Como he contado alguna vez, conservo una documentación bastante notable sobre Quevedo y sus circunstancias, que estoy ordenando poco a poco, para legarla, por vía de Diana Eguía, mi admirada colega y discípula, al centro quevediano de La Torre de Juan Abad. Entre los papeles de Felipe C. Maldonado, que trabajó para James O. Crosby durante la década de los sesenta, y que yo he ido también revisando y completando, hay unos complicadísimos cuadros genealógicos, que arborean (¿será esdrújulo?) todo el contexto humano del escritor. Puestos unos al lado del otro, ocuparían toda una habitación de mi casa, y no sé yo si cabrían. Hoy he "montado" (pues están en hojas sueltas, como rompecabezas) el más grande de todos, que concierne a los Bustamantes, Pinillas, etc. y he tenido que vaciar la mesa de las comidas grandes, como se ve por la foto:
Y en esos cuadros constan solamente –doy algunos ejemplos– los nombres y las flechas; debajo de cada marbetillo, sin embargo, suele haber tres o cuatro documentos notariales, por lo que la tarea es de chinos (no me gusta la expresión: amo a los chinos, bueno, a las chinas). La tarea se inscribe en otra mayor –de la que también se ha ido dando cuenta en este inmenso baúl que ya va siendo el cuaderno de pantalla– como es la de rehacer el tinglado familiar de don Francisco, hasta llegar a sus herederos actuales,
a quienes, también he de decirlo, me obsequiaron cuando me entrevisté con ellos con otro árbol genealógico que ellos poseían, y me prometieron noticia de más cosas. En el entretanto, me llamaron para enseñarme la venera de Santiago con que don Francisco pagó la multa que le impuso el gobierno de Olivares, primero, y fundó el mayorazgo en su testamento. La persona que nos entrevistó –iba con José Luis, el presidente de la Fundación Francisco de Quevedo, en La Torre– aportaba todo tipo de documentación, incluyendo fotos de la venera; pero no pareció decidirse a enajenarla, algún mecenas de por medio. Y así quedó eso.
Es que ya no resisto a escribirlo. ¡Estupenda la mesa y las planchas de madera! No hay nada como la belleza "artesanal" y acojedora de la madera... Eu que o diga.
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