mejor así sencillos casi puros
tronco al aire tendiendo esbeltas ramas
sin colores sin pájaros sin hojas
tiempo en tregua silencio en la mirada
y que la luz de los inviernos pose
sus espaciosas capas lentas blancas
y que sepamos ser quien un día vino
y quien vivió se despojó y quien pasa
invierno en el camino de los álamos
erguidos al salir cada mañana
mientras la niebla vaga entre la niebla
y el caminante ya no encuentra nada
invierno vuelve siempre como extraño
y como amigo ocupa ya mi casa
"sus espaciosas capas lentas blancas"... Esto es, literalmente, un verso que nieva.
ResponderEliminarEl espíritu poético de Antonio Machado, transformado, un siglo después.
Mejor así, Pablo. Qué buenos versos. Quién, después de ver esos árboles, pudiera llevarlos a la página en blanco como tú lo has hecho.
ResponderEliminarMejor así sencillos casi puros
ResponderEliminartambién los versos
Coincido con Javier Y.B.! Ya había pasado a leer este soneto y me encantó (pero a veces una se siente tonta de decir siempre lo mismo).
ResponderEliminarAhora si me permite, lo invito a ver unas fotos de árboles floridos en Buenos Aires.
Las jacarandas (yo pronunciaba llana la palabra)... el útlimo estallido de jacarandas lo disfruté el año pasado en Lisboa; en Madrid solo tengo una localizada, en el Retiro, aunque habrá más seguramente, porque en Madrid no se dan bien, me temo.
ResponderEliminarPor cierto, yo sí que voy a ir a Poitiers, pero claro, para mí esta cerca.
Gracias, Jullia.
Suenan muy raros con acentuación llana y en femenino. La palabra jacarandá es guaraní, según tengo entendido, así que no es extraño lo de la acentuación aguda (sabrás que muchas palabras del guaraní lo son).
ResponderEliminarNo creo que se den bien en Madrid porque necesitan un clima más húmedo.
Me encantaría ir a Poitiers el año que viene, pero es imposible. En el 2007 después de la AIH estuve allí unos días en casa de los organizadores de este congreso, justamente. ¡Quién sabe cuándo volveré a Europa!
Me gusta volver a leer tus versos de esta entrada, me traen un aire dulcemente frío en el tórrido atardecer porteño.