Estuve ayer toda la mañana en el museo del Prado, en donde tenía que recoger unas cuantas notas sobre aspectos diversos, la mayoría de los cuales han ido asomando en este cuaderno (El San Hermenegildo de la parroquia de San José, El Milagro del Pozo de Alonso Cano, el retrato de Isabel de Portugal de Tiziano, la escultura de la misma hermosa reina....) En muchos casos tendré que añadir o matizar cosas ya dichas antes; no todo lo que explican las cartelas explicatorias está bien ajustado a la realidad histórica; sin embargo y en general, me he reconciliado con este Prado moderno, oriental –por sus visitantes– y arquitectónicamente mixto, y no solo por lo que desde siempre se sabe –Velázquez, Goya, retablos góticos....–, sino también por algunas de las novedades.
El claustro de San Jerónimo, por ejem plo, vacío en esta ocasión, con solo las estatuas de los Leoni y una luz invernal entrando a raudales por el techo y los vanos acristalados –los arcos–, con muy poca gente, prácticamente solitario, era un lugar perfecto para una "estadía" contemplativa y evocadora, probablemente para un puro estar. Eso sí, no se podían obtener fotos (buscaré alguna en la red).
El claustro de San Jerónimo, por ejem plo, vacío en esta ocasión, con solo las estatuas de los Leoni y una luz invernal entrando a raudales por el techo y los vanos acristalados –los arcos–, con muy poca gente, prácticamente solitario, era un lugar perfecto para una "estadía" contemplativa y evocadora, probablemente para un puro estar. Eso sí, no se podían obtener fotos (buscaré alguna en la red).
También recorrí la exposición temporal de Chardin, exquisita y asequible, de la que daré noticia más tarde. Y anduve fijando otra serie de datos quevedianos: nuevamente la ubicación de Carlos V dominando el furor (Quevedo tiene un soneto a esa estatua); intenté averiguar, por ejemplo, si como dice la crítica especializada, el fondo madrileño de los fusilamientos del tres de mayo, de Goya, es la Iglesia de Nuestra Señora de la Almudena –de la que he hablado en este cuadernillo–: es difícil saberlo, hay un juego de torres y tejados al fondo, desde luego.
Y volví a mirar los ojos perdidos de Isabel de Portugal, para enamorarme un poco más de ella. He leído documentos y papeles de la época, cuando allegaba documentación sobre el Lazarillo, en donde se cuenta parte de una historia, que se conoce por otras fuentes. El retrato está hecho unos diez años después de muerta la reina (1539), porque Felipe II así se lo encargó a Tiziano, que trabajó con otras representaciones. E Isabel de Portugal, rodeada de ocres, dorados y salmones, incluyendo el castaño de su pelo, que se recoge en perfectos juegos de peinado, deja caer una mano sobre el regazo –la del anillo, está sentada– y en la otra mantiene un libro abierto; pero no lee, sus ojos grises están ausentes, mira pero sin objeto. Hasta el abrupto paisaje del fondo parece irreal. Maravilla de retrato en el que Tiziano supo preservar la juventud y la belleza, desaparecidas. Las dos cosas al tiempo. Yo no sé si una fotografía hubiera podido recuperar esa situación como lo hizo el pincel.
La historia de la emperatriz –mujer de Carlos V, madre de Felipe II....– está llena de lienzos conmovedores, a los que asoman no solo los dos reyes, sino también Francisco de Borja, Garcilaso, Toledo, Granada, las Descalzas Reales, etc.
La historia de la emperatriz –mujer de Carlos V, madre de Felipe II....– está llena de lienzos conmovedores, a los que asoman no solo los dos reyes, sino también Francisco de Borja, Garcilaso, Toledo, Granada, las Descalzas Reales, etc.
Si que debio ser hermosa la reina. Deslumbrante retrato
ResponderEliminar... POESIA PORTUGUESA -- UMA VOZ ANTIGA...
ResponderEliminar"Meditação do Duque de Gandia sobre a morte de Isabel de Portugal"
Nunca mais
A tua face será pura limpa e viva
Nem teu andar como onda fugitiva
Se poderá nos passos do tempo tecer.
E nunca mais darei ao tempo a minha vida.
Nunca mais servirei senhor que possa morrer.
A luz da tarde mostra-me os destroços
Do teu ser. Em breve a podridão
Beberá os teus olhos e os teus ossos
Tomando a tua mão na sua mão.
Nunca mais amarei quem não possa viver
Sempre,
Porque eu amei como se fossem eternos
A glória, a luz e o brilho do teu ser,
Amei-te em verdade e transparência
E nem sequer me resta a tua ausência,
És um rosto de nojo e negação
E eu fecho os olhos para não te ver.
Nunca mais servirei senhor que possa morrer.
(Sophia M.B.A.)