las palabras que decía,
ya dejaron de ser tuyas
las que no eran solo mías;
ahora llegan a romance,
al viejo romance en –ía,
todo lo que con él digo
se convierte en melodía
que refrenda la certeza
de lo que siempre sabía:
que una noche en tu costado,
que en tu cuerpo todo el día,
que me da igual lo demás
y que digan lo que digan.
A la fragua del silencio
se arrimó melancolía,
la dama de las ausencias
ya hace tiempo que venía
a mirar atardeceres
y a hacerme compañía,
para gustar en invierno
de las que larvan tristezas
que aun ni yo me sabía.
Se acostumbró a los otoños
y luego –quién lo diría–
hasta a la luz del verano
con paso quedo venía.
ni me robó la alegría,
a venir se limitaba
y a quedarse pensativa,
con una tristeza dulce,
con una tristeza antigua,
que cuando vengo al romance
con un amago de pena
y me canta tonadillas:que a lo lejos queda nada
que de cerca lo que había
se ha convertido en balumba
Y yo me voy de canciones
a todas las romerías,
pongo aquí y pongo allá,
verdades, sueños, mentiras:
qué más da ya arrasa todo,
la gana triunfa cumplida,
la real gana que aun mantengo
por eso me voy de amores
con quien me manda sus risas
y le entrego lo que queda
y le entrego lo que pida
y le llevo en las palabras
estos romances en ía,
mordidos con pillerías.
Corre el tiempo mientras tanto
y corre como corría
y con las bolsas vacías
dejando estelas de luz
tragando noches y días
sin saber adónde va
sin saber lo que le guía
y me mira de soslayo
y hasta asustado me mira
cuando ve que juntos vamos
Él busca sabe dios qué
nosotros cosas sencillas:
tus ojos sobre mis ojos,
tus ojos que me iluminan:
solo me importa tu cuerpo,
solo me importa la rima.
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