Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 30 de diciembre de 2010

Noche

Al poco de apagarse la luz la sombra de la silla se convirtió rápidamente en la de un animal quieto, que me miraba y estaba esperando a que me moviera o a que hablara para saltar sobre mí; y si entreabría los ojos y, sin  moverme apenas, atisbaba la medio oscuridad del otro lado, el cambio de luz de la puerta abierta favorecía el juego de oscuridades, y la del pasillo era mucho más profunda que la de la habitación, tan profunda que allí podría ocultarse cualquier cosa, de manera que mejor no moverse y no intentar explicar a mi hermano, que dormía a la infinita distancia de otra cama, que ese silencio de la casa, con algún crujido de madera vieja en el pasillo o dentro de algún armario, era en realidad un toque de trompetas que iba a anunciar el asalto definitivo de los monstruos hacia nuestras camas. Y he aquí que entonces, aquella aciaga noche de invierno, una entre varias en las que el ataque de los monstruos se cebó en mis pocos años, a unos mocos desprevenidos se les ocurrió salir de las narices a ver qué pasaba, y se fueron deslizando bonitamente por hacia el labio superior durante un tiempo eterno; era ya tarde cuando pensé que una buena sorbida les devolvería a su lugar natural, porque el salado ya se degustaba en el labio de arriba y porque había de ser, obligadamente, una maniobra con poderío absorbente, que iba, sin ningún lugar a dudas, a alertar a los monstruos, que entonces ya, resueltamente, dirigirían el ataque contra mí. La desazón, en el colmo de las desgracias, me produjo angustia y pena, y la pena, no sé si por su natural o por el llamado de los mocos, envió un par de gruesas lágrimas, carrillo abajo. Recuerdo perfectamente que no podía controlar todo: la puerta, la silla, los mocos, la pena, las lágrimas.... ¿cómo mantener todo aquello en silencio, como prolongar la quietud que no alertara a los monstruos sobre los objetivos prioritarios, si el cosquilleo inicial de aquellos malhadados mocos, conchabados con la avenida de las lágrimas y la angustia había empezado a provocar ramalazos y sudores en el resto del cuerpo, que, como es obvio, mantenía a duras penas una quietud pétrea?
Todo se iba a ir al traste si no tomaba una determinación. Sabía que podía perecer en la resolución del conflicto, pero había que resolver, porque las narices, animadas quizá por el éxito de la primera expedición, acababan de enviar una segunda remesa que, aprovechando la carrera de la primera, se dirigía con sus refuerzos a mayor velocidad a taponar todo lo que encontrara su paso. Y del ojo derecho, que se apoyaba prácticamente sobre la almohada –dormía acurrucado, de lado–, manaba una fuentecilla lacrimosa que ya había mojado la funda de la almohada. En fin, era necesario algún tipo de rascado en zonas en las que se había concentrado el picor, particularmente a la altura del muslo derecho, encima de la rodilla, y el algún lugar de la pantorrilla izquierda, en la zona de la corva.... lugares alejadísimos para poder llegar sin revolución. Y esto por no querer darme por enterado de que parecía que se me estaba durmiendo un brazo, el derecho, y de que la negrura de la puerta estaba cada vez más cerca y era, por tanto, cada vez mayor. Hice un esfuerzo supremo y arriesgué la vida:
– ¡Agua! ¡Tengo sed! .... ¡Mamá....! ¡Tengo sed!


[Denis Antonio]

2 comentarios:

  1. Qué angustia revivir esa situación otra vez. ¿Quién no ha soñado alguna vez de pequeño -y también de mayor- que había monstruos en su habitación? O salías como alma que lleva el diablo a la cama de papá y mamá o cuanto más quieto mejor aunque te hicieras pipí encima. Espléndido relato. Felicidades Denis Antonio, qué nombre más literario. Feliz año Dr. Jauralde y seguidores del blog.

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  2. Gracias, Denis. Quién pudiera seguir llamando a mamá esas noches en las que no se puede dormir... Qué vengan muchos relatos más el próximo año!

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