Casi siempre las referencias que hemos venido haciendo en estas entradas han girado en torno a una iglesia o convento, lo que es normal, pues junto a palacios, en su mayoría derruidos o vendidos, en los lugares de culto se preservaba buena parte del patrimonio artístico. Hoy, sin embargo, lo voy a hacer con una calle, callecita en verdad, que he vuelto a recorrer con motivo de ver despacio, sobre el terreno, lo que ocupaba y cómo San Felipe el Real, una de las iglesias emblemáticas del Madrid viejo, cuya viñeta histórica daré en breve, acompañada de alguna documentación, como siempre. El caso es que rehaciendo el viejo plano de la Puerta del Sol, he subido por la calle Correos, hasta abrirse a la plaza de Pontejos, –en donde compraban nuestras abuelas artilugios de coser y bordar–; lo que sigue en línea recta, al terminar esa plazoleta es la calle de la Paz, que no sé si llegará a los 20 metros, pero en ese corto espacio yo mismo me he asombrado de lo que todavía guarda –en algunos casos, como la librería religiosa, a punto de desaparecer, quizá porque no ha podico sufrir la competencia de una librería exotérica. Siempre fue calle de libreros. Tampoco creo que duren mucho las curiosas tiendas para manolas o para toreros –otras dos perlas–; esperemos, sin embargo, que sobreviva uno de los bares más representativos, la tasca "de las torrijas", que lleva más de un siglo allí (1907), o la del fabricante de guitarras. Como se ve, es una calle muy especial, que arranca nada menos que con el malogrado teatro Albeniz, cerrado, que nos regala otra perla a su mitad: una de las nuevas placas del ayuntamiento –también hablaremos de ellas– dice que en una de sus casas, moderna, residió en su primer viaje a Madrid Bela Bartok. No lo sabía. Sí la del segundo concierto para violín de Prokofief, que acaba de adornar la fachada del Monumental (en Antón Martín). Ya hablaremos de placas. Y de músicos.
En el Texeira se ve bien que toda aquella zona, in luyendo la actual plaza de Pontejos, eran las traseras de San Felipe el Real. Todo ese trazado de calles está, por tanto, remodelado.
Por cierto, tiempo es ya de torrijas, de fresas, de espárragos y de potajes. En el restaurante las Hileras, de la calle vecina, me dieron un potaje excepcional el otro día. Daremos alguna receta. Y en esa casa vivió el gran escultor granadino Alonso Cano (esta vez no hay placa) durante su primer viaje a Madrid, es decir, en la triste ocasión que asesinaron a su joven esposa.
Me encantaria ir a ese cafe de las torrijas. Vas a tener que pensar en publicar una guia del Madrid literario/historico.
ResponderEliminarDesde luego una pequeña joya perdida en el Madrid más castizo. El pano de Texeira es fundamental para conocer la fisonomía de la Villa y Corte durante el s. XVII....por cierto, hablando de placas, como habrás visto en mi blog reivindico una placa en la Calle Leganitos dedicada a don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, hermano de Carlos II y el más importante militar y político español de la segunda mitad del XVII...a ver si el Ayto de Madrid oye mis peticiones...
ResponderEliminarUn saludo.
En realidad, la calle de la Paz comienza en la calle de San Ricardo. Esta calle, travesía apenas, nace en la de Carretas y alcanza la Plaza del Marqués Viudo de Pontejos. Justo a medio camino, arranca la calle de la Paz que en su primer tramo coincide con la trasera de la Real Casa de Postas, también conocida como Cuartel de Zaragoza. edifico histórico que es hoy de la Consejería de Presidencia en el número 2 de la mencionada plaza. El plano de Texeira es muy anterior a la gran reforma de la Puerta del Sol y no recoge nada de lo señalado.
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