Se puede amar un martes por la tarde
disimuladamente como si
nunca le hubiera acometido a nadie
un accidente de naturaleza
tan humana tan dulce tan así
un revoltijo que rezuma vida
y extrañamente empapa galerías
machadianas sin nada que oponer
a la invasión de todas las derrotas
en las cavernas del conocimiento
donde se dijo –se ordenó– que nunca
se permitieran armas enemigas....
Pero vivimos tiempos de revuelta
y no podemos rechazar la lucha.
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