Habiendo puesto por escrito todos cuantos votos y obligaciones semejantes tenia hechos en todo el discurso de mi vida, hoy viernes a 20 de octubre de 1600 años, excepto los de mi pertenencia, que quedan escritos en mi poder, los di al padre maestro Esteban de Ojeda, rector que es al presente en este colegio de la Compañía de Jesús de Madrid, y habiéndolos tenido algunos días en su poder, y considerando lo que en este caso mas convenía hacer, dispensó con todos los dichos votos y obligaciones, dejándome libre dellos a mi ruego y petición, en virtud de los privilegios que para esto tiene como superior en la dicha Compañía. Y de tal manera los dispensó absolutamente, que no me queda ninguna obligación y dice no tengo que acordarme dellos ya jamás; y el padre [] de Çetina y el padre Christóbal de Collantes, padres de la mesma Compañía y teólogos muy aprobados en ella me afirmaron que con la dicha dispensación cumplía suficientísimamente y que no tenía que me acordar más de los dichos votos. Y con eso rompí los papeles en que tenía hecha memoria dellos.
[He modernizado la transcripción]
Eso dice este nuevo escrito de Luisa de Carvajal, y con esta nueva y sorprendente declaración –que deja por escrito– se da fin a la tortura de la redacción de los votos, que no parece que se rompieran todos, pues han llegado al menos diez hojas con borradores y resoluciones de "votos" (ya he publicado uno en este cuaderno). De la tortura espiritual anterior le liberan sus amigos y consejeros los jesuitas, como bien se ve, a quienes ha legado –en forma de fundación piadosa– todos sus bienes. La liberación de los votos le abre la posibilidad, que va a desarrollarse enseguida como nueva meta, de viajar en misiones evangelizadoras, lo que hará en una nueva etapa, hasta su fallecimiento en 1614.