Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 30 de abril de 2012

Naila y el tu-tú de la flor de un membrillo del Japón


para mis ojos eres melodía
una canción que tomo con las manos
mientras se abre el sonido de tu cuerpo
y dibujas con tu ritmo lo que amo

música en la mirada si te mueves
besa la voz como si fueran labios
los cuerpos lo que quieren es –¿lo sabes?–
la música y la piel se han encontrado

en tu espalda hay un violín que sube
en tu cintura se desliza un piano
y todo lo que suena tú lo guardas
que venga la armonía a nuestras manos

bailan dentro los ojos encendidos
dentro bailan los cuerpos incendiados 


domingo, 29 de abril de 2012

Hortelano era Belardo


jazmín de inverno
Cada época tiene sus trucos para atraernos. A finales de abril florecen las deutzias, las glicinias y los lilos, salen las primeras rosas y se llenan de botones la mayoría de los árboles, aparecen las primeras flores silvestres; mientras que otras plantas, extrañamente, aguardan tenazmente enramadas como si estuvieran secas, tal la buganvilla o la hierba luisa, hasta el punto que parecen haberse secado, lo que no es cierto, si uno se aproxima, a la hierba luisa, por ejemplo, observa las minúsculas hojillas brotando tímidamente. Se escalonan unas y otras, pues apenas queda algún testigo floral del jazmín de invierno y de las azaleas, muy ajadas ya.

Lilos en flor
Las lilas duran poco, se ajan pronto; como esta tierra está muy cerca del mar, me dijeron que no crecerían fácilmente, sin embargo, al abrigo de un muro y en un rincón, junto a un granado, han crecido y florecen, y huelen, y hoy estarán en la mesa de trabajo perfumando papeles.
El arce dorado
La glicinia, que se ha empeñado en entrar en el hórreo, con la secreta intención de derribarlo, volverá a sufrir una poda, como dicen los manuales de botánica, “severa”.
Violeta silvestre
Abril y mayo son, sin embargo, el momento de mayor esplendor del arde dorado, que alcanza la pureza de un color imposible cuando el solo riega su copa, extendida como mano protectora.
En esta tierra donde termina españa todo crece vertiginosamente, hasta el punto de que hay que luchar constantemente a favor de las tijeras en puertas, escaleras, tejados y ventanas.
Mientras, el mar, en la ría, la bahía, la playa....

La ría de Cedeira








sábado, 28 de abril de 2012

Limoneros en el valle de Santalla


ilumina la luz de los limones
el muro donde están las azaleas
al abrigo del valle hacia el que mira
cómo vienen y pasan las tormentas

Santalla se ha llenado de colores
dulces huelen las hojas de la higuera
los laureles que cercan el ferrado
sus ramas han alzado al aire nuevas

Y sigue el limonero derrumbado
el tronco roto y en las ramas yemas
esperando que el sol cada mañana
los amarillos de su luz  encienda.

La casa está vacía. El fuego dentro.
Para la noche, cogeré más leña.

La ría de Cedeira

martes, 24 de abril de 2012

La Butte aux Cailles


Estaba paseando la Butte aux Cailles, como yo por otras razones, que venía de la Rue Alphand y en vez de volver por la Rue de 5 Diamants, tomé el Passsage Sigaud hasta la Rue Barrault, para callejear un poco, a ver si había suerte y salía otra vez a la Place de la Commune, y estrenar el café de la esquina, frente a la Boulangerie, en donde quizá pudiera ordenar los apuntes que había tomado; cuando la vi estaba buscando no sé muy bien qué perspectiva, pues no había allí lo que las guías llaman "edificios singulares", sino precisamente callecitas ordenadas, limpias, antiguas, en donde lo que más destacaban era unas sencillas farolas con aire antiguo y el sabor de barrio recoleto, en realidad con muchas casas nuevas, incluso vanguardistas, pero sin superar la altura media de cada calle, por lo que no se rompía la perspectiva general. Debió verme apuntar una sonrisa y eso sería lo que le hizo atreverse, cuando  iba a pasar a su lado, a mover la cámara de fotos –pequeñita, digital, probablemente japonesa. Era fácil saber lo que quería, así que prolongué la sonrisa, la acentué sin exagerar, y asentí, claro; sin darme cuenta casi mascullé algo en francés ("bien sûr..."), lo que resultó ser la fórmula definitiva, porque desplegó actividad, dejó la cámara en mis manos, y se empezó a mover por la acera, emitiendo monólogos sugerentes... en español. "Aquí...." "¡Dos...! "Así..." y a cada retahíla de monólogos cambiaba de postura, o buscaba un fondo distinto, y me dejaba una sonrisa de agradecimiento fugaz. 
Apunto estuve de del comentario: "Tranquila, sí, que las voy a hacer, saldrán bien...." en español; pero, primero algo embobado por el despliegue de entusiasmo al que estaba asistiendo, y luego por intuición, amplié mis sonrisas y callé, mientras seguía más o menos sus consejos sobre la luz, la calle, el día de otoño y otras circunstancias que parecían colmar la felicidad de esa dama joven, que probablemente estaba cumpliendo sabe dios qué ilusión y que había sabido ir al barrio parisino menos turístico para fotografiare en él. Así que durante un rato hice fotos, hablé muy poco, en francés, ella me devolvía monólogos confusos en español y sonrisas de satisfacción y agradecimiento en idioma de la tribu humana. Hubiera podido decirle que era mejor hacer las fotos con la avenida de manzanos otoñales de la propia calle, de la Butte, al lado, delante del Temps de Cerises, o que tomáramos un café en les Cailloux –el nuevo, que parecía muy agradable, dominando la plazoleta de la Commune, con su graciosa fuentecilla de cariátides....; pero no dije nada, porque de seguro se hubiera roto el encanto de que un parisino, del barrio, le ayudara a hacer las fotos en aquel rincón. Cuando explicara su viaje lo contaría, a su manera: una anécdota más para el cumplimiento de sus ilusiones.

No está nada mal el café de Les Cailloux; estos galos han mejorado bastante en una de las cosas que no acababan por lograr: el café. Otra asignatura que tampoco terminan por aprobar, pensaba ante la dejadez del camarero que me sirvió, es la de la simpatía natural. Aquella española volvería contando que los parisinos eran muy agradables y que, por ejemplo, a uno le pidió que le ayudara a llevarse recuerdos fotográficos de la Butte, y se entretuvo con ella un buen rato, sonriente, cordial, biendispuesto. 
El café está bueno, pero lo que resulta excepcional es la media luna, será de la boulangerie de enfrente, que yo solía frecuentar hace unos años, a la vuelta del site François Miterrand. 

[Antoine Denis]




sábado, 21 de abril de 2012

Confesiones, confesionarios y calcetines

Rica, muy rica es la tradición de las confesiones, desde las agustinianas hasta las el pequeño filósofo azoriniano, cuyas cavilaciones –y sobre todo su modo de decirlo– me encandilaron de muchacho. Quizá provenga de ahí y de la educación religiosa que nos daban –la única que estaba permitida– la tardía vocación de confesor con la que alivio y torturo a la vez a mis colaboradores y discípulos. O quizá sea, por el contrario, que soy buen confesor y después de haber escuchado cuarenta años de confesiones más o menos juveniles se me ha creado el hábito de oírlas con respeto –y con envidia, claro– y de comentarlas con unos y otros. La tendencia a respetar la confidencialidad y a escucharla siempre que alguien acude a confesar puede que esté detrás de los muchos confesionarios que ahora veo que he ido fotografiando por todo el mundo. Este fin de semana lo hice en las Calatravas de Madrid y luego en la iglesia de San Gil –la antigua de San Hermenegildo–, que tenía muchos, en madera noble, como debe ser, con sus dos laterales diferenciando sexos y el refugio aterciopelado y confortable del confesor. ¿Será que en esos barrios se peca más? Ahora son barrios de ejecutivos y de emigrantes, muchos de ellos dedicados –¿u obligados?– a la prostitución. Barrio empecatado. Yo creo que proviene más de los ejecutivos de bancos y entidades financieras que de los que andan vendiendo cuerpo y afecto por cuatro perras.
A mí no me confiesan nunca pecados de carne, bien que me gustaría, sino tristezas, depresiones e incertidumbres laborales y profesionales, que inciden a veces gravemente en cuestiones humanas y que hacen vacilar a unos y a otros sobre decisiones, caminos, estudios, viajes, proyecciones.... El pecador o pecadora viene casi siempre con su indecisión resuelta, pidiendo una confirmación, un envite, una explayación en mente ajena del mapa que ya se ha construido; el rebote de sus ideas, quizá una mínima ayuda. Escuchar a los otros es una de las tareas que más me ha formado, probablemente, aunque luego, llegado el caso o afectándome a mí, no haya sabido resolver como en su momento convine con algún pecador que sería adecuado.

Un elemento filológico interesante se da en todo este tejemaneje de confesiones: el cómo lo digo, que es muchas veces motivo de consultas. Yo escucho y escucho y escucho, y a veces pregunto, y cuando ya el pecador se ha centrado y señala inequívocamente lo que le ocurre, con su "¿cómo lo digo?" al lado, le suelo contestar: exactamente como me lo acabas de decir ahora que lo he entendido. La fórmula resulta especialmente aconsejable para capítulos, tesis, cartas, resoluciones que se han de acompañar de exposición, etc. Decir las cosas bien y sencillamente es, frecuentemente, el centro del problema.
Tengo otra manía –entre muchas inconfesables, precisamente– que es la de los calcetines. Cuando alguien se va a lejas tierras y me despido, casi siempre le pido que cuando vuelva me traiga unos calcetines, más exóticos que lujosos o refinados. Tengo una gran colección de calcetines; aunque en casos muy sentimentales –lo confieso– nunca me trajeron calcetines. Los calcetines se rompen, por el dedo gordo y por el talón, en mi caso; y según los voy tirando a la basura, confieso que me acuerdo de quien me los trajo y me pongo sentimental, arruinado, melancólico. Si cruzando uno de esos estados de ánimo alguien me pide confesión, he de hacer un gran esfuerzo para no aconsejarle que tire la toalla, y que yo nunca me arrepentí de lo que hice, pero sí de lo que no hice, es decir, que peque todo lo que pueda, sin arrepentimiento, con esplendor.




Me he pillado planchando una camisa....

Me he he pillado planchando una camisa
cosa que no me ocurría hace tiempo
y hasta he dispuesto estratégicamente
las calvas se con cuatro cubran pelos,

lo que quiere decir a todas luces
que algo ha pasado y el alma está en celo;
el colmo ha sido limpiar los zapatos
y el gesto chulo que manda el espejo,

como si que por jugar a perfiles
todo cabal estuviera y resuelto;
ahora no soy el que soy cuando soy
a ver si así sin romper me mantengo….

mientras que llegas me miras me dices
me haces feliz  y conmigo me vuelvo



viernes, 20 de abril de 2012

Actuar, crear, hacer.... La lucha por la dignidad

Eso tiene Madrid, que la llamada oferta cultural suele ser compleja, amplia, muy diversificada.... No todo el monte es orégano, pues en muchos casos se trata de actividades postizas, inventadas o demasiado determinadas por el mercado; a veces se descubre el tinglado tarde, cuando uno está a mitad de un falso concierto espontáneo; en una exposición que no tiene ni pies ni cabeza; en un invento erudito para cobrar como comisario; en un acto en el que confluyen personas anunciadas como "competentes en" y que han resultado ser los primos del organizador –en el mejor de los casos– o quienes pagan el acto. Y luego existen las confusiones y las mezclas, quizá por ese prurito falso de querer calificar algo como "lo mejor de". En las actividades culturales –cine, teatro, charla, exposición, danza, música....– es casi siempre un despropósito hablar de lo mejor. "El mejor concierto". "El mejor poeta". "La mejor exposición".... 
Hoy, por ejemplo, he acudido a un espectáculo de danza (en la RAES de Madrid) que probablemente no puede ser "el mejor", pues eran alumnos de la escuela de danza, arte dramático, etc. quienes actuaban, pero el espectáculo derrochaba interés por todos lados, sobre todo en estos tiempos de acoso a las actividades de tipo cultural o artístico que, aparentemente, no producen beneficio ni inmediato ni contable. Estaba, sin embargo, el teatro lleno de chavales y jóvenes, que salían con los ojos enrojecidos y emocionados de ver esfuerzo y logro, en lo que yo he visto, con cuatro actuaciones (clásica, española, moderna y gallega), de otros jóvenes que, como ellos, estaban poniendo ilusión y esfuerzo para crear.


No lo he dicho a humo de pajas: de las pocas cosas que todavía defiendo: la actuación, la actividad creadora, el esfuerzo para que no nos quiten los lugares en donde podemos ser todo lo libres que se pueda ser en medio de una sociedad  que promueve casi exclusivamente lo que se cuantifica (a más de algo, mejor), lo que entra en el mercado o lo que nos deja quietos, inermes, más o menos embrutecidos, incapaces de solo mirar, sin pensar, sin actuar y, cada vez más, sin imaginar.


De hecho el sordo ataque a la cultura, sobre todo si es minoritaria, difícil, si exige niveles cada vez mayores de educación y cultivo, de enseñanza, actuación, ensayo, es un ataque a la dignidad humana, un deseo poco disimulado por arrasar belleza y cercenar nuestras posibilidades de saber, comprender, pensar reflexionar. Es una manipulación, la que nos quiere inertes. 


El jueves escuché recitar versos a Pablo García Baena y Rafael Juárez (en la foto), presentados por Blanca Andreu. Y por la mañana, completé uno de los paseos por el Madrid viejo –Las Calatravas–, para lo cual hube de ir a la Academia de Bellas Artes de San Fernando –ya lo explicaré. De paso vi la exposición de dibujantes de "Cuadernos para el Diálogo" (es la temporal, ahora, al lado de los grabados de Goya). Sin embargo, no me dejaron visitar el Casino y tuve problemas para visitar la exposición sobre Perec en el Círculo de Bellas Artes: tenía mucha curiosidad por ver qué pasa con los oulipianos. Otra vez será.   Muchas cosas en Madrid. Menos mal que el Retiro, de camino al recital poético, me dio la magia de atardecer.






La muerte de Zurita


El Consejo de Inquisición notifica la muerte de Jerónimo Zurita

Ya VM sabrá cómo murió Hierónimo Çurita, secretario de los negocios deste Consejo acerca de VM, y porque Mateo Vázquez ha muchos días que los trata, y por mandado de VM cuando dejó el oficio que tenía  quedó oficial y miembro deste Consejo, y así ha venido a él, y asistido a los negocios que se trataban sin guardar con él secreto más que cuando tenía de oficio, y esto muchas veces, y si yo nombrase a otro para este oficio se le haría notable agravio, siendo VM dello servido se le hará la provisión de la manera que se ha dado a los señores que han tenido este oficio

Zurita trabajó, como se ve y en este blog hemos señalado a veces –incluso reproduciendo autógrafos– trabajó para el consejo de la Inquisición, era en realidad el hombre de confianza de Felipe II en asuntos de Inquisición, sobremanera durante los años que van de 1565-1575. Zurita era también amigo de Diego Hurtado de Mendoza; y probablemente conoció de primera mano todos loa asuntos relacionados con obras expurgadas. Por cierto que, lateralmente, concierne a las historias del Lazarillo, del que acaba de salir una nueva y flamante edición –la enésima de esa orientación. Me extraña que el editor no aluda, siquiera por encima a documentación histórica, por ejemplo al largo expediente e inventario del testamento de Diego Hurtado de Mendoza, con la actuación dede Diego Gracián Dantisco (en el AHPM); tampoco parecen haberse manejado los expedientes de la orden de Alcántara (en el AHN), ni los billetes de Mateo Vázquez (en los papeles del IVDJ).... Es extraño.

miércoles, 18 de abril de 2012

Hilos de la historia: Carvajal, Calderón, Vargas


Repasando la correspondencia de Fernando de Borja, como maestre de la orden de Montesa, me encuentro con esta carta de 1601, en la que enseguida se distingue la letra amplia y desgarbada de Rodrigo Calderón, el privado del privado Lerma en tiempos de Felipe III, de triste destino: decapitado a la muerte del Monarca, en la Plaza Mayor de Madrid. 
Faltan veinte años para que la historia dé la vuelta, en estos momentos el ambicioso Rodrigo –probablemente en Valladolid, de donde era y donde se encuentra la corte– se va a casar y ha elegido dama. Está sopesando si sus amores son correctos y van bien encaminados y ha debido escribir antes de Fernando de Borja –y, sin duda, se lo ha comunicado a muchos más–, quien parece haberlo aprobado: "El Duque [de Lerma], mi señor, me ha hecho merced de admitir la plática de casarme con doña Inés de Vargas, hija de don Miguel de Vargas, por haber parecido a su excelencia que me estará bien y así esta ya tan adelante que no falta más que Vs., como mi señor, lo tenga por bien..." Rodrigo Calderón cuida el detalle –la fineza– de continuar la copia del amanuense con un párrafo de su puño y letra, signo de cordialidad respetuosa: ... suplico a V.Sª. me perdone la mano ajena y el darle esta pesadumbre, pues como criado y del Duque deseo acertar en todo...."
El titulillo de esta entrada alude a que en varios lugares de este blog hemos dado a conocer textos, la mayoría autógrafos, de Luisa de Carvajal, entre los cuales una jugosa correspondencia con Rodrigo Calderón, que alcanza hasta la muerte de Luisa (1616) y se prolonga con su traslado desde Londres a San Sebastián; allí va a  recoger su cuerpo Rodrigo Calderón, aprovechando las comitivas de las entregas reales (1616), y se lo lleva algo sigilosamente a Portaceli de Valladolid, de donde será exhumado unos meses más tarde, por orden de Felipe IV, para trasladarlo al monasterio de la Encarnación, en donde hoy se encuentra. Todo lo que concierne a esta historia se ha dado a conocer, a partir de documentos originales siempre, en este blog, por eso no insisto ni aclaro nada más.
Como me advirtió son sensatez y conocimiento mi colega y amigo Luc Torres –el estudioso y editor de La pícara Justina–, en un reciente encuentro de hispanistas en La Sorbonne, la correspondencia tiene su razón de ser en que esta Ines de Vargas era la nieta del virrey, diplomático y consejero Francisco de Mendoza, es decir, una de las dos primas con las que Luisa de Carvajal, huérfana se crió, y a las que alude constantemente en su autobiografía confesional.
El círculo de nombres, circunstancias y fechas se cierra casi completamente cuando se casan nombres y fechas. Eso sí, no parece que en Valladolid –allí esta la corte– don Rodrigo y Luisa de Carvajal se hayan conocido, pues ninguna alusión encuentro en el epistolario de Luisa al respecto.

Estudios de lexicografía española (II): Evento

los eventos están por todos lados
y además lucen consuetudinarios
como temía con razón mairena
cuando explicaba su filosofía,

cuando había pizarra tiza alumnos
y no servía rua como calle
en castellano, claro, los eventos
invadidos nos han el diccionario:

elefantes del rey, primas de riesgo,
juicios a la pantoja, peroratas,
polvos de los famosos, enseñanza
y sanidad  a la la basura, todo,

eventos  al azar sin adjetivos,
como por arte de birlibirloque.

Un evento (se puede ver en el MAN, Madrid)

martes, 17 de abril de 2012

No creas que lo tengo nada claro....


Si a tu lado pudiera algunas veces
si a veces yo pudiera ser al lado
se podría quizá ya entonces porque
bien sé lo que pensaste y he pensado

no hace falta que diga nuevamente
que diga lo de amor y lo de amado
ni hacen falta los versos con sus rimas
ni si así lograré lo que he buscado

tú pasas y yo paso y lo que ocurre
tantas veces sin mí te habrás marchado
que la queja me falte si tú entonces
es tu voz la que nunca me ha llamado

escribir porque tú nunca has venido
no creas que lo tengo nada claro


domingo, 15 de abril de 2012

Ensaladas l.q.p.

Se trata de la más universal de las ensaladas, y ese nombre recibe en las cartas de excelentes restaurantes. Todo el mundo tiene su propia fórmula. Su versión completa, como es bien sabido, es "lo que pille". La sutilidad y la gracia de las ensaladas, sin embargo, deriva tanto de recoger y rechazar como de mezclar y aderezar; y eso ya es harina de otro costal. 

Ensalada l.q.p.: endivias, tomate, zanahoria rayada, manzana, etc.
Por la razón que sea, probablemente por su carácter vicario y humilde, la ensalada más tradicional ha de tener base vegetal –no ha de faltarle el verde–; yo incluso iría más lejos y dejaría de llamar ensaladas a los platos cuya base se va a carnes, pescados, pastas y otros alimentos. Los aires ecologistas, el cuidado de las comidas, el ataque a grasas y alimentos pesados ha encumbrado las ensaladas a primeros platos y, de modo cada vez más generalizado, a platos únicos, cosa impensable antiguamente; y así muchos restaurantes –y muchos comensales– ofrecen como plato una carta de "ensaladas". Como el mercado se defiende, sus precios se han disparado para entrar en la cota de los pescados, los solomillos y otros platos contundentes, los tradicionalmente caros. Pueden costar más caros los ingredientes de una ensalada que los filetes de pollo o de carne de cerdo, pongo por caso.

La misma ensalada que la la ilustración siguiente, movida o mezclada
No por mucho pillar la ensalada ha de ser mejor; la parquedad verde, bien regada con aceite de oliva, la nota color de un tomate de pera y un par de aceitunas picadas, después de recibir unas gotas de vinagre de jerez compite triunfalmente con esas ensaladas agresivas en las que se mezcla la pechuga de pollo con la nata, la salsa rosa con el salmón, etc. En esta primera exposición de ensaladas vamos a dejar fuera toda la historia de las salsas (¡normalmente con nata!), que son un poco la negación misma de la ensalada.

aguacate, maíz, endivias, hoja de roble, espinacas, pipas, manzana
En realidad los parámetros por los que se ha de conducir una buena ensalada pasan por cuidar la selección de los ingredientes, desde luego, a partir de que sean siempre frescos y simples; pero luego ha de tener en cuenta, al menos:
la mezcla de ingredientes (compatibilidad, contraste, armonía, etc.)
su corte o tamaño (del muy menudo a trozos grandes, pasando por las mezclas)
su aderezo (desde los ingredientes simples a los sofisticados)
su mezcla y presentación (ordenados, artísticos, mezclados)

En la mezcla de ingredientes hay quien prefiere la armonía al contraste; el justo medio juega bien, siempre que no sea aparatoso: se aconseja el contraste frutal discreto: trocitos mínimos de manzana –que va bien con casi todo–, pera (la pera va muy bien con las espinacas), o de granadas (en contraste con la escarola); etc. El contraste con ácidos o avinagrados puede tomar como base la amplia colección de apios, sojas, ensaladas chinas, etc. ya preparadas en frascos o botes; la verdad es que funciona perfectamente el pepinillo en vinagre, cortado, y las aceitunas. 

tomates secos, zanahoria rayada, rúcula y espinacas, pepino, maíz, pipas, aceite de oliva y vinagre
En realidad la mezcla empieza con la selección de las verduras de base, desde la tradicional lechuga –romana, iceberg, manteca, de roble....– y la escarola hasta la familiarización con otras europeas, ya usadas abundantemente, sobre todo de la sabrosa rúcula y de los canónigos. Han entrado también en este juego las espinacas tiernas y otras muchas, llegándose a aceptar como base la lombarda y sobre todo algunas variedades de col, principalmente la china, de sabor muy fino. No es aconsejable mezclar todas al tuntún, pues algunas se repelen.
A la base vegetal se añaden otras verduras, fundamentalmente el tomate, las endivias (enteras, cortadas en gajos o picadas), el apio (de sabor muy fuerte, hay que manejarlo con cuidado), incluso alcanzando al champiñón (crudo y troceado o laminado), el brocolí, la coliflor, el maíz, espárragos, el aguacate, las judías verdes.... Es decir, hortalizas. Cuanto más se avanza el el añadido de ingredientes alejados de la base de verdura, más cuidado se ha de tener con la mezcla. Sabido es que se pueden añadir, finalmente –yo no lo aconsejo– legumbres cocidas o preparadas: judías blancas, garbanzos. Ya nos estamos saliendo casi totalmente de la "ensalada". No he visto, todavía, nunca en este tipo de ensaladas habitas o guisantes, por ejemplo.

berros, tomates secos, semillas de sésamo tostadas y langostinos
El paso a otra categoría distinta –carnes, embutidos, pescados, mariscos....– es un paso peligroso, que quizá deba hacerse siempre como sugerencia y con parquedad, sin necesidad de acudir a grandielocuencia: una sardina de lata, desmenuzada puede dar tanto o más sabor a una ensalada que un carísimo marisco. Lo que mejor suele casar son los langostinos (como los del ejemplo). El rey de los pescados para las ensaladas es, sin embargo, el atún y el bonito, que entraba por derecho propio en la tradición de las ensaladas españolas (lechuga, tomate, atún; luego con maíz y a veces cebolla). Le sigue en interés el salmón, que salpica con su fortísimo sabor toda la ensalada. Entre los embutidos se suele utilizar mucho el bacon. Y entre las carnes, la pechuga de pollo.
Capítulo aparte es el de los quesos, que a veces se usan con exceso y anulan el sutil juego de sabores de una buena ensalada; por eso vienen mejor los frescos (de Burgos, Villalón, asturianos ácidos....) que se deben cortar menudos.
Las semillas han entrado también hace poco en la ensalada l.q.p. Mi preferida es, desde luego, la de las pipas de girasol, crudas o fritas y además en abundancia. Las semillas de sésamo tostado son también muy sabrosas. Un par de nueces desmenuzadas cumplen la misma misión.
¿Cebolla cruda? Eso depende del gusto de los comensales, pues la cebolla impone su ley allí donde asome y suele casar muy bien con algunos ingredientes, particularmente don el tomate y los aguacates. Los tomates gustan de gajos grandes de cebolla, pero luego rechazan muchas otras compañías. Es comida exquisita –sobre todo en verano– un buen tomate extremeño con grandes gajos de cebolla, nadando en aceite de oliva y vinagre de jerez.
Y con eso alcanzamos el aderezo, porque el tema es erudito, complicado y exige estudios profundos, de manera que conviene terminarlo.
Al final, ya saben, aceite de oliva, vinagre (o limón) y sin sal. Pero aceites y vinagres irán en otra entrada, como las ensaladas con adjetivo (ensalada de remolacha, rusa, de almendras, etc.) 




sábado, 14 de abril de 2012

Poesía actual


Hace tiempo que no abro estas páginas a poesía actual; así que de perlas me viene vocear la clausura de este ciclo, el próximo jueves 19 por la tarde, en Madrid, pues allí leerán dos vates, de los que yo he pregonado en otro momento a través de las series de poesía actual de este blog. Vienen del sur de España, de Granada y de Córdoba respectivamente, y no hace falta que se les presente, el mayor, por lo demás, anda en todas nuestras historias literarias; del menor, Rafael Juárez, no se puede decir que "lea", a no ser las líneas del corazón y los versos de la memoria. Allí estaré.
Lo que viene en el ciclo, antes de este cierre, resulta para mí más irregular; y eso no es reproche, sino constatación de la diversidad de voces. Mi última asistencia a lectura de poemas fue en el Bukowsky, y leyeron Víctor Sierra y Segi García. Y aun el anterior fue una lectura de María Salgado –que me ha prometido su nuevo libro– en la Casa de América. ¡Cuántas voces y qué diferentes! Y sin embargo, sin embargo.... He de trazar un telón crítico-reflexivo-hurgador porque tienen mucho más en común de lo que piensan.
Recital de Sergio y Víctor
Recital de María Salgado (y de Álvaro Pombo)


Distribución de pobres en el barrio


Distribución de pobres en el barrio.
Se ocuparán primero las esquinas,
las entradas del súper, las iglesias,
y sobre todo las pastelerías;

vendedores habrá de la Farola
en hospitales y comisarías;
los que sepan tocar algo de música,
si solos, pedirán en loterías, 

y si tocan en grupo, por los parques;
muestren cartel los ciegos, sus heridas
los enfermos, descubran sus muñones
los lisiados, con fotos y estampitas.

Haya distribución de razas siempre.
Orden en la pobreza, y armonía.

viernes, 13 de abril de 2012

Regalo a mis comentaristas de la entrada anterior



Travesía del Retiro, otra vez



La culpa no es mía, la de repetir: repito mi camino cuando atravieso el Retiro, hacia la otra parte, en donde están lugares habituales de mi trabajo: el Archivo Histórico de Protocolos, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Prado, la Biblioteca del Museo Reina Sofía.... Habría que hacer un inventario y valoración de todos esos lugares –en este caso, madrileños– en donde se deposita el mayor caudal documental de nuestra historia y de parte de nuestra cultura –la que se fija; de hecho he pedido a una de mis alumnas, enchufada, que me ayude a organizar ese mapa, y he empleado las malas artes del chantaje emocional, por lo que creo que puede dar resultado. Existen sobre el tema, por supuesto, guías muy variadas, la más densa una monografía de la UAM –hecha por el departamento de Historia Moderna– de hace unos quince años, desde una perspectiva más hacia la historia de los fondos que topográfica, desde los lugares en donde se depositan, que es la que yo quiero hacer.


De manera que sí, repito, con variantes, porque al Retiro le ocurre como a las personas: que un día tiene catarro, otro ha dormido bien, por las mañanas anda como que se acaba de lavar la cara y por la tarde se entrega a los arrumacos. Ahora, desde las últimas lluvias de semana santa, se ha venido a flores. La última ilustración de esta entrada enseña ya los lilos en flor. Conviene no decir dónde se encuentran –también, también tengo mapa– porque ahora, con la crisis que llaman, la gente arrampla con todo: los que están a la entrada de la calle Ibiza enseñan su flor una sola vez, enseguida las arrancan. Como en el otoño las drupas de los madroños en el paseo de coches.
Esta vez, con aires de tormenta, el Retiro iba y venía a una penumbra deliciosa y los árboles, cuando se les echaba el viento encima, parecían bailar. Me he acordado de que la próxima semana voy a disfrutar de danza, y entre lo uno y lo otro y el barullo y la crisis y yo que se qué, los versos. Todo terminó con un sauce llorón que ya empezaba a llorar y, algo más tarde, con el Conde de Villamediana vendiendo casas en la calle Mayor. Ya lo contaré.

Tormenta en el Retiro



Son los árboles del parque danzantes
que llevan la armonía hacia la altura,
apenas si se nota cuando paso
pero yo sé que cambian su figura,

los brazos de sus ramas extendidos
jugando con las hojas gesticulan,
meditan si a la luz es donde van
meditan si quedar en la penumbra;

ponle trenzas al aire con tus brazos,
haz un nudo a la gracia con dulzura
y mueve como el árbol que nos mira
el gesto silencioso de la música.

Al archivo me voy –paso de danza–,
y aquel sauce llorón va y me saluda.

Los primeros lilos