He ido a mirar la verja de los lilos,
recogiendo el rocío del sendero
por el jardín francés que va al casón
del Retiro, y he visto casi abiertos
los frágiles botones diminutos
en el aire rosado de sus dedos,
al viento frío del final de marzo
a punto de volar sus brotes nuevos;
amanecer había deslizado
nieblas azules en el gris del cielo;
y las sombras alzaban lentamente
sus largas avenidas desde el suelo.
Primavera se anuncia, primavera,
brotan los lilos y sucede el tiempo.
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