con ms. 528 de la Abadía de Monserrat. Me pregunto si vino con los papeles de Luisa de Carvajal –coinciden las fechas–. Otro dato interesante es que otro de los manuscritos manejados, que proviene de los carmelitas descalzos de Burgos, procede del Archivo general de San Hermenegildo de Madrid, es decir, de la actual parroquia de San José, sobre cuyo destino de piezas de arte y papeles también he ido  acumulando información (y esta  no la conocía). Por otra nota de los editores veo que al archivo general de san Hermenegildo se envíaban textos y papeles de san Juan para que los examinara Andrés de la Encarnación. Se trata, por tanto, del convento que estaba detrás de la vieja iglesia (en lo que es hoy la calle Infantas). La ubicación actual del ms. (BNE ms. 8795) confirma que esos papeles pasaron, con la desamortización, a la BNE. Lo mismo ocurrió con otros ms, originalmente en otros lugares, como el BNE, ms. 3446, del convento de los Remedios, en Sevilla.
Muchos más datos hay, desde luego; quizá se pueda apreciar don esas dos breves notas la maraña histórica que –como el sistema de cuerdas en la física actual– termina por formar todo el tinglado de nuestra historia.


San Felipe el Real. Las gradas de San Felipe (el Madrid histórico)


El convento de San Felipe al tiempo de su fundación caía en los confines de Madrid, y al presente.... viene a ser su asiento en la yema de la villa (Quintana, 1627).
He de sintetizar obligatoriamente lo que se refiere a San Felipe el Real, una de las iglesias más famosas del Madrid viejo, de agustinos calzados, fundada y edificada –como las más valiosas de aquella época– hacia mediados del siglo XVI (1547, primera misa-1553, bendición de la iglesia), cuando la corte se va aproximando a Madrid (1561).  
Su ubicación y su lonja, en el arranque de la calle Mayor, hubo de ser fundamental para que se convirtiera en lugar de encuentros, de reunión de desocupados, máxime teniendo en cuenta que enfrente, en un callejón  (el de "la Duda") hoy desaparecido, se encontraba la mancebía, es decir, la casa de prostitución de Madrid, que las autoridades intentaban sin éxito llevar a las afueras, a algún descampado del camino de Atocha, por ejemplo, y que a partir de San Felipe se abría el centro comercial de lujo de la capital, lo que dejó huella en nombres que todavía se conservan (Bordadores, Milaneses, Hileras, etc.). 

Eugenio Caxes
La parte baja del claustro se aprovechó, algo más tarde, para unas tiendecitas o puestos (las “covachuelas”, se observa bien en las ilustraciones) que también atrajeron a mucha gente. 

Son, sin embargo, todas las ilustraciones de esta entrada posteriores, la mayoría del s. XIX (hay una maqueta en el Museo Municipal), recién desaparecido el conjunto, pero cuando el recuerdo estaba todavía vivo, como veremos.
El convento hubo de ser iniciativa de fray Alonso de Madrid, provincial de los agustinos descalzos, “que tuvo grandes contradicciones así de parte de don Juan Martínez Silíceo, arzobispo de Toledo, como de la villa y otros interesados, alegando había otros dos conventos, el de Atocha y San Francisco, que vivían de limosna....”, lo que se logró por el interés del príncipe Felipe, en 1547, que iba a dar el nombre al convento. Creció enseguida en riquezas y dignidad, y fue enterramiento de prelados insignes y púlpito de sermones famosos. Lo que se suele decir de que allí vivió fray Luis de León creo que es noticia que proviene de un documento notarial (AHPM, de 1587), por el que fray Luis otorga allí un poder para cobrar dineros en Sevilla. Es normal que, si iba a la corte, se alojara en "su" convento.


La iglesia sufrió un primer incendio en 1718 en el que se perdieron, entre otras cosas, las estatuas de Pompeyo Leoni del altar mayor –Ponz lo pone en entredicho– y se sustituyeron por otras de Churriguera. Sospecho que entonces se perderían los "panes de oro" que constan en otra documento de finales del s. XVI de un benefactor que los había pagado. Había  cuadros de Carducho, Rizzi (el del altar mayor también se quemó), frescos de Francisco Herrera, un San Agustín de Ribera, etc., pero el estucado blanco de Churriguera desesperaba a Ponz, que pedía la renovación de “la desgraciada hojarasca de estuco”. El claustro del convento, sin embargo, parece ser que era una maravilla “de granito cárdeno, con 28 arcos”. Entre otras muchas joyas conservaba un crucifijo de Francisco Ribalta, un nacimiento de Eugenio Caxes (quizá el que hoy se conserva en el Prado) y una excelente librería, que usó sin duda fray Enrique Flórez para sus copiosos trabajos como naturalista e historiador, y para componer la España sagrada. ¿Estará esta biblioteca en la BNE? La investigación no siempre queda cerrada. Ya lo diré.
“A la altura de 1615-1620, el mentidero de las gradas de San Felipe se había transformado en un auténtico centro del ocio popular de los madrileños, y en una institución importante dentro de la incipiente «cultura curiosa» del barroco. A San Felipe el público acudía en busca de noticias, novedades, rumores, poemas de actualidad, libros extranjeros o papeles curiosos: en busca, en suma, de entretenimiento” (F. Javier Castro). Por esos motivos la literatura costumbrista de la época ambientó escenas y paseó gentes por aquel lugar: Salas Barbadillo, Zabaleta, Liñán y Verdugo, Castillo Solórzano.... aunque el historiador citado no documenta ningún texto anterior a comienzos del s. XVII (el Buscón de Quevedo), lo que claramente apunta a que las gradas espumaron a partir de la vuelta de la Corte en 1606.
Cuando empezó la fiebre destructora de la desamortización las instituciones y personas más sensibles a estas salvajadas protestaron viva e inútilmente; la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando terminó por casi suplicar que al menos se salvaran dos edificios de la “pica destructora guiada por la ignorancia o la malignidad”: la Iglesia de los Basilios y San Felipe; el primero resistió en pie hasta 1850, pero San Felipe fue demolido. Enseguida se construyeron pisos (las casas de Cordero) y se trazó la nueva línea recta de la calle Mayor.
“¿Qué pudo mover, dirán los españoles, a destruir en el siglo XIX” lo que representaba lo mejor de nuestra historia pasada, lo que envidiaban los extranjeros, lo que ya no podría volverse a admirar si se destruía...? Y de ese tenor el sentido y demoledor informe de los académicos de Bellas Artes en 1837.
He aquí el borrador de los informes académicos que, si se quiere leer despacio, es indicador de la actitud  de la RABSF y de la importancia de los hechos que estaban ocurriendo:


"Invierno. Vigilad los abedules...."

Invierno. Vigilad los abedules.
Vigilad cuando el frío los despoja
cuando el viento, todavía,
las copas mueve y las ramas troncha.

Vigilad las heridas de su tronco
y la corteza gris con que se adorna,
dentro lleva el color del pensamiento
fuera el color del sol pinta sus hojas.

Si crece y si madura y si el verano
formará bosque y crecerá sin gloria;
mas si alcanza el otoño, con las lluvias,
y con el tenue sol de octubre cobran

trasparencia infinita de amarillos
que burlan la llegada de las sombras.

Vigilad los abedules



Naranjo indio (ejemplar del Botánico de Madrid)
alerce
Vigilemos los abedules, porque en el Retiro ya solo quedan tres, y alguno de ellos –por ejemplo el que está junto a la avenida de Menéndez Pelayo, aparenta rugosidades y vejeces que no parecen convenir con un árbol sano; ¡y es tan hermoso el abedul!, con su corteza blanquecina y estriada y ese aire de damita nórdica y enfermiza, que luego no es cierto, porque se le ha visto pasear por las montañas, por las ciudades  del norte, vistiéndose de nieve.... Muchas veces sirvió para fabricar pergaminos. Los más hermosos que he contemplado fueron los del botánico de Cambridge; el campus de mi universidad presume de varios, uno de ellos central, de glorieta; los últimos que me sorprendieron fueron los que estaban delante de la casa de mis amigos bostonianos.... No sé muy bien por qué el Retiro solo tiene tres. Entiendo que solo tenga dos ejemplares del naranjo indio (no es un naranjo, se le llama así por la forma del fruto); un solo ciprés  calvo; otros dos de jacarandas; solo he llegado a descubrir un alerce.... ¡pero abedules!  



Algún día habrá que indagar estos misterios que, como profano, me desbordan y me intranquilizan. Antes he hablado del botánico de Cambridge (UK), la vieja ciudad universitaria –en donde profesé un cuatrimestre hace no demasiado– esta llena de castaños de indias rojos y blancos. Busque los rojos en el Retiro; no he encontrado más que algún ejemplar suelto.