Partiré, creo, en dos días. Voy sola de todo lo conocido, y esto me consuela, viendo que nuestro señor me quiere así; y de una vez parece lo he querido arrancar todo.
Patio del Palacio Real, desde la puerta del archivo |
Pertenece el párrafo al epistolario de Luisa de Carvajal.
Al mismo tiempo que se publicaba la primera parte del Quijote, casi hasta el mismo mes y casi en los mismos lugares (enero de 1605), y en Valladolid, hay otra persona, y bien real, que harta de su situación o enloquecida por los libros que estaba leyendo, por su educación o por sus circunstancias, también decide desarraigarse. "Desarraigarse" es el verbo que en la época se utilizaba para "irse", romper las raíces y buscar los lugares en donde el ideal pudiera cumplirse o donde, al menos, la libertad permitiera que llegara no se sabe qué. Es el "arrancar" del párrafo de arriba.
Los desarraigos colectivos con incidencia literaria más sonada eran entonces los de la picaresca; y el desarraigado que se va más famoso es don Quijote de la Mancha. El paso de una sociedad feudalizante a otra precapitalista había colocado en situación de elección y libertad a muchas gentes, El sesgo especial que Cervantes impuso a su relato es bien conocido: los lectores de entonces –casi todos, no los Sanchos– y los posteriores saben que es una locura, literalmente, y que su empeño está condenado al fracaso: por eso el relato se llena de matices, que son los que despiertan el apetito crítico. Los desarraigos de los pícaros son, sin embargo, prototipos de la realidad: se producían. Elegían una libertad ciega, la de la miseria.
El desarraigo de Luisa de Carvajal, sin embargo, también es peculiar: es históricamente bien real, lo cuenta en un epistolario –y otros textos– reales, y tiene una finalidad que los lectores posteriores sitúan al mismo nivel que el del Quijote: se va a Inglaterra a convertir infieles y a imponer, por las bravas, el catolicismo. Es decir, nos damos cuenta de que era una locura.
Hay varios momentos en los que expresa su decisión. He elegido algunos. Este es del 21 de enero de 1605: Yo me he resuelto en ir sin aguardar a nadie, que es nunca acabar, y sin coche, por la misma causa; y así he vendido dos mulas y comprado dos machuelos grandes, mansos, y de fuerza, y otro me dio la duquesa de Frías, y la de Cea: uno para mí, en que iré, porque es muy bueno y a mi propósito. Con éstos y la mula grande partiré....
Antes, ha arreglado toda su hacienda, que era bastante y se la ha entregado a los jesuitas: Todos mis negocios se han acabado.... Ya sabe vuestra merced que la hacienda ha de ser de la Compañía de Jesús, como lo es su dueño... (14 de enero de 1605).
Como don Quijote, muda el nombre, se despreocupa de los bienes terrenos, causa el estupor allí donde va, embrolla a unos y otros en Londres.... y no consigue alcanzar el martirio, aunque lo intenta, sino que muere de enfermedad natural, de cansancio, el mismo año que el héroe literario (1614).
Sus restos se traen a España en extraño peregrinaje que estoy documentando estos días, pues se los lleva Rodrigo Calderón, uno de sus corresponsales, a Portaceli, es decir a San Pablo de Valladolid, de donde se había hecho patrón el poderoso ministro. San Pablo todavía se estaba construyendo y adornando, de manera que le abren nicho privilegiado; pero las agustinas de la Encarnación reclaman a Felipe III que el cuerpo de su admirable amiga venga al convento de Madrid. Y así se hace (también hay documentación, pues se levanta acta del desenterramiento y viaje a Madrid).
Su cuerpo –alguna vez lo he contado desde otra perspectiva– yace en un sarcófago de terciopelo rojo en ese convento, visible en una de sus salas.
Sus escritos y otros muchos papeles se encuentran hoy en el Archivo del Palacio Real, donde yo voy leyéndolos pacientemente.
Iglesia de la Encarnación |
Perdona si te he entendido mal y no ha sido eso lo que has querido decir.
ResponderEliminarPortacoeli y San Pablo de Valladolid son dos conventos distintos:
Portacoeli, la fundación de Rodrigo Calderón es un convento de monjas dominicas, situado en la Calle Teresa Gil de Valladolid
San Pablo, cuyo patronato adquirió el Duque de Lerma es un convento de frailes dominicos situado en la Plaza de San Pablo frente al Palacio Real
Por cierto: si lo estimas conveniente, puedes modificar tu texto y borrar el comentario anterior. Y, por si te interesa, un poco de información sobre una de las amigas de la "desarraigada", Beatriz de Zamudio (o Magdalena de San Jerónimo).
ResponderEliminarHa sido publicada recientemente en el blog de los Amigos del Museo de Valladolid
http://diogeneschilds.wordpress.com/2012/05/25/el-museo-de-valladolid-vuelve-a-levantar-el-estandarte-de-san-mauricio-18-de-mayo-dia-internacional-de-los-museos/
Resumo un poco la historia:
ResponderEliminarInicios del siglo XVII. Valladolid ha vuelto a ser la capital de la Corte de la Monarquía Hispánica. Aquí residen los reyes, los nobles, sus criados… y literatos y artistas como Cervantes, Quevedo, Góngora, Pantoja de la Cruz…, y muchos otros personajes que se han trasladado desde Madrid, incluyendo toda suerte de pícaros y vividores.
La Casa Pía de Santa María Magdalena, la institución creada por Beatriz de Zamudio para recoger a las mujeres pobres que deciden cambiar de vida tras haber caído en la prostitución no da abasto.
Entonce Beatriz de Zamudio tiene una idea original: logra un permiso del Papa para recolectar en Alemania reliquias de las Once Mil Vírgenes y de los santos de la Legión Tebana.
Dos años después y con el capital de reliquias acumulado, regresa a Valladolid dispuesta a que su fundación consiga, de una vez por todas, la estabilidad económica necesaria
Muchas gracias por lo comentarios, bien sustanciales; y desde luego que no los voy a borrar, al contrario... De hecho recuerdo que ya dudé mucho con los dominicos de Valladolid –y eso que soy palentino–, ya que por los mismos años en los que Rodrigo Calderón andaba con sus fundaciones, el duque de Lerma encargaba la custodia de San Pablo (soneto de Quevedo) y enriquecía el otro convento.
ResponderEliminarHace tiempo que no voy, despacio, a Valladolid.
Beatriz de Zamudio es un un personaje muy interesante.
Tengo dos doctorandos trabajando sobre jesuitas que conectan con ese Valladolid precortesano, uno de ellos sobre Juan de Ávila; el otro, sobre Ribadeneyra.
Más gracias