Yo creo que los dos estábamos un poco sorprendidos, bueno, él más divertido que sorprendido de ver que aquel jovencito pedante y redicho hubiera presentado un original para la Biblioteca Románica Hispánica de Gredos, la más prestigiosa, sin duda, a finales de los setenta, de las colecciones filológicas; y divertido de ver cómo intentaba defenderme ante la batería de "consideraciones" con que iba punteando un original que se llamaba Manual de Investigación literaria, y que venía con algunos juicios de Dámaso Alonso, el director de la serie. Yo estaba también entre asustado y sorprendido, porque Valentín García Yebra, que estaba sentado en una mesa delante de mí, con mi original abierto –en la sede de la propia editorial– se lo había leído de cabo a rabo y las consideraciones, aparte de la muy general de Dámaso Alonso, que me diría al final, terminaban por ser enormemente puntillosas y concretas, de manera que sin darme cuenta tuve que discutir los modos de citación, los signos diacríticos, el valor de las sibilantes, el uso de determinados vocablos.... ¡Qué grato fue –y es– saber que la persona que sabe está en el lugar adecuado, ejerciendo con sencillez y cpmpetencia su tarea!
De Valentín García Yebra todavía tengo sobre la mesa de "lecturas pendientes" uno de sus últimos libros, El buen uso de las palabras; pero este recordatorio afectuoso y sencillo no va a enumerar méritos, publicaciones, actividades.... que ya lo harán cumplidamente en otros lugares. Con el paso del tiempo yo supe que aquel editor tenía su parte de sabiduría y autoridad en las letras clásicas, las versiones, el lenguaje....; quizá él pudo pensar en algún momento que hizo bien en publicar aquel Manual, al que los nuevos tiempos han arrinconado; quizá no le defraudé. Lo pienso porque en las pocas y breves ocasiones que con él me crucé personalmente –la última en la RAE– siempre me saludó con un afecto divertido y discreto, al fondo del cual sé que estaba la tarde aquella –¡porque estuvimos varias horas!– enredándonos en cosas del lenguaje y de la investigación. Me gustaría corresponderle con esta nota cariñosa, sonreír con él una vez más –entre satisfechos y cómplices– por su vida cumplida con dignidad y eficacia, excelente lección que intentaré aprender.
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