Poco a poco se han ido abriendo varios frentes relacionados con la información que recibimos, cómo la recibimos, cómo graduamos su incidencia, de qué manera escondemos o difundimos esa información.... La cuestión no solo se ha ido diversificando desde sus orígenes, sino que la diversificación (periódicos, revista, radio, tv, internet, comunicación....) ha ido acompañada de una liberación de la información, no en los grandes medios enumerados o ya existentes, sino en los nuevos, en los minoritarios, que no se han visto –por ahora y en la mayoría de los casos– sometidos al control directo, por ejemplo, del capital o de cualquiera de los poderosos consorcios económicos o culturales que, normalmente, sí que controlan la información global.
Sabemos lo que nos dicen, lo entendemos por cómo nos lo dicen, graduamos y asimilamos la información por cómo se nos la hace llegar... y así ha sido siempre. Ese lamentable estado de cosas, curiosamente, ha calado en la gente común, ha ido paulatinamente afectando a los sistemas de comunicación habituales y generando una sanísima desconfianza, que se respira ya por todos lados y que consiste en poner en tela de juicio telediarios, informaciones periodísticas, estados de opinión sobre temas generales, etc. Cualquier noticia de alcance nacional o general que venga canalizada y tratada a través del circuito ancestral de la información merecerá nuestra desconfianza. ¿Quién sabe lo que habrá de verdad detrás del dopaje de Marta Domínguez? ¿Quién dilucidará el complicado juego político que termina por vomitar en la ciudadanía las causas de la huelga de controladores y su manipulación? Sobremanera contribuyen a esta desconfianza los sermones archisabidos que periódicos nacionales, tves estatales y, sobre todo, portavoces políticos emiten machaconamente siempre con la misma cantilena. Uno se sorprende ya desechando leer las noticias más difundidas (Sahara, Haití, papeles de la diplomacia americana, descenso de los abortos, subida de precios de la gasolina....) en cualquiera de esos medios: sé de sobra, mucho antes de leerlo, lo que va a opinar El País, el ABC, El Mundo, las noticias de la Cuatro... Y como lo sé, no hace falta que lo lea o escuche para averiguarlo; y si no me queda más remedio, leo o escucho, para desechar el 90% de la información por sesgada o inútil y completar la que o me ha venido por otros canales o me sirve para hacerme una composición de lugar más fiel.
Una composición de lugar más fiel puede proceder de canales conocidos por mí, sencillos, de los que sé su origen y modo de funcionamiento: la revista sin subvención, la pequeña reunión asamblearia de afectados, el que mantiene un blog o un canal de información no contaminada.... Ese estallido de grupos y gentes que abandonan el barco tradicional de la información controlada y buscan esta otra, un circuito corto en donde a la información no le ha dado tiempo a distorsionarse ni a manipularse. Ayer leí en un blog de un amigo italiano los sucesos de Roma, la protesta de los estudiantes: la información era infinitamente mejor que la de la Prensa; la prensa añadía muchísimo más material de análisis y opinión, saco en donde, precisamente, alguien estaba inoculando "su" modo de interpretar el hartazgo italiano.
Puede haber, por supuesto, sesgo, mala voluntad, engaño, etc. en estos miles –millones– de casos de información menuda; pero la diferencia es que ahora sí que podemos controlar uno a uno su origen, su calidad, sus modos de proceder, su difusión; y que eso es lo que solemos hacer: seleccionar de entre la marea informativa aquel lugar que conocemos, aquella persona que pensamos que sabe o conoce o ha visto y que genera en nosotros razonables dosis de confianza. La mejor noticia sobre lo que está pasando en Haití proviene de personas que en estos momentos está trabajando allí –oenegés por ejemplo– y que mantienen comunicación directa y sencilla con nosotros o con personas de las que nos fiamos y que nos informan. La mejor información sobre la huelga de controladores proviene de lo que nos han contado los pasajeros, primero, y de lo que nos puedan contar protagonistas quizá no directamente implicados en el asunto. Y así sucesivamente.
Desde luego, claro, ya sé que todo ello puede ser, a su vez, manipulable y graduable, y que en estos momentos la batalla se extiende y profundiza para que hasta estos medios de difusión –el teléfono, internet, los nuevos medios de comunicación....– no puedan operar en libertad (como en el caso de China y su premio nóbel). Y es inquietante que las herramientas del proceso pertenezcan a compañías gigantescas que trabajan y se enriquecen en la sombra. En la batalla andamos. Wikileaks de por medio.
Yo sé, en el mientras tanto, que la mejor información sobre el lugar en donde trabajo y las gentes con las que allí convivo no está en la aburrida reiteración de asuntos de las juntas de facultad, ni en las interesadas reuniones de departamento o en las directrices que se amontonan en papeles inútiles de las juntas de gobierno. Está en los cuadernos de pantalla de mis alumnos y de algunos de mis colegas.
Y en consecuencia intento mantener lo más limpio posible este humilde canal de información, informando plenamente sobre aquello que pueda ser mi competencia –por ejemplo, poesía actual en castellano– y tanteando la opinión sobre todos aquellos aspectos que, lejos de nuestra competencia –sistemas de información– nos afectan profundamente.
Las cinco mil personas que lo han consultado durante las últimas cuatro semanas podrán acudir a leerlo con esa confianza, en tanto que yo correspondo haciendo lo mismo con otros muchos, en los que confío. Esa red puede fortalecerse y puede ser cada vez más difícil de destruir.
Y en consecuencia intento mantener lo más limpio posible este humilde canal de información, informando plenamente sobre aquello que pueda ser mi competencia –por ejemplo, poesía actual en castellano– y tanteando la opinión sobre todos aquellos aspectos que, lejos de nuestra competencia –sistemas de información– nos afectan profundamente.
Las cinco mil personas que lo han consultado durante las últimas cuatro semanas podrán acudir a leerlo con esa confianza, en tanto que yo correspondo haciendo lo mismo con otros muchos, en los que confío. Esa red puede fortalecerse y puede ser cada vez más difícil de destruir.
Ya es una realidad, ya sabes, Pablo, el periodismo ciudadano... Yoani Sánchez (http://www.desdecuba.com/generaciony/) filóloga cubana, recibió el premio Ortega y Gasset de periodismo y el premio Instituto Internacional de la Prensa. Su entrada de hoy, por ejemplo, ya tiene más de 2 mil comentarios.
ResponderEliminarEstupendo, estupendo, Mercedes, lo del "periodismo ciudadano", que no conocía en todo su alcance, y que habrá que cuidar....
ResponderEliminarYoani Sánchez Lleva años haciendo una labor increíble desde Cuba, ha pasado por grandes vicisitudes. Buena escritora. Sobre todo que siempre tiene algo que contar, más que opinar. Me alegro de que le hayan dado el premio, se lo merece.
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