Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 20 de marzo de 2011

Valencia, las fallas, Sorolla




Dicen que nunca hubo tanta gente en Valencia como este año, en las fallas; probablemente ayude el buen tiempo y la espectacular recuperación desde hace algunos años de la Malvarrosa como playa para la ciudad. También ha sido este un año Sorolla, en el que el pintor ha recuperado buena parte de la fama que tuvo en vida: su prestigio fue grande  durante la segunda decena del siglo XX, por ejemplo, cuando se le encargaron los grandes cuadros que hoy adornan la Hispanic Society of America de Nueva York.

A modo de homenaje y para estar en consonancia con lo que suena me pasé la mañana del viernes en el museo Sorolla de Madrid, es decir, en lo que fue su casa en el barrio de Chamberí, un palacete primoroso, rodeado de edificios de viviendas que quisieran ahogarlo. La casa, la amplitud, el lugar, etc. documentan el  reconocimiento artístico que obtuvo –traducido en bienestar económico– y muestran sus querencias valencianas, andaluzas y familiares. No hay disarmonía en colocar esas tres cosas como serie; no la hay cuando uno entra por el jardín de la casa, que evoca los granadinos del Generalife –en miniatura, como muchos de sus cuadros, un naranjo en una de sus puertas–, adornados por las cerámicas y azulejos valencianos; o contempla pinturas y esculturas a las que asoma la belleza femenina de las mujeres que le rodearon –su mujer y sus hijas–, que por allí andan trasformadas en luz, deslumbrantes, como el retrato esencial en lo que fue su estudio, y que encabeza esta viñeta.


Volverá a sufrir Sorolla el zarpazo de la evolución crítica –como los impresionistas– por esa búsqueda de la belleza iluminada a toda costa, una trasmutación de blancos, azules, amarillos, tostados.... que tantas y tantas veces ocultan la imagen y el dibujo. Luz frente a línea. 

En mi homenaje no he podido por menos que ofrecer algunos de sus cuadros más conocidos de los que hay en la casa museo; pero también voy a seleccionar unas cuantas "postales", cuadritos menores que se exponen como ejercicios de mano, pero que se van a realzar, espero, cumplidamente por arte de esta presentación: su tamaño original desaparece y se iguala con el de sus obras mayores.


1 comentario:

  1. ¡Me fascina Sorolla!
    ¿Por qué no fui a ese museo? ¿Existía en 1997? Hace tanto que no voy a Madrid (suspiro...)!

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