Morir en Nápoles, con tanta gente
y tanto ruido debe ser extraño,
una experiencia que merecería,
ya cumplida, contarse con detalle.
Nápoles ha ganado la batalla
a casi todas las costumbres y hábitos
de lo que dicen civilización,
y ha llenado palacios, templos, calles
con la ropa tendida al sol, mientras que
Scarlati, Petrarca y Donizetti
se toman pizza frita en di Matteo
y discuten pasajes de las Geórgicas.
Se está haciendo muy tarde, son las doce.
Me voy. No quedan niños en el barrio.
Santa María de Montesanto (iglesia en la que reposa Scarlati) |
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