Si
pudiera escuchar contigo algunas
arias
de Haendel, me daría igual
que
ya no me volvieras a mirar
por
el arcaduz bello de una mano;
el
designio, la fábrica y el modo
del
cabello en estambre azul cogido,
haciéndoles
atalaya del ocaso,
hasta
dónde se besan los extremos;
tejió
en sus ramas inconstantes nidos
cuando
más escurecen las espumas
y
mientras dulce aquel su muerte anuncia
no
hay silencio a que pronto no responda.
Campo
amanezca estéril de ceniza.
La
razón falta donde sobran años.
Preciosa, me ha encantado.
ResponderEliminarSaludos desde la Mancha