Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 6 de diciembre de 2010

Mediterráneo, mar de invierno

Playa de la Malvarrosa (Valencia)

Benimaclet (barriada de Valencia)
La tradición que piropea a Valencia habla casi siempre de un estallido de luz. Luz, color, aromas son en efecto algunas de sus cualidades; de los vicios no vamos a hacer inventario, porque uno de ellos, el de la pared de cemento que ha arruinado para siempre casi toda su costa, es abrumador, constante y deprimente, además del que está detrás de otros muchos. Habrá enriquecido a políticos, banqueros y constructores, pero ha destruido sistemáticamente la belleza del levante mediterráneo.  Con buena voluntad y echando mano de recuerdos, en días como los pasados –vientos del sur– un paseo por las afueras de la ciudad descubre todavía hermosas callejuelas antiguas, trazadas por edificios de dos plantas, en los que domina el ocre; de repente se da cuenta de que está paseando bajo naranjos cargados de fruto, iluminados; .... o llega a ver esa conjunción de azules que es el mar –la Malvarrosa– y el cielo de nubes mixtas. La naturaleza y la tradición asoman, se ve, para salvar algo de esta hermosa tierra, en la que durante el otoño el olor del azahar llena el aire de melodías.

El mar, el mar, el mar.... probablemente con las aguas turbias del Mediterráneo, del que cualquier día nos dirán que no se puede extraer nada, cuando ya sea definitivamente cloaca; pero que una mantiene ese manto azulado como espejo de los días de sol. He estado allí en días de diciembre, con una temperatura de 23º a la sombra, y la gente que paseaba por el arenal, reconciliándose con agua, viento, nube...
El peregrino vivió en estas tierras hace tiempo y a ellas vuelve de vez en cuando para clarificar su mirada; y a tomar una horchata con fartons en la horchetería Rin de Alboraya.


1 comentario:

  1. ¡Cómo se echa de menos el mar en la meseta!.
    Muchas gracias por su texto y fotos.
    Los primeros en despreciar la costa fueron los propios paisanos que vendían su pequeño huerto y sus parcelas al mejor postor, los que votan a los políticos que han destruido la costa y lo han permitido, todos los que quieren veranear allí -como antes sólo iban unos cuantos y estaba muy mal visto estar moreno... Es una pena y más vale no pensarlo porque en poco tiempo el desastre da dolor de corazón.
    Aún así, qué maravilla, el Mediterráneo, de cabo a rabo.
    La contaminación es general en todos los fondos marinos del mundo. Hace nada, una experta en fondos marinos explicaba en El País que sólo come "peces de piscifactoría", porque conocía demasiado bien el fondo de los mares y no se fiaba. Menos aún si eran peces grandes (atún, bacalao... los de las profundidades).
    ¡Aún así, pescado tan rico -y tan caro- recién pescado como el del Mediterráneo no hay!, será porque es mar más salado que los otros.
    Suerte y disfrute del rumor y el olor del mar.

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