He dejado pasar una semanas para seleccionar unos cuantos versos de Carlos Edmundo de Ory, cuya fortuna poética es bien significativa, después de haber atravesado medio siglo XX como un "raro", autoexiliado, poco leído, en cierto modo menospreciado por los catálogos oficiales y los programas académicos, algo así como, por otras razones ha ocurrido con Gamoneda y, quizá, aunque en menor medida, con Pablo García Baena o con Eduardo Cirlot. Poetas de voz muy, muy diferente, que cultivaron la poesía al margen de las corrientes, los premios, las circunstancias oficiales, y al final han resultado aparecer, sorprendentemente, con una voz original y propia. En el caso de Ory no solo con voz propia, que siempre la tuvo, sino de una pasmosa modernidad.
La poesía es un vuelo de palabras
tibiamente enlazadas al sentido
No hay condena de otros modos de hacer poesía en el párrafo anterior; lo que hay es la constatación de los rincones en donde se crea y de donde puede emerger una expresión que nos resulta valiosa, muy valiosa, como la de este extraordinario poeta, que escribe, casi desde el comienzo, casi a la vuelta de todo, con una calidad técnica insuperable y una variedad de registros que enlazan fácilmente con las condiciones del arte contemporáneo. Cuando andando el tiempo se trace, si se traza, esa es otra, el panorama de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, a la vuelta de todas las grandezas anteriores, definitivamente ancladas en el clasicismo, habrá que encarrilar el comentario por la obra poética de Cirlot, de Blas de Otero, de Ory.... los verdaderos nombres de los hacedores de versos.
Cuando hace unos años redacté una Métrica Española (en compañía de Pablo Moíño y Elena Varela, en Castalia) recuerdo bien que Ory me suministraba todo tipo de combinaciones y de variedades, incluyendo las más sofisticadas: taller poético que mantenía lleno de posibilidades, con cierta frescura y sencillez al mismo tiempo.
Ory es también un poeta de celebraciones (el cielo baja a mis manos), exclamaciones, de vida y exaltación, que lleva todo a sus versos –y en ese sentido, tan diferente de los que citábamos antes–, un poeta que retoma los viejos temas de la condición humana y los vuelve a decir con frescura y desparpajo (La tierra es de las caricias). Sí, sí, por supuesto que con ese festín de imágenes que se trajo de su primera etapa surrealista, que nada mal le hubiera ido a las generaciones posteriores cultivar.
Y también lejos, bueno, al lado, en Francia, a donde uno se va cuando se concibe "España triste cama / de hospital". "Deberíamos irnos de aquí aunque sea a gatas". Y eso que él era gaditano y que su casa natalicia ya tenía desde hace tiempo placa recordándole y mirando al mar, en contradicción con sus propios versos (La muerte no es la dueña de mi ser).
He buscado un poema para cerrar el recordatorio; y me ha costado trabajo elegir algo breve, representativo, con fuerza poética, porque lo encontraba por todos lados. Al final me he decantado por el que dedicó a César Vallejo (en 1973), en donde la materia poética se amasa desde la pura sonoridad de las palabras, por medio de aliteraciones e imágenes:
Aquel que nunca tuvo locura curandera
Todo enfermo de raíces rostro inmenso
Cetro de ruiseñor en su cetrino rictus
Con tu memoria a cuestas recorro tanto canto
De grito miserere rey criatural que no
Tuvo otro trono que su trino triste
Cabeza peñascosa alma de panes
Mi hermoso hermano con ojos de mina
Mi solo cristo y mi gemelo lobo
Sofía de tu garganta afeitada y no olvido
Tu faz naturalicia de tremendo extrañor
Como una catedral de hueso natural.
Para acompañarlo, de D. Thomas,
ResponderEliminarNo entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Traducción: Elizabeth Azcona Cranwell
Estupenda la ilustración poética de D. Thomas, ¿de quién es la versión?
ResponderEliminar… AÇORIANIDADES(*)…
ResponderEliminarArtur Goulart (Velas, S. Jorge, Açores, 1937- )
Como um rio
Releio as tuas cartas
como se fosse verão
e de novo o mundo começasse
nascem dos olhos as palavras
como um rio
à procura do mar que as abrace.
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Ilha revisitada
Perto do mar
de novo estou perto de mim
fecha-se o cerco o lugar
retoma o princípio e o fim
brisa de infância
ao cair da tarde assim
se encurta a distância
entre o que sou e mim.
Desejado vai-vem discreto
das marés ritmo secreto
do tempo sem tempo livremente
espelho d’água imagem
solidária companheira de viagem
rumo à ilha novamente
(*) "Açorianidade" – Conceito introduzido e definido por Vitorino Nemésio, em 1932, por ocasião do V Centenário dos Descobrimentos dos Açores ("Açorianidade". In: Insula. Nº 7-8 (Jul.-Ago. 1932). P. 59.)
Mi pregunta era porque la versión que yo tengo de Do not go gentle into that good night... es bastante menos lograda ("Ni entres con calma en esa buena noche / la vejez debe arder y delirar al acostarse el día....")
ResponderEliminarHe visto luego que venía la traducción con el comentario; me parece excelente la versión. Acabo de publicar en este cuaderno la mía, ajustada al ritmo del español –con abundante uso de sáficos.
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