Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 19 de marzo de 2011

Noticia del Real Sitio de Buen Retiro, a 6 de julio de 1800

Para diversión del señor don Felipe Cuarto, por orden de su primer ministro el Conde Duque de Olivares, se empezó esta fábrica en el año de 1632, con dilatados jardines y en ellos un palacio de bonísima construcción, repartida en diferentes galerías muy capaces.....  Así empieza el informe del intendente de marina don Juan Antonio Enríquez en el verano de 1800, que nos está transcribiendo Gema de un manuscrito autógrafo de la BNE. Unas cuantas hojas  que tienen, por su fecha, el valor de dar testimonio de cómo era y cómo estaba poco antes de que las tropas francesas –la invasión napoleónica– instalaran en el parque, por ser la cota más alta de Madrid, sus cuarteles y destrozaran o robaran todo. 

Robledal del Retiro
Contrastado un documento como este –hay muchos más, desde luego– con los anteriores y los posteriores ofrece un retrato histórico de uno de los lugares más emblemáticos –todavía lo es– de la capital. La espléndida monografía de Elliott y Brown (Un palacio para el Rey, de 1980 la primera edición, a 19 euros, saldo, en la tienda del Palacio Real la más lujosa) reconstruyó el proceso de formación de todo el conjunto alrededor de los Jerónimos (hacia 1632) y lo que fue aproximadamente hasta 1645, a la muerte del Conde Duque. La documentación sobre el Retiro es tan rica, sin embargo, que bien merece la pena ir retrazando su historia, por lo menos hasta llegar a hace un par de años, para dar cuenta del célebre "roble de las penas", que aparece en las poesías de Pablo Jauralde. 

Fuente de la alcachofa
La documentación en el caso de El Retiro proviene de fuentes documentales y fuentes literarias al mismo tiempo, que comienzan con aquella fecha y terminan en nuestros días. Las primeras fichas sobre el Retiro en el Archivo del Palacio Real datan, en efecto, de 1633. Bastará luego con recordar títulos de comedias y entremeses, Galdós, Baroja, Gómez de la Serna, Laín Entralgo.... y traer a colación el auge del teatro cortesano a partir prácticamente de la misma fecha (La selva sin amor, de Lope, es de 1631) para darse cuenta de que el material es abundante. 

Palacio de Cristal, en el Retiro
La vieja documentación resulta a veces de difícil interpretación –lo son por ejemplo los dos gruesos volúmenes de cuentas de la BNE, que Elliott-Brown citan por encima–; pero en la que procede de otros fondos documentales se ha pasado muy deprisa por algunos lugares que, por lo menos para mí, a quien los grandes robles aislados me producen tristeza, tiene mucho interés. En una próxima entrada de este cuaderno, verbo y gracia, voy a intentar dar cuenta de lo que se fue plantando y de otras curiosidades. Los textos nos dicen de dónde venían los tilos y los pinos, que hacia mediados del s. XIX se empezaron a plantar camelias, que las cosechas servían para la despensa de Palacio –uva, cebollas, patatas, puerros....– y que se vendían los excedentes al pueblo de Madrid (el Retiro era tanto huerto como jardín), la dieta que había que suministrar a los tigres de la casa de fieras, las preocupaciones por limpiar el estanque grande, la repoblación de peces, cómo había que proteger los naranjos.... Todo un mundo, como bien se ve. 

El estanque del Buen Retiro a mediados del s. XIX
Las noticias son múltiples y no siempre provienen del propio Retiro. En la reconstrucción del viejo Madrid que llevo a cabo con fondos documentales, cuando me dejan –y daré una lista de los sitios donde no me dejan, empezando por Santa Isabel la Real–, saltan de vez en cuando documentos que proceden de otros lugares, como cuando a poco de pasar los terremotos bélicos de comienzos del siglo XIX, los agustinos recoletos –les quedaba poca vida, Mendizábal iba a comprar el terreno que ocupaban, el de la actual BNE y parte de la Plaza del Descubrimiento, para convertirlo en garaje– reclaman a los administradores del patrimonio real que se les devuelvan las "vasijas" que los franceses les quitaron y se llevaron al Retiro. 

Joli, vista de Madrid hacia 1750 (MABASF). El Retiro, al fondo a la derecha
Esta nota va ya muy larga. Sirve quizá como acicate para seguir reconstruyendo nuestra historia.

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