Es una auténtica satisfacción ver cómo se ha cumplido la recuperación de los restos de las fuentes de los caños del Peral, en la actual plaza de Isabel II. Se ha abierto un pequeño espacio a la salida del metro de Ópera –o mejor: a la entrada, hay que ir con billete– en donde se ha dispuesto muy adecuadamente lo que fue este lugar del viejo Madrid: las lomas y desniveles de la zona han provocado su constante remodelación –¡aun no está acabada la última!–, que últimamente tira más hacia superficies esteparias y pedregosas que hacia árboles, qué le vamos a hacer. Nunca alcanzará este lugar, como, sobre todo, la Plaza Mayor, la belleza acogedora que nos muestran algunas de las primeras fotos, a mediados del s. XIX, con un arbolado tupido.
Es el caso que la conservación de los grandisímos sillares, los medios ojos de los acueductos y tajamares, impresionan por su fortaleza, sobre todo cuando se piensa que hacia las siete fuentes públicas que había llegaba el agua de un viejo arroyo. Se han acomodado, por lo demás, unas cuantas gradas, a modo de auditoiro, en donde el curioso puede ver y escuchar la historia del lugar y de las excavaciones. Muy bien.
La otra historia literaria de este lugar documenta que al aire libre de aquellos descampados acudían compañías itinerantes para representar sus esbozos dramáticos, lo que llegó a ser costumbre –la gente iba allí para contemplar a faranduleros y saltimbanquis–; en algún momento hubo de fijarse rudimentariamente aquel tablado ocasional –cobrar la entrada, fijar unos palos, cubrir algún espacio para los actores....– hasta especializarse en representaciones de tipo musical. La historia es rica, compleja y apasionante: la documentación, abundantísima, sobre todo entre los manuscritos de la BNE.
Luego, ya se sabe, el gobierno francés empezó a trazar líneas rectas desde el Palacio Real, que hubieran llegado –derribando todo– a la Puerta del Sol. De aquellos años deriva la actual disposición, de la que iré dando cuenta de modo concreto en otros momentos, pues convergen en aquella zona muchas otras circunstancias de interés. Baste por ahora señalar la novedad y acudir con el aplauso.
Por el momento véase lo que dice Mercedes Gómez en http://artedemadrid.wordpress.com/2009/07/17/la-fuente-de-los-canos-del-peral/
Pues ya tengo algo que visitar en mi próximo viaje a la metrópoli, espero que no más tarde de octubre(noviembre.
ResponderEliminarEn cuanto al monumento en sí, son estas pequeñas historias las que realmente hacen conocer la auténtica historia de una ciudad. Se puede conocer cuando se fundó, cuando se conquistó, o cuando se produjo tal o cual motín, pero ello no es más que reflejo de la geopolítica entre estados. La verdadera historia de sus gentes es la de su vida cotidiana, sus problemas, sus costumbres, sus paisajes.
Lo dicho, iremos a Ópera aunque sólo sea para escuchar el canto del agua en la imaginación.
Te recuerdp que es una recuperación puntual, pequeña y sencilla: se ve en quince minutos; pero se ha hecho y se ha hecho bien. Toda la zona luego, desde la plaza de Isabel II hasta el Palacio Real y callejuelas de los alrededores se ha convertido en un lugar animado y grato.
ResponderEliminarbuscaba información sobre como salió a la luz este yacimiento, y los arqueólogos que realizaron las investigaciones y la recalificación delos materiales hallados: nombres, opiniones y síntesis sobre la recalificación de materiales, etc. Conozco el lugar y parte de su historia,pero que ría algo más.
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