La primavera, en Madrid, tiene su marcha y sus querencias; los primeros amarillos ya se han perdido o atenuado –lirios, forsitias....– y mientras encapullan lilas y endurecen sus yemas los olmos, han venido las flores de los magnolios y los narcisos. Al blanco de los almendros, al mismo tiempo, sucede el blanco acribillado de los frutales: el del ejemplo es un simple ciruelo; pero los frutales silvestres de mi calle, que se plantaron hace unos tres años, ya les está nevando la flor.
Por todas estas razones nos hemos ido hoy por la mañana a medir árboles al botánico. Yo creo que todo el mundo sabe cómo se hace: se cogen dos niños de entre 6 y 10 años, se elige un buen ejemplar de árbol, sea cual sea su especie, y se abraza el árbol, al modo que enseñan las fotos, buscando llegar a los extremos de los dedos. Cada infante bracidesplegado que ayude a formar el perímetro medidor son cien años. En nuestro ejemplo, claramente se ve que cada árbol mide alrededor de unos doscientos años. Me enseñó a medirlos hace tiempo Florencia, en la pampa argentina.
Campo de narcisos en el Botánico de Madrid hoy |
A los magnolios de la foto les ocurre lo mismo que al árbol del amor, ofrecen antes la floración que las hojas. Y la floración es abundante y muy olorosa.
árbol de entre 150 y 200 años |
Se puede también quitar el árbol y dar el abrazo a la persona; entonces sale otro tipo de efecto y de medida, que no se debe confundir con el anterior.
El Botánico de Madrid ofrecía, además, una sensacional exposición sobre Fuerteventura, reserva de la biosfera; únicamente que en la enorme sala de proyección mis dos medidores acudieron a una tarima llena de almohadones para resolver sus diferencias sobre los gormiti.
Todo terminó razonablemente bien, dentro de lo que cabe. A la salida, todavía las colas para ver el Museo del Prado daban media vuelta al edificio. Nosotros iremos mañana con un itinerario sencillo de cinco piezas, de las cuales una será de elección libre.
Y al cruzar el Retiro, muchísimo color y tranquilidad. Compramos dos barras de pan, una de candeal y otra normal; y nos las fuimos comiendo por la calle, claro. Estaban riquísimas.
Mañanas de árbol y pan.
Qué bien te lo pasas, Pablo. Y yo encerrado en casa, con gripe, y el buen día que hace. Menuda vida injusta...
ResponderEliminarConviene abusar del limón natural, para esas gripes.
ResponderEliminarPrecioso dia.
ResponderEliminarNo se me ocurre una foto más bonita que la de unos niños abrazando a un árbol, pero... por qué esconderles las caritas.
ResponderEliminarSí, lo hice a propósito, dicen que es mejor que no se les identifique públicamente. Además, solo el de azul es churumbel mío; el de rojo era un amigo y no sé si a sus padres les gustaría que apareciera con cara.
ResponderEliminar