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Sandu Darie |
Cuatro viñetas han precedido a la que ahora va, encarriladas a dirimir por qué el concepto de arte, y de su derivado la literatura, es un invento histórico afortunado, pero un invento, con escasas posibilidades de ser encajonado por palabras en un estanco.
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Alejandro Otero |
Y si así es, algo habrá que conceder a esa sensación de fuga hacia la belleza, la originalidad, la expresión sublime, la calidad, la raridad, etc. sensación de la se goza cuando recibimos o creamos uno de esos objetos artísticos o literarios.
Demos la vuelta a los argumentos para analizar si lo dicho fue correcto o si hay rincones que hemos dejado fuera sin darnos cuenta y en donde se agazapan resortes de la materia tratada. Porque lo que hemos dicho es que todos son actos humanos o todos son objetos y hechos (o sus combinaciones). Para estimular el surgimiento de contradicciones he buscado lo que no lo es, lo que al menos aparentemente no lo es: he descartado lo que no es objeto, escena o su resultado combinatorio; luego he descartado todo lo que ha sido función humana (decir, hacer, hablar, crear....) y su resultado natural.
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Carmen Herrera |
Y luego me he ido a contemplar una exposición de arte no figurativo, por ejemplo de arte abstracto. Ignasi Aballí expone en Barcelona; la fundación Juan March exhibe lo que llama con bastante propiedad “América fría”, etc. Es fácil encontrar hoy muestras, “resultados de actos humanos”, que no son clasificables por su funcionalidad ni producen objetos “útiles” u objetos que son “figuraciones” de la realidad captadas por el ojo y la recepción del ser humano. Está de moda zaherir a los que todavía sostienen la calidad “autónoma” del arte; y sin embargo por esa rendija se atisba una querencia al menos hacia la autonomía o, dicho de modo menos tajante, hacia una función más exclusiva.Y eso no hemos logrado explicarlo. En ese rincón de nuestro universo se producen fenómenos a los que no podemos negar su entidad, su existencia, y que ruedan normalmente como hechos artísticos.
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Alfredo Volpi |
¿Nos han querido Tomás Maldonado, Josef Albers, Waldemar Cordeiro, Lydy Pratri....
decir algo? Son todos ellos artistas cuya obra se expone en la Fundación Juan March, ya que la he citado; pero también no hubiera servido buena parte de los paseos por el Reina Sofía. No parece que, a primera vista, sea así, pues han sorteado los códigos de comunicación al uso y han llenado de dificultades el dictum; han huido de la figuración al uso; han huido de la comunicación al uso. Sin embargo, sí que sospechamos que podemos definir el resultado de su acción como la expresión de un proceso de la realidad. Es decir, ¿son esos cuadros y esculturas y objetos el resultado de un proceso que se produjo por la impregnación real de su vida y sus haceres, que atravesó su capacidad mental –memoria, imaginación, conocimiento, etc.– y que decidió expresar algo de todo ese proceso?
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Cruz Díez |
Parece que esa es una interpretación correcta: han tratado de presentar lo que en la cabeza humana existe; lo voy a expresar de manera más pedante, vaya: se trata de expresar las representaciones mentales de modo diverso a como nos viene obligando el sistema de códigos al uso; se trata de borrar muchas de las redes de pensamiento heredadas e intentar desplegar un territorio virgen en donde se produce el quicio entre mundo real y representación mental; y se trata de trasladar a objeto o acción ese cruce. Y ese es el lugar del “artista”, es decir, esa es la avanzadilla del que se siente capacitado para decir y expresar y objetivar (un cuadro, un poema, una obra musical, un yoquesequé....) lo que todavía no ha sido dicho o hecho, lo que todavía no ha sido escenificado.
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Tomás Maldonado |
El artista siempre se plantea, consciente o inconscientemente, cómo representar las avenidas que nos llegan de fuera y cómo proyectar desde nuestro magín las que van a “crear” ese lugar de encuentro: no expresamos solo lo natural, sino lo trasmutado. Y hacia ese lugar se apunta cuando se intuye que en el arte hay algo siempre de inventado, de imaginario, que no se trata solo de la realidad.
Cierto será luego que, al hacerse partícipe de ese proceso, sujetos habrá cuyo quicio (el encuentro con el mundo vivido) engranará universos muy complejos, en tanto que en otros habrá simplificaciones sin cuento; y que también habrá buenos y malos por razones técnicas.
En este cuarto apunte hemos salvado, por tanto, la nobleza del quehacer humano cuando elige la derrota de la expresión artística; proceso histórico también, pues a la elucidación de mapas no reales, no figurados, no comunicables, no etc. solo se ha llegado después de saturar y desgastar los viejos modos del arte, que ensayaban el matiz, la perspectiva, la rotundidad y otras gaitas sobre modos de decir y hacer mostrencos, tradicionales, de andar por casa. Y esa es, al cabo, la razón por la que entendemos a Garcilaso y dejamos que los críticos divaguen tanto cuando hablan del arte actual. Tampoco el crítico quiere moverse en el universo gastado.
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Josef Albers |
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