Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 31 de julio de 2013

pensar


cometí un acto inteligente    entonces
y pensé     en todo aquello    que pasaba
acto reflejo fue    lanzarlo   luego
un pensamiento vivo    que pensaba

pensaba    los momentos    el pasado
el futuro     los días     las palabras
los ojos     las tristezas    los caminos
la piedra    los mares    las montañas

la vez aquella     cuando entonces si
los gestos     las figuras    las miradas
el árbol    que la luz recoge   a ciegas
la oscuridad final    de la llegada

a la noche   el cansancio    al cabo vino
y entonces   quise    no pensar en nada





lunes, 29 de julio de 2013

Nuevo episodio en la batalla de los alejandrinos (1894-1914)

Al final de un tratadillo de métrica me preguntaba lo que hubiera hecho fray Luis de León si en su campo de creación poética hubiera contado con las posibilidades de los alejandrinos, incluso si no hubiera desechado los decasílabos y los eneasílabos, por razones bien diversas: los versos de 10 serían demasiado ceremoniales; los de nueve tenían la gracia de un ritmo que bordeaba la irregularidad conferida a los versos de ocho y de siete, en una época en la que se buscaba, sobre todo, lograr la armonía. Qué curioso que la estructura de nuestra lengua artística desechara estas cadenas rítmicas, lo mismo que desechaba todas aquellas que descendían de los pentasílabos, a no ser que de vez en cuando se apoyaran en octosílabos (los versos quebrados). Cada una de esas preferencias y cada uno de esos rechazos tiene su razón, primero cultural (o ideológica, depende de si se es  militante o no) y luego lingüística: la lengua recibe, finalmente, la dirección y la trasmite –si con fuerza– a la norma, si como opción, al estilo.

Lengua y estilo se forjan continuamente por el uso de la comunidad y por los vaivenes ideológicos –repito, o artísticos–; y eso es lo que ocurrió en el parteluz de los dos siglos pasados, cuando la presión artística llegó a los que manejaban la lengua como  pincel. Ya vimos, al comienzo de esta batalla –es un modo de hablar– que aparte de las genialidades de una cubana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, y de un furibundo teórico, Sinibaldo Mas, fue Rubén Darío quien de modo más espontáneo y contundente al mismo tiempo quebró las estructuras rítmicas del lenguaje artístico, lo que afectó particularmente a los sintagmas de nueve y de siete sílabas, sobre todo cuando se duplicaban en un solo verso: a los alejandrinos. También impuso un “sintagma continuo”, lo que yo llamo las tiradas rítmicas, que con dos o tres modalidades iba a enriquecer el lenguaje poético en la modalidad de verso.

El caso de Salvador Rueda, en esta batalla, en la que ya se nos han aparecido los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, etc. es muy especial. La contienda se libra entre 1895 y 1914, pero curiosamente va a dejar de interesar a los más conscientes –Juan Ramón, Santos Chocano, Antonio Machado...– en cuanto se convierta en forma vacía de contenido ideológico, en pura métrica, cosa que le ocurre a JRJ, que atraviesa todo tipo de laboratorios, crea todo tipo de modalidades rítmicas (entre Ninfeas o Rimas y Piedra y Cielo, es decir entre 1902 y 1914 ) y termina por abandonar todo –ya superado– para entrar en el campo libre de Eternidades. Peculiar es el caso de Antonio Machado, quien ya con antelación o casi al mismo tiempo –la primera edición de Campos de Castilla, 1912– decide apartarse de ese camino nuevo y optar resueltamente por el alejandrino grave, clásico y sonoro, al que entrega lo mejor de su inspiración, antes de abandonarlo: hay un solo poema en alejandrinos posterior a Nuevas canciones (1925). El relevo lo tomarán los nuevos poetas (Alberti, Guillén, Lorca....), en un campo de batalla distinto.

Corresponde ahora, como decía,  ver la actitud del malagueño Salvador Rueda.
El torrente melódico de Rueda había inundado los metros largos (16, 12, 14....) era difícil allí encontrar un ritmo que no acabara por ser sonsonete; él mismo Rueda se había percatado, de manera que –por señalar tan solo los alejandrinos– hay un momento en el que, consciente de lo que había hecho Rubén Darío, rompe con el viejo ritmo par de los alejandrinos y se empeña en construir todo un poema en 3.7 + 3.7, “La procesión de la naturaleza” (de 1908) con ese ritmo:

...... Retorcidas las almas, retorcidas las frentes,
desflorada la esencia virginal de su amor,
las ciudades son jaulas de furiosos dementes,
que se agitan en muecas de convulso dolor......

en todas las series de alejandrinos anteriores el ritmo casi único fue el par –heroico o sáfico–, aunque en algunos casos se podría discutir:

“cual dos rubios copones / de sol empavonados” Poema de estío, mujer de espiga, III) (El viaducto de Alcoy)

Eso sí, siempre con fractura hemistiquial limpia, sin interferencias léxicas ni cambios de ritmo gramatical (palabras vacías en sexta, por ejemplo). Cuando uno recorre poemas extensos (por ejemplo El alma en música, La cena aristocrática) sin que ni un solo verso se aparte de esa modalidad, nos damos cuenta de la voluntad de estilo, que se quiebra precisamente en aquel año y con ese largo poema de 32 alejandrinos. 
Curiosamente, el siguiente, al menos en la secuencia que nos ha llegado de su poesía (Los panales) recupera el viejo ritmo par sin conceder un solo verso melódico, lo mismo que los sonetos (El caballo, el elefante) y otras composiciones extensas (la carrera de árboles). Pero algo está cambiando cuando poco después (en Laudes y Ensueños) abre un poemario (El poeta futuro) con este verso “¿Eres tú el de la nueva generación rïente...”, (1.3.6 / 4.6)  y salpica luego tímidamente con otros melódicos: que en un alto cordaje de lírico poeta (en realidad se acomoda al ritmo par), lo que le permite de vez en cuando una escapada al nuevo ritmo, como en el primer terceto de Organismos de vapor:

“Sobre un fondo dorado, la nube se deslíe;
antes, forma con luces las flores de un magnolio; 
después, vuélvese un príncipe sobre flotante solio,
que en un vívido de su esplendor se engríe....”

A partir de entonces, el ritmo dominante de heroicos y sáficos permite muy de vez en cuando engastar un melódico. Hasta que llega De mi paso por América, firmado en 1910 en La Habana, con un ritmo melódico mantenido –y más logrado, por cierto, que la primera vez:

“¿Como son vuestros pájaros de bellísimas plumas?:
¿como son vuestras aves desplegadas al sol? 
De sus túnicas regias el troquel milagroso
es labor perdurable de la mano de Dios.
................... 

De vez en cuando nos regala algún poema monorrítmico, como en El órgano. El resto del inmenso corpus poético de Salvador Rueda –tan interesante– nos aleja ahora de nuestro tema. Llegó tarde, Salvador Rueda, al nuevo ritmo; pero tenía condiciones e inspiración suficiente para añadir sus versos a aquella modalidad.



domingo, 28 de julio de 2013

Buscando el Norte de la poesía argentina actual

En Corrientes
En corrientes 



En Palermo
Al peregrino le gustan los versos y quienes los escriben: es como abrir un balcón conocido a un paisaje nuevo. Los paisajes poéticos en argentina son como sus árboles: muchos, grandes, variados, admirables.... Y además, las librerías a veces invaden los bares, los cafés y los restaurantes. Está bien: esperemos que no sea lo contrario.

El magnolio gigantesco delante de La Biela

Este último aspecto es un motivo de ruina y perdición, porque con solo recorrer las librerías de la Calle Santa Fe y las de Corrientes, la maleta ya había duplicado su volumen y había decido jubilar un par de pantalones y un jersey, anticipadamente, como se hace ahora, para que dejaran hueco a los libros, variopinta colección en la que ya tenía lugar algunas primeras ediciones de la 

poesía de Ramón Pérez de Ayala (la ed. de 1947, la primera, de toda su poesía en Austral de Argentina), de Santos Chocano (ed. de 1943 de la Colección Panamericana), de Juana de Ibarborou (Raíz salvaje, El canto fresco), etc. junto con algún libro raro de Juan Ramón Jiménez, de Azorín  (una antología con textos de Clarín, que regalaré a un buen amigo), etc. 
El caso es que cuando por fin localicé la librería Norte, frente a la escuela de Ingeniería, en la avenida del General Las Heras, y hablé con quien la lleva –conocedor, como dios manda, del panorama– ya había pocas posibilidades en los rincones de la maleta: unas zapatillas, dos pares de calcetines, una prenda indeterminada (entre jersey y polo).... fueron condenadas a la hoguera para hacer hueco a un montoncito de libros, cuidadosamente seleccionados de una lista propia, para no adquirir lo que se ha editado o se piensa editar en España, por ejemplo el tocho de completas hasta ahora de Gelman (en un solo volumen y mas barato en España que el de Argentina, en dos volúmenes) o el  nuevo libro de Arturo Carrera en Tusquets. Por cierto que de este poeta pude comprar Arturo y yo (ediciones de la Flor, de 1980), con dedicatoria autógrafa del escritor, y practicar uno de mis fetichismos.


Al final, cupieron en la maleta Estación Finlandia. Poemas reunidos (1974-2011), de Jorge Aulicino; el muy sorprendente y valioso libro final de J.R. Wilcock, Italienisches Liederbuch...., con su versión italiana; El cántaro, de Beatriz Vallejos, que es una antología algo pasada (2001) para nuestras intenciones; Guarán (2012), de Leopoldo Castilla; Un arte callado (2008), de Joaquín O. Giannuzzi; la Poesía completa de Olga Orozco;  Los italianos a la guerra,  de Sandro Barrella y unas cuantas cosas más... y no me atreví a traer a la península la antología de Fondebrider, demasiado grande; también deseché la prosa pensativa –más reflexiva que poética– de Arnaldo Calveneyra; o la colección de volúmenes de Joaquín Girri, que bien me hubiera gustado.
Habrá que volver a Buenos Aires o con más maletas o con maletas vacías.


Imposible una antología mínima que dé cuenta de tonos y estilos, entre el verso tendido y el poema extenso de Olga Orozco y la pincelada casi impresionista –además pintora es– de Beatriz Vallejo. Hay que seguir leyendo. Y ya se verá. Esa indeterminación de futuro y ese vocerío poético es típico de todos los lugares de inquietud creadora; y me parece que está bien que así sea. 

Termino con un solo ejemplo, "la noche invernal" , de Joaquín O. Giannuzzi,  en Un arte callado (2008):


Lo lamento, pero la luz de mi tabaco en la oscuridad
no delata la palpitación de un pensamiento activo
sino la de un animal despierto que rechina los dientes,
librado a sus demoledoras fantasías nocturnas.

Inútil guarida de la noche
donde el mundo consigue introducir sus ácidos intensos
hasta agotar la humanidad de mi cerebro.
Aplastado nacimiento de una música posible.

Afuera, en el frío y la lluvia, ráfagas
de aire abstracto y demencial en manos venenosas.
Así, en esta oscura enfermedad, concluyen los años del corazón.










sábado, 27 de julio de 2013

La Dorotea, castigada y el manuscrito Daza


Tenía que dirigir o presidir una mesa, principalmente sobre La Dorotea, de Lope, en una de las sesiones de la Asociación Internacional de Hispanistas, en Buenos Aires, y así constaba en el primer programa que me llegó; en el segundo que pude ver al llegar a la capital argentina ya no estaba, en mi lugar aparecía María Luisa Lobato, y todo lo demás era igual, excepto que nadie me había avisado y yo, que había vivido muy de cerca la recuperación del llamado códice Daza, finalmente comprado por la Biblioteca Nacional de España, y que tenía bastantes referencias en cierto modo novedosas sobre el tema, me quedé a buenas noches, aunque en correo anterior me dio tiempo a enviar los pasajes que de La Dorotea, autógrafos, salpican tan valioso manuscrito, el cuaderno que Lope llevaba en sus últimos años y en el que escribía en primera instancia lo que le dictaba la inspiración: casi quinientas páginas del Lope maduro, ahí es nada. Se lo envié a una de mis viejas amigas y colegas argentinas de esa sesión, en la que sufrí inquisición y apartamiento, que por eso, desde luego, no llegué a asistir.
El Códice –yo suelo hablar de "manuscritos" cuando su edad es la de la imprenta– Daza esta siendo estudiado, transcrito y asediado por mi buen discípulo Víctor Sierra, que esté probablemente a punto de irse a las américas en este momento y que me proporcionó el listado que añadiré a esta entrada. Es de esperar que con su edición se doctore. Suyos son determinados trabajos aparecidos ya en nuestra revista manuscrit.cao, y suya será la edición de La égloga a Claudio, en ClásicoshispánicosEdoBNE, entre otras cosas. Lope se va abrir a muchas nuevas lecturas, si se tiene en cuenta, además, que acaba de publicarse facsímil (por la RAE) del códice Masadeu, más conocido por haberse microfilmado hace tiempo (las diapositivas estaban en el Archivo Municipal de Madrid) y por haber formado parte de la tesis de Martínez Comeche (que dirigí hace mucho tiempo y que permanece inédita), pero que pocas veces ha formado parte de los pertrechos y considerandos de la crítica. La poesía de Lope sigue siendo una de las tareas pendientes de nuestra historia literaria, como muchas veces he lamentado, pues ni siquiera se han recogido las fuentes (las manuscritas, las impresas son algo más conocidas).
Es el caso que para paliar parte de la censura y que aproveche a quien esté trabajando sobre el tema, doy la lista de pasajes de La Dorotea que me proporcionó Víctor Sierra y que yo llevaba cuidadosamente identificados, transcritos y en el disparadero de algunos problemas de la obra, que, por cierto, iré dando a conocer  en este mismo blog, cuando termine la lectura y la reseña de la reciente edición de MacGrady (Madrid: RAE, 2012).
En su momento también la RAE anunció que iba a publicar y transcribir el manuscrito Daza; luego he oído comentarios de todo tipo sobre si la tarea sigue o no, creo que no: la letra de Lope es difícil en ese cuaderno, con centenares de borrones y tachaduras; merece la pena un trabajo cuidadoso, meditado, y un cierto despliegue de crítica genética.


Lope llevaba ese enorme cartapacio consigo y allí escribía todo: comedias, poesías, fragmentos de sus obras.... La Dorotea es el resultado del mejor Lope, auténtico conocedor de la condición humana –y particularmente de las damas–, de vuelta de todas sus aventuras y pretensiones mundanas, sabedor de que el prestigio del tiempo se juega en las escenas del poder –en su caso la corte y la sociedad cortesana–, pero que luego se desvanece, a poco tiempo, a no ser que en lo que uno deje se haya logrado insuflar doses de autenticidad y pasión, como él recogió en La Dorotea, teñidas de ironía suave, saturadas de su universo literario –el popular y el que no lo era–, que a esas alturas se ponía al servicio de su rica prosa. Quizá sea La Dorotea la mejor compañera de una obra veinte años anterior, El Quijote.

La Dorotea en el códice DAZA

 f. 11-12: [Romance] «Cuidados que me quereis...»
f. 69: [Soneto] «Canta páxaro amante en la enramada...»
f. 69v-72: [Romancillo] «Para que no te bayas...»
f. 75v-77v: [Romancillo] «Ay soledades tristes...»
f. 81-84v: [Prólogo «Al Teatro» de La Dorotea Prosa]. “Es el fin del poeta induçir los / hombres a alguna obra virtuosa....”
f. 86-v: Sáphicos adónicos. «Amor poderoso en çielo y en tierra...»
f. 87-v: Coro del ynterés. Dimetros yámbicos. «Amor tus fuerzas Rixidas...»
f. 88-v: Coro de Zelos. Tricolos tetrastrophos. «O poderosa yra...»
f. 89: Coro de Amistades. Epigrama. [Soneto] «Cura el Amor que no vera lo que ama...»
f. 90: [Silva] «Mire Señora la ydeal belleza...»
f. 96-v: [Epitafio al enano flamenco Bonamí Redondillas] «Aunque a eterna vida naze...»
f. 97v-98: Hendecasílabos Faleçios. [Coro de Venganza]. «Amor de ser amado satistecho...»
f. 102v: [Soneto] «La siempre exçelsa graue y gran coluna...»
f. 103-v: Coro del exenplo. Alemanios Euripideos. «Este fin a tus desbelos...»
f. 106v-107: Fragmento de la escena 2ª del acto V.
f. 108v: [Soneto] «Quexosas Dorotea estan las flores...»
f. 268v: [Soneto] «Aqui donde xamas tu rostro hermoso...»
f. 268v: Fragmento de La Dorotea.






jueves, 25 de julio de 2013

Desamor


si me dejas tanto tiempo de este lado de las sombras
como el humo sin destino  que se mueve por el viento
esperando que no llegue certidumbre de tu ausencia
sin saber si esta distancia ya será definitiva

volveré a ver los yermos donde siembran las tristezas
volveré sobre mis pasos a buscar lo que no quiero
cerraremos los balcones que iluminan las estancias
cada día perderé la belleza que me diste

si me dejas nuevamente y te olvidas de mi nombre
buscaré donde se ocultan los silencios de la noche
cuando dejan las estrellas sus canciones encendidas
y al mirar el horizonte los nocturnos sobrecogen

no me dejes tanto tiempo de este lado de las sombras
donde todo lo que ocurre va diciendo que te has ido
y la voz que te llamaba ya no sabe más palabras
no me dejes entre sombras no me dejes entre sombras