Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 30 de octubre de 2016

El remanso de los jardines de Cecilio Rodríguez


Solo se abre los fines de semana, probablemente porque lo consideran una joya que hay que cuidar y se puede estropear más fácilmente que el resto del Retiro. Mantiene, además, varios edificios y una fauna peculiar –la de los pavos reales– que conviene preservar. En el edificio central y en sus jardines recuerdo que el alcalde Tierno Galván nos ofreció una "recepción" a los integrantes de Edad de Oro, el seminario que organicé y celebré durante dieciocho años en la Universidad Autónoma de Madrid, y que luego –como casi todo– fue saqueado y degradado, hasta hacerlo desaparecer.

  

Los jardines resultan algo remilgados frente al aire más espontáneo del Retiro, pero tiene el encanto de algunos de sus rincones, de las edificaciones en ladrillo, los parterres, las fuentes.... y no mantienen un jardín muy especial –la flor y planta más abundante probablemente sea la hortensia–, excepto en algunos pocos casos, por ejemplo, allí se localiza uno de los pocos alerces del Retiro. Es un árbol de montaña, y es raro verlo allí. Hay hermosos ejemplare de pinos, castaños, álamos.... y sobre todo uno de los llamados "árboles singulares de la comunidad de Madrid", un árce plateado centenario, que nos da su imagen a poco de entrar. Mantiene una planta impresionante y ramifica todo un paraje de aquella zona.


Las plazoletas, con fuente en medio, y algunos de sus rincones más coquetos andan en obras, como medio Madrid, arreglándose. para ofrecer su mejor cara, que siempre –en este caso– resultó limpia, agradable, tranquila.


El paseante ha recorrido el parque hoy, buscando lo que este nuevo veranillo está haciendo en el Retiro, particularmente en la Rosalea, otra vez florecida, y en el dorado de un otoño que, al recibir el sol, enciende todo el parque de dorados y amarillos.







sábado, 29 de octubre de 2016

otra vez como siempre vuelve otoño





 el agua que resbala por los arces
alumbra transparente        en los madroños
los ciruelos silvestres colorea
y humedece la veta de los troncos

porque vino la lluvia      como siempre
trajo octubre las nubes del otoño
el barro a los caminos    y en los bancos
la soledad      la calma      el abandono

la senderos se alargan y se estrechan
ni hojas ni flores          llegarán los ojos
entre ramas y nubes       
a ver nada
tierra     lluvia     aire       nos quedamos solos

aun sentimos      belleza      mientras tanto
otra vez      como siempre   
   vuelve otoño


viernes, 28 de octubre de 2016

piel de otoño



el aire suave del amanecer
al aire tibio sabe de tu cuerpo
el desliz de la luz        entre las ramas
entre las sombras juega     de sus gestos

¿hacia dónde    el camino    de hojas secas?
¿dónde los pasos van       a qué silencio?
¿dónde la voz    que con sus labios     dije
cuando buscábamos    los nuevos besos?

los besos que su piel     tanto sabían
caminos de pasión   siempre secretos
decirte    donde todo se detiene
serenidad    sin fin     del movimiento

caminos de la piel     ojos cerrados
abismos  hondos  cerca  lejos   dentro





miércoles, 26 de octubre de 2016

De los conciertos de Marta y Micó

Marta y Micó vuelven a actuar en Madrid. Además del programa, ahí van los enlaces pertinentes









Jornadas sobre China


martes, 25 de octubre de 2016

Juan Carlos Rodríguez


Muchas entradas de este blog estuvieron dedicadas a la obra de Juan Carlos Rodríguez, fallecido ayer en Granada, en cuya universidad ejerció durante mucho tiempo, desde que terminó su formación parisina. Humorísticamente se decía –se dijo– que Althusser era dios en la tierra y JCR su profeta. El caso es que él enseñó a su alrededor –y a la generación que lo leyó bien– un modo de pensar a partir de los textos, que para él eran –consecuentemente– lo mismo textos literarios, sobre todo, que ensayos filosóficos o artículos de periódico. 
Su obra se difundió, primero, entre sus alumnos, luego discípulos, finalmente compañeros y colegas; de manera que si uno llegaba a Granada se encontraba con el pensamiento de JCR cada vez que entraba en el campo de las humanidades. Muchas de las personas que, por alguna razón, han trabajado conmigo allí o desde allí  –o con quienes mantuve alguna relación de profesor-alumno, pues yo coincidí en Granada como profesor con JCR–, descubrían la veta fecunda en la que JCR había dejado su semilla: José Luis Fernández de la Torre, Javier Maldonado, Luis García Montero, Sonia Fernández, Rafael Juárez.... y muchísimos más. Algunas veces he historiado las beneficiosas ramificaciones de aquella siembra: en un largo artículo de VOZ Y LETRA, por ejemplo. Por cierto, hay que recorrer esa revista para encontrar muchas de sus contribuciones, sobre Alberti, Aleixandre, Valle-Inclán....; incluso apostillas a su último libro sobre El Quijote
Su estela ha sido fecunda, extensa, profunda.


¿Qué hacía JCR en sus clases y qué difundía en sus escritos y en sus libros, numerosos? Sencillamente leía de otra manera, lo que le llevaba a pensar de otra manera, y a extraer "otras" consecuencias del texto, de su lectura y de su crítica. Esa manera se suele calificar de "marxista". Puede servir, sobre todo si luego leemos uno de sus últimos libros, el de la ilustración anterior; pero no es tan fácil explicarlo como denominarlo.
Al situar la obra en su contexto histórico, como un manojo de ideas y no como un artefacto verbal tan solo, JCR rompía con los modos tradicionales de considerar los textos, que en España derivaban del absoluto dominio de la Escuela Filológica Española, en su etapa más rica e inicial como "lengua histórica" –Amado Alonso, por ejemplo–; pero luego degradada a mero conjunto de palabras que se mezclaban sin ton ni son, tal el caso de Lázaro Carreter y sus infinitas secuelas enfermizas, incapaces de ver más allá en los textos escritos que una "procesión de hormigas", queja del propio JCR cuando, en unas oposiciones, Florencio Sevilla quiso emular a Francisco Rico, empleando su tiempo en contar erratas, letras, líneas y cosas así. JCR hacía lo contrario, iba "a lo que decían" y a lo que decían en aquel momento de su creación. Algo en apariencia muy simple, pero que desde el último tercio del siglo que se fue se había tozudamente evitado en la crítica hispánica. Por ejemplo, para Lázaro Carreter, El Buscón era un juego verbal, como si de una composición de Lezama Lima se tratara. No hace falta señalar –no es lugar– que frente a la otra crítica, llamémosla europea, tampoco JCR adoptaba la pose ética o moral, desde la que se podían juzgar los textos, equivocadamente a mi modo de ver, violentando sus circunstancias históricas. 
En principio es eso, tan sencillo como eso.


Pero la difusión de su modo de pensar y de su obra es mucho más rica; si uno tenía la suerte de acompañar a JCR fuera de circunstancias estrictamente académicas, su enorme cultura y su voracidad como lector y pensador abarcaba todos los terrenos y circunstancias, cosa que se puede observar también en sus múltiples ensayos, aunque, como dice uno de sus mejores colegas, también discípulo –Andrés Soria– de vez en cuando "se tire un farol", para engolosinar a quien le escucha o lee, probablemente, porque en el arte de la persuasión verbal, JCR utilizaba con frecuencia los comienzos "in media res".
No quisiera prolongar esta nota volviendo a explicar el choque académico que se produjo cuando, en Madrid, vino a reclamar un reconocimiento de su tarea como profesor y ensayista. Una recua de personajillos ignorantes –la mayoría de los cuales siguen siendo quienes organizan los tinglados oficiales en universidades y academias– le degradaron y tumbaron su entusiasmo de profesor....; tardó en reponerse, pero poco a poco volvió a ser el JCR de siempre.
Volveremos a releerlo.


Unas veinte entradas y nominaciones encuentro en mi blog sobre JCR, de ellas extraigo las ilustraciones y este soneto, al arrimo de sus ideas, de una de ellas, al fin y al cabo JCR sabía apreciar la poesía y se acompañaban –Ángeles y Juan Carlos, la poesía y él– felizmente:

las cosas se dirán     que ya se han dicho
cada vez se dirán     de otra manera
con pasión     desencanto    rubor    miedo
y serán    cada vez    sin duda     nuevas

porque el tiempo se trenza  cada vez
a un momento     a unos ojos     a una tierra
y en el hueco que se abre al caminar
es nuevo lo que sientes     lo que piensas

nadie podrá vivir aquel entonces
que vives     que te asombra     y que te lleva
suenan los viejos versos deslumbrantes
y otra vez los escuchas    y te llegan

que es verdad que tu ser     así sucede
mientras que vas   contigo     solo    mientras





lunes, 24 de octubre de 2016

Gotas de lluvia en hojas de otoño


Las hojas que caen junto a las hojas que permanecen. Ese es el resultado de mi paseo para recoger imágenes de la lluvia en El Retiro, una mañana de domingo. 



He ido observando poco a poco si las hojas recogen o no la lluvia, porque muchos árboles –los castaños, los plátanos, lo arces, los liquidámbares...– no lo hacen; en tanto otros –el árbol del amor, los avellanos, los madroños....– si que dan cobijo a las gotas en sus hojas, y hasta parece que las presentan como en bandeja. Nada comparable a las estalactitas artificiales que juegan con la luz en las pináceas, como esperando a que salga el sol para descomponer colores. Otros árboles, los más grandes, sobre todo los eucaliptos, visten el tronco de humedad oscura, y expanden su buen aroma por todos lados. Es su modo de responder a las lluvias y al otoño.