El convento de San Felipe al tiempo de su fundación caía en los confines de Madrid, y al presente.... viene a ser su asiento en la yema de la villa (Quintana, 1627).
He de sintetizar obligatoriamente lo que se refiere a San Felipe el Real, una de las iglesias más famosas del Madrid viejo, de agustinos calzados, fundada y edificada –como las más valiosas de aquella época– hacia mediados del siglo XVI (1547, primera misa-1553, bendición de la iglesia), cuando la corte se va aproximando a Madrid (1561).
Su ubicación y su lonja, en el arranque de la calle Mayor, hubo de ser fundamental para que se convirtiera en lugar de encuentros, de reunión de desocupados, máxime teniendo en cuenta que enfrente, en un callejón (el de "la Duda") hoy desaparecido, se encontraba la mancebía, es decir, la casa de prostitución de Madrid, que las autoridades intentaban sin éxito llevar a las afueras, a algún descampado del camino de Atocha, por ejemplo, y que a partir de San Felipe se abría el centro comercial de lujo de la capital, lo que dejó huella en nombres que todavía se conservan (Bordadores, Milaneses, Hileras, etc.).
La parte baja del claustro se aprovechó, algo más tarde, para unas tiendecitas o puestos (las “covachuelas”, se observa bien en las ilustraciones) que también atrajeron a mucha gente.
Eugenio Caxes |
Son, sin embargo, todas las ilustraciones de esta entrada posteriores, la mayoría del s. XIX (hay una maqueta en el Museo Municipal), recién desaparecido el conjunto, pero cuando el recuerdo estaba todavía vivo, como veremos.
El convento hubo de ser iniciativa de fray Alonso de Madrid, provincial de los agustinos descalzos, “que tuvo grandes contradicciones así de parte de don Juan Martínez Silíceo, arzobispo de Toledo, como de la villa y otros interesados, alegando había otros dos conventos, el de Atocha y San Francisco, que vivían de limosna....”, lo que se logró por el interés del príncipe Felipe, en 1547, que iba a dar el nombre al convento. Creció enseguida en riquezas y dignidad, y fue enterramiento de prelados insignes y púlpito de sermones famosos. Lo que se suele decir de que allí vivió fray Luis de León creo que es noticia que proviene de un documento notarial (AHPM, de 1587), por el que fray Luis otorga allí un poder para cobrar dineros en Sevilla. Es normal que, si iba a la corte, se alojara en "su" convento.
La iglesia sufrió un primer incendio en 1718 en el que se perdieron, entre otras cosas, las estatuas de Pompeyo Leoni del altar mayor –Ponz lo pone en entredicho– y se sustituyeron por otras de Churriguera. Sospecho que entonces se perderían los "panes de oro" que constan en otra documento de finales del s. XVI de un benefactor que los había pagado. Había cuadros de Carducho, Rizzi (el del altar mayor también se quemó), frescos de Francisco Herrera, un San Agustín de Ribera, etc., pero el estucado blanco de Churriguera desesperaba a Ponz, que pedía la renovación de “la desgraciada hojarasca de estuco”. El claustro del convento, sin embargo, parece ser que era una maravilla “de granito cárdeno, con 28 arcos”. Entre otras muchas joyas conservaba un crucifijo de Francisco Ribalta, un nacimiento de Eugenio Caxes (quizá el que hoy se conserva en el Prado) y una excelente librería, que usó sin duda fray Enrique Flórez para sus copiosos trabajos como naturalista e historiador, y para componer la España sagrada. ¿Estará esta biblioteca en la BNE? La investigación no siempre queda cerrada. Ya lo diré.
“A la altura de 1615-1620, el mentidero de las gradas de San Felipe se había transformado en un auténtico centro del ocio popular de los madrileños, y en una institución importante dentro de la incipiente «cultura curiosa» del barroco. A San Felipe el público acudía en busca de noticias, novedades, rumores, poemas de actualidad, libros extranjeros o papeles curiosos: en busca, en suma, de entretenimiento” (F. Javier Castro). Por esos motivos la literatura costumbrista de la época ambientó escenas y paseó gentes por aquel lugar: Salas Barbadillo, Zabaleta, Liñán y Verdugo, Castillo Solórzano.... aunque el historiador citado no documenta ningún texto anterior a comienzos del s. XVII (el Buscón de Quevedo), lo que claramente apunta a que las gradas espumaron a partir de la vuelta de la Corte en 1606.
Cuando empezó la fiebre destructora de la desamortización las instituciones y personas más sensibles a estas salvajadas protestaron viva e inútilmente; la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando terminó por casi suplicar que al menos se salvaran dos edificios de la “pica destructora guiada por la ignorancia o la malignidad”: la Iglesia de los Basilios y San Felipe; el primero resistió en pie hasta 1850, pero San Felipe fue demolido. Enseguida se construyeron pisos (las casas de Cordero) y se trazó la nueva línea recta de la calle Mayor.
“¿Qué pudo mover, dirán los españoles, a destruir en el siglo XIX” lo que representaba lo mejor de nuestra historia pasada, lo que envidiaban los extranjeros, lo que ya no podría volverse a admirar si se destruía...? Y de ese tenor el sentido y demoledor informe de los académicos de Bellas Artes en 1837.
“A la altura de 1615-1620, el mentidero de las gradas de San Felipe se había transformado en un auténtico centro del ocio popular de los madrileños, y en una institución importante dentro de la incipiente «cultura curiosa» del barroco. A San Felipe el público acudía en busca de noticias, novedades, rumores, poemas de actualidad, libros extranjeros o papeles curiosos: en busca, en suma, de entretenimiento” (F. Javier Castro). Por esos motivos la literatura costumbrista de la época ambientó escenas y paseó gentes por aquel lugar: Salas Barbadillo, Zabaleta, Liñán y Verdugo, Castillo Solórzano.... aunque el historiador citado no documenta ningún texto anterior a comienzos del s. XVII (el Buscón de Quevedo), lo que claramente apunta a que las gradas espumaron a partir de la vuelta de la Corte en 1606.
Cuando empezó la fiebre destructora de la desamortización las instituciones y personas más sensibles a estas salvajadas protestaron viva e inútilmente; la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando terminó por casi suplicar que al menos se salvaran dos edificios de la “pica destructora guiada por la ignorancia o la malignidad”: la Iglesia de los Basilios y San Felipe; el primero resistió en pie hasta 1850, pero San Felipe fue demolido. Enseguida se construyeron pisos (las casas de Cordero) y se trazó la nueva línea recta de la calle Mayor.
“¿Qué pudo mover, dirán los españoles, a destruir en el siglo XIX” lo que representaba lo mejor de nuestra historia pasada, lo que envidiaban los extranjeros, lo que ya no podría volverse a admirar si se destruía...? Y de ese tenor el sentido y demoledor informe de los académicos de Bellas Artes en 1837.
He aquí el borrador de los informes académicos que, si se quiere leer despacio, es indicador de la actitud de la RABSF y de la importancia de los hechos que estaban ocurriendo:
Wau!!! Muy interesante.
ResponderEliminarAcabo de regresar de mi visita a Madrid y la verdad que tenía la necesidad de profundizar en e tema. Tu post me ha venido muy bien para profundizar al respecto.
Te felicito, ha sido muy interesante leerte.
Saludos!