Me piden algunos de mis alumnos que les enseñe y les pasee por el Madrid viejo, fundamentalmente el de los Austrias; de manera que desempolvo apuntes, papeles, fotos y visitas para organizar algunos paseos que quepan en un par de horas. Ya hay cosas bastante nuevas: el viejo y hermoso plano de Texeira ha sido reeditado cumplidamente por María Isabel Gea para organizar itinerarios; en su momento —en este mismo cuaderno, arriba– alabé la 2ª edición de esta obra, y aconsejé que se utilizara el callejero de hacia 1650, manuscrito inédito de la BNE, lo que creo que no se ha hecho. Fue transcrito por Roberto Castilla; creo que por gentileza de su autor tengo un ejemplar de la transcripción, no estoy seguro, pero siempre se puede acudir al original.
También se han exhumado multitud de fuentes nuevas o se han organizado de modo diferente: el archivo histórico de protocolos, el libro sobre el paradero de las fuentes documentales que publicó la UAM, esa maravillosa monografía “Madrid. Atlas histórico de la ciudad”, que tuve el honor de presentar en uno de los últimos seminarios de Edad de Oro, al lado de don Alonso Zamora Vicente; el repertorio de fuentes que existe en la sala Goya de la BNE.... Mucho, muchísimo. Ya lo iremos diciendo. Y luego está la red, con su abrumadora información, que mantiene el enigma de si lo que aparece en pantalla es información cabal, bien asentada, o procede de información falsa dada por correcta. Yo suelo utilizar, por un lado, esas fuentes documentales viejas (incluyendo el Ponz, Elías Tormo, las viejas guías...) y por otro lado determinadas fuentes modernas serias (la guía oficial de arquitectos de Madrid,), además de los anecdotarios de Répide y demás (Ramón Gómez de la Serna, Pedro Laín Entralgo....) Sobre ellas inserto datos puntuales de obras históricas o literarias; por ejemplo comedias de Tirso y de Lope.
Todavía y por tanto, al rehacer la información que se tiene sobre una fuente (lugar, objeto artístico, hecho histórico, personaje...), aconsejo buscar siempre la primera noticia, de dónde ha partido, en qué documentación se basa, cómo se ha trasmitido. Solo con esa operación de cautela podrá uno estar seguro de no contribuir a la difusión de leyendas, invenciones, interpretaciones correctas; por ejemplo:
¿Es verdad que el craneo de Pedro el Cruel sirvió para jugar a la pelota, desenterrado de Santo Domingo el Real?
¿Dónde está el cuadro de la Inmaculada de Murillo que había en el viejo convento de Santa Isabel?
¿Es verdad que desde los balcones de la plaza de la Paja, al lado de San Andrés, el Cardenal Cisneros señaló a los cañones y dijo “esos son mis poderes”?
¿Dónde se encuentran los papeles del viejo convento benedictino de San Martín?
¿Es cierto que los restos de Velázquez están bajo el asfalto de la plaza de Ramales?
Cuando uno cena –es muy caro– en el Restaurante de la Plaza del Oriente, en la planta baja, ¿es cierto que cena en la cripta de la vieja parroquia de San Gil?
¿Dónde asesinaron a Escobedo¿ Es cierto que desde una ventana de por allí se descolgó y escapó Antonio Pérez?
¿Murió Bécquer dónde dice la placa, en la calle Claudio Coello?
¿Por qué se llama Paseo de Recoletos?
¿De verdad Gabriela Mistral vivió en una casa frente al Retiro?.....
Bueno. A muchas de estas preguntas solo se contesta por curiosidad histórica, que no sé si enriquece mucho nuestro mejor conocimiento del Madrid viejo; en su conjunto permiten reconstruir la red cambiante y múltiple del viejo Madrid.
Nuestro primer paseo nos va a llevar a la cuna de la capital, es decir, a la sede del viejo Alcázar (¿nos dejarán entrar en el Palacio Real, para husmear en el archivo y la biblioteca?; voy a pedir ayuda a algún colega), desde donde, si nos da tiempo, saldremos a la cuesta de la Vega –ojalá la luz sea la velazqueña–, para hablar de la imagen de la Virgen allí escondida y de la leyenda; y pasearemos por donde iba la muralla (algo queda cerca de los “botellones” de la Calle del Almendro), para “desaguar” por las Cavas, hacia extramuros, la morería y la plaza de la Paja, la más antigua de Madrid, la única hasta 1619, tierra de francos, para terminar en San Pedro el Viejo –el de los Sueños de Quevedo–, el que llamaba a “nublo” a los campesinos y que, todavía, además de los restos de su torre mudéjar, conserva el escudo de Madrid.
Reservaremos el segundo paseo para los monasterios de la Encarnación de las Descalzas, con sus alrededores.
Pediré a cada uno de los paseantes que se lea alguna de las guías o fuentes, para comprometernos todos en la tarea.
Y lo iremos contando. Bueno, contaremos lo que se pueda, porque al final del paseo, naturalmente que pediré alivio al guía con alguna tapa bien regada.
¡Qué envidia! (nada sana)
ResponderEliminarPablo...danos ese placer pronto.
ResponderEliminarPues los voy a empezar ahora, antes del 30, del final de año, el primero
ResponderEliminarGenial,pues mantennos informados, que los amantes de esta ciudad invivible pero insustituible nos apuntamos seguro.gracias.
ResponderEliminarAlmirante Carrero Blanco, asesinado en la Calle Claudio Coello 104
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