Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 24 de septiembre de 2019

En la Biblioteca Nacional de Taiwan




Hoy ha sido el día de la Biblioteca Nacional de Taiwan, en Taipéi, un vicio inevitable que nunca puedo resistir, pues me he educado a través de lectura y libros, y no me puedo desprender de que en ellos -libros y lectura- estriba uno de los modos, al menos, de alcanzar a saber algo y de adquirir el arte de pensar. Habrá otros.

La BNT es espléndida, también en el uso que de ella se hace, pues el salón general estaba lleno, de gente mayoritariamente joven, supongo que estudiantes. 

Me han dejado visitarla a fondo, aunque la planta de reservados, como domingo, estaba cerrada. Impresionante la sala del quinto piso, la Mateo Ricci, dedicada a estudios del Pacífico. Conozco pocas lugares en donde se haya depositado tanta publicación sobre el tema que me interesa; en Barcelona, la sección sobre China de la biblioteca Pompeu Fabra, que probablemente formó mi admirado colega Manel Ollé. Me he apresurado a escribir a Shi, que con él hace la tesis allí, para instarle una vez más a que amplíe y profundice el campo. La desatada bibliografía, sobre todo inglés y francesa, que se sigue publicando sobre ese tema, sigue basándose en recolectas, comentarios, repertorios, crítica, etc. sobre fuentes originales, que suelen estar en portugués, español o latín. Y eso es lo que todavía puede permitir el progreso  en dichos estudios: trabajar con fuentes que, al menos durante más de un siglo (desde 1511), suelen seguir inéditas o escasamente trabajadas.

La serie fotográfica muestra varias tomas de la BNT, incluyendo su final, unos fideos recalentados, de cincuenta céntimos, que el investigador se tomó en la planta sótano de la Biblioteca, para reparar el espíritu.
Reparado el espíritu con el postre de un helado, el investigador, salió fuera, frente al excesivo monumento al general Chang Kai. Cheng, que me río yo de Felipe  II y de Franco, sobre todo después de haber visitado su última casa en Qingdao. Lo atravesé, sin detenerme demasiado, para ir al gran parque de Taipéi, en El Barrio de Dan, En donde escribo esta croniquilla, sentado en un banco, con una taiwanesa al lado -se sentó luego-, que por ahora no departe. Habré de tratar del precioso barrio (lo llaman distrito por contagio americano: "qu") de Dan, elegante, animado y diverso.
La juventud de Taiwan enhebraba bailes de moda en la gran explanada del monumento al general nacionalista, sin tener conciencia clara, al parecer, de lo que aquel recinto significaba en la historia de su país. También de eso habrá de tratar con mayor cuidado, pues era uno de los muchos aspectos interesantes de Taiwan.


Termino con varias fotos de la BNE, en una de cuyas vitrinas se exponía el grabado de la granada.









sábado, 21 de septiembre de 2019

Yilan, museo de arte

Encabeza esta entrada uno de los muchos comercios de flores de Yilan, porque en ellos se ve la mayoría de las plantas que nosotros tenemos en casa, en Europa, y que para ellos son "de exterior". Y luego siguen varias escenas del callejeo por este "condado" (así se llama), en donde hay poco que ver, a no ser los continuos arrozales de los alrededores, un museo,  y la marcha de la vida cotidiana.
Las fotos recogen, además de la visita al museo, un paseo desenfadado por la ciudad: la envidia de la variedad de flores, las viejas calles, la frutería, como se hacen y fríen los churros, la estación, los árboles con su identificación, etc. Ya se sabe que en Asia, casi todas las camisas son de Adidas, Kalvin Clein, etc. y que se pueden comprar en los mercadillos por poco menos que un euro cada una.

Como en muchos lugares de Asia, las camisas siempre son de Adidas, Calvin Klein, etc. y se venden a un euro cada una
El largo recorrido por la isla (Taiwán, Formosa) ha tenido que cambiar el próximo fin de semana, desde Yilan, en donde estoy, había de ir a Keelung, en donde una expedición de españoles, alrededor de 1600, empezaron a trabajar en minas de oro, que, por cierto, aún existen. Pero hacia Keelung se dirigirán gentes de todos lados, para aprovechar playas y paisajes, llenando y encareciendo hoteles. He resuelto que viajaré a Taipei, que está cerca, a una hora, y desde la capital tomaré un tren de ida y vuelta para asomarme a Keelung y a una estación de ferrocarril junto al mar, Badouzi, recién reabierta, si me da tiempo.





En Yilan he aprovechado para ver un museo, de un retratista local de calidad (+2013) y para charlar con la gente, que es francamente cordial, pues la ciudad poco tiene que ver, cerrado el parque junto al río y a pesar de una flamante universidad. El Museo, empero, está semivacío.
A media mañana me ha sorprendido un mensaje en el teléfono con una alerta de terremoto, que luego me han explicado que era un ensayo, para que los tawayanos estén alertas: no hace ni dos años un terremoto de 6.1 destrozó a un hotel de seis plantas en Hualien, y mató a gente.


















Tren entre Hualien y Yilan


La peculiar orografía de Taiwan convierte a cada viaje en una aventura: un enorme macizo montañoso en todo el centro de la isla y zonas costeras que rodean las montañas, algo más amplias a norte (donde está Taipe) y al sur. 
Cuando uno viaja en tren –y siempre lo he hecho en Taiwan– si atraviesa la isla se ve sorprendido entra la zona montañosa y el mar, tan estrecha veces –como al oeste– que el tren va por túneles y puentes, rozando los acantilados, como ocurre –y es famosa– en el condado de Hualien.



viernes, 20 de septiembre de 2019

Palmeras en un lugar de luna llena



palmeras    en un mar de luna llena 
algo tendrán   los versos  que decirme
a qué   si no   tanta gracia se difunde
sin para qué viajé     si aquí me vine

y no siento distancia    en modo alguno
ni creo en las fronteras   ni en los limites
versos    vienen y van   en Hualien
indonesia y Japón   mucho no dicen

el de mi infancia es este mar        cantabria
el de Castilla     en Palencia nací     es
como las eras de trigales    que
la marea de viento y sol reciben

pasa gente corriendo      solo sombras
sombras nocturnas     que en Hualien se escriben



miércoles, 18 de septiembre de 2019

Amanecer, 天亮

Mérito tiene, porque un poco antes de las seis de la mañana empieza a palidecer la noche por el mar del oeste, por el Pacífico; y luego se levanta el sol.




martes, 17 de septiembre de 2019

Hualien (Formosa)



También este Mende lerenda anda haciendo algo de patria -mientras retumba nuestro himno con los triunfos de Nadal,  el baloncesto de aquí al lado, etc.-, pues en el largo recorrido por la isla de Formosa -para entendernos, Taiwán- he parado en Hualien, desde donde escribo- y terminaré mi circuito en Keelung. Ya sé que eso no dice mucho, pero mientras Quevedo se iba a servir a Osuna en Nápoles (1613), los españoles desembarcaban en Hualien, en donde buscaban oro, y poco después se establecían en Keelung, que en mis documentos se llama “Santísima Trinidad”. Las denominaciones ya no dicen mucho, pues enseguida vinieron holandeses, franceses.... hasta las últimas invasiones de japoneses y americanos, que son realmente los que se han quedado con la isla; basta con ver la cantidad de Mac Donald, Starbucks, pollos fritos de JFK, Mac, etc., por no hablar de los cazas que sobrevuelan la costa. De manera que hago su tanto de patria historia en mano, aunque no me gusta mucho eso, y hubiera preferido que el mundial de baloncesto lo hubiese ganado argentina, humillada por el oro del Barcelona. Ya me dirán ustedes las patrias del Real Madrid o del Barca, logradas a golpe de talonario en un mercado que tiene muy poco de “nacional”. Bueno. Centrémonos en lo de Formosa. 

Todas las guías turísticas, incluyendo Trip advisor, que es la peor y aquí adorna los puestos de maíz de los mercados nocturnos, citan como pueden lugares “patrios” (ya estamos otra vez): casas abandonadas por los japoneses, cabañas de la vieja tribu, pinares, etc. Y se olvidan, con todo, de la joya de Hualien: un largo paseo (calculo que de más de ocho kilómetros) que bordea el Pacífico, primorosamente arreglado como los Taiwaneses saben hacer: mar a un lado, con pedregales a modo de playa, tierra protectora de la madre naturaleza, largo paseo para gentes perdidas, como yo, y ciclistas. Detrás un extenso bosque de frutales, con ibiscos y otras plantas, y a lo lejos, telón de fondo de la ciudad, la inmensidad de las moles de la isla, que llegan hasta los 4000 metros, casi siempre enredadas con las nubes. Maravilloso paseo que ha desaparecido de las guías mejores.


Y al final, en uno de los extremos, un barito donde van a cenar los lugareños, y en donde yo pienso terminar con una pasta frita con gambas, 虾仁炒面,xia ren chao mian, que irá, como todo, con su foto. Por cierto, he añadido el lugar a Google, en donde no estaba.