Acabo de volver a leer nuevas declaraciones sobre la prisión y muerte de Quevedo; provienen de un diario leonés, lugar muy adecuado para encontrar posible nueva documentación que siga aclarando las circunstancias en las que Francisco de Quevedo fue llevado a San Marcos de León, feudo de la Orden de Santiago; de lo que ocurrió el tiempo que estuvo allí, tres años largos, y de su liberación, a la caída del Conde Duque, unos meses más tarde, durante el verano de 1643 (el Conde Duque cayó en febrero de ese año).
Creo que es importante que los investigadores, sobre todo los locales, los leoneses, sepan que los sitios en donde se puede encontrar todavía algún documento pueden ser: el archivo histórico de protocolos de la ciudad (durante los años 1639-1643, ambos inclusive); los archivos catedralicios, si los hubiera; y los papeles de jesuitas, si todavía están allí y no se han enviado a otro lugar. Tampoco sé a dónde pudieron ir a parar los papeles que sin duda se conservaban en San Marcos, y que pudieron haberse enviado durante la desamortización al ayuntamiento o a algún centro estatal (en algunos casos, paran en Institutos de ES, por ejemplo en Córdoba). Los investigadores locales, sin duda, conocen la dispersión y el paradero de toda esta documentación que, en lo que se me alcanza, todavía no ha sido analizada. A ver si motivo a mi buen alumno Álvaro, leonés, a que realice todas esas pesquisas, mientras relee lo que don Francisco escribió en su tierra, aderezado con el último trabajo que me acaba de enviar Rodrigo Cacho, desde Cambridge (en el BHS), con una hipótesis muy interesante que afecta también a las tareas de Quevedo sobre esta etapa final de su vida.
Y digo eso porque los únicos trabajos a los que se alude en el artículo reciente; y sobre todo los que a comienzos del siglo XX el padre Fita, investigador leonés, consultó han resultado con el tiempo ser fuentes falsas. Las investigaciones del padre Fita colean todavía –de hecho en ellas se basa el estupendo artículo del periódico leonés, cuya página tercera reproduzco–, porque él dijo haber encontrado el lugar en donde don Francisco estuvo encerrado en San Marcos. Sus datos parten sin embargo de un códice, el famoso códice Candamo, que es una superchería que se inventó Basilio Castellanos a mitad del siglo XIX. Nadie ha visto ese códice, que Castellanos ubicó hábilmente en Londres, para mezclar verdades y mentiras sobre Quevedo, cuya obra editó. Los papeles de Castellanos ocupan varias cajas en la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional de España.
Bien cierto es, sin embargo, que en León reside una de las herederas –mejor que descendiente– directas de don Francisco, la benemérita y activa Margarita Morais, a quien desde estas líneas agradezco sus informaciones y noticias.
Excelente artículo, como siempre.
ResponderEliminarSaludos.