Este tío me ha morreado. ¡Pero bueno! No vuelvo a subir o bajar sola. Y todo porque le he sonreído, porque me parecía un señor mayor educado y agradable que de repente se ha inclinado para decirme algo cortés y, hala, me he encontrado con que me ha atizado un beso en toda la boca, casi casi como si se lo hubiera dado yo, de puro intempestivo que ha sido. ¡Pero bueno! Me he quedado con una sonrisa helada justo en el momento que se abrían las puertas; y habrá pensado que la sonrisa viene de su gracia. A mí no se me ha ocurrido más que escapar de las cuatro paredes de ese ascensor; voy a tener muchísimo cuidado cuando lo vuelva a tomar para que no coincidir con un carota como ese, que, por cierto, se ha quedado como anestesiado, mirando al infinito. Claro, ¡en su vida se habrá visto en otra igual! ¿Y yo que iba a hacer? ¿Ponerme a gritar? Decirle, ¿caballero, por qué me besa? Anda, que no se iba a reír poco la gente. Si es que hay cada tipo por ahí, el que no está salido está pirao. Y me ha tenido que tocar a mí, porque habré puesto la carita de boba que dice Jose que pongo cuando estoy con desconocidos. A ver quién se lo dice a Jose; a lo mejor le da por sentirse macho y busca a ese señor.... ¿Y quién será? Un zumbao más, de esos que se ven en esta biblioteca, de los que vive en los pasillos y entre libros, aburrido, a la búsqueda de tontas como yo. Pues es lo que me faltaba: perder el tiempo por aquí y andar dejando un rastro de babosos. Mírale, ahí va, a la cafetería, haciendo el ganso con unos y otros. Pues ojito, vayamos a que venga a pegar la hebra. Entonces sí que....
– ¡José, José...¡
[Denis Antonio]
Siempre son muy buenos estos relatos cortos. Lástima que no aparezcan con más frecuencia.
ResponderEliminarEste Denis... qué pluma tiene, o mejor, qué teclado...
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