Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 26 de enero de 2011

La REC, número II



Bien que ha venido creciendo el mundo de las revistas profesionales durante los últimos cien años hasta producir una gigantesca hemeroteca de la medida de nuestros tiempos, es decir: inconmensurable para el paladar humano. Las que se dedican al universo de la filología hispánica, con su parcela literaria, son, como corresponde a la importancia de nuestra cultura, desmesuradas en su número y generosas en su dispersión: sobre áreas, temas, países, autores, géneros, estilos… Durante el siglo pasado provocaron subgéneros como la revista de revistas, los directorios de publicaciones periódicas y otras herramientas necesarias en árbol ascendente que alcanza ya a la bibliografía de las bibliografías sobre revistas. Se cimentaban tales publicaciones sobre una tradición riquísima, cuyos hitos más venerables arrancan del siglo xix y se catapultan hacia 1914, fecha de la que datan dos prestigiosas publicaciones, todavía vivas, la rfe y el brae, denominadas por su hipocorístico jergal, las siglas; hemos bautizado a la nuestra sencillamente como rec, para que ande familiarmente entre las demás.
Poco ha evolucionado, sin embargo, el esquema de estas revistas que recorren anaqueles en las mejores bibliotecas del mundo; si ha cambiado, lo ha hecho hacia la densidad, afirmando un diseño que fue en su momento original, pero que se vino a tedioso y, quizá ahora, resulta poco efectivo. Normalmente diferenciadas entre las de erudición y crítica, por un lado, y las de creación por otro, en los últimos años hemos visto cómo parecía vacilar la estructura de la publicación periódica —y de tantas cosas más— por la invasión de revistas en la red, ese artilugio desconcertante que libera al mismo tiempo que confunde. Sin embargo, en su mayoría han acabado por reproducir unas maneras que nos parecen ya agotadas, particularmente las de la revista profesional que se atiene a aquellos dos modelos básicos: la erudita, seria y sesuda, que recoge extensos y prolijos —y a veces necesarios— trabajos; y el de la revista de creación, en donde se repiten hasta la saciedad unos cuantos nombres y se consagra la rutina, con muy pocas posibilidades para la sorpresa, porque los «cajones» estaban prefabricados y para innovar haría falta construir un mueble nuevo.
Quizá haya llegado la hora de intentar cambiar, remover, atreverse; quizá haya llegado la hora de las herejías sobre ese modo de hacer, que es también y al mismo tiempo un modo de dispensar los textos que pasan por nuestras manos y un modo de enfrentarse a la literatura.
Estas breves líneas de presentación no pueden desarrollar un programa que parta de una concepción distinta de la lectura, de la educación, de la cultura… Pretencioso resulta ya solo enunciarlo. Pero como de atrás le viene al garbanzo el pico, todas aquellas cuestiones son las que están obligando a cambiar estas otras. 
Queremos recuperar descaradamente el placer de la lectura —creadora o crítica—, acercando la erudición a los textos y al lector, huyendo de los desiertos farragosos de páginas para un par de especialistas, con otras tantas notas a pie de página y una especie de ostentación de sabiduría que, a estas alturas, no llegará muy lejos. Habrá que intentarlo sin menoscabo del rigor y de la seriedad, que sin mucha justificación, la verdad, se suelen adscribir a la erudición. En la rec los hitos de la investigación aparecerán frecuentemente como motivos de lectura; es decir, trataremos de congelar para el lector aspectos fundamentales del proceso de investigación, no solo de abrumarle con su resultado erudito.
No están los tiempos para andar acumulando saberes; el viejo humanismo tendrá que buscar la derrota de los vericuetos de la razón y afilar la inteligencia; apostar por todo lo que nos ayude a suplir los estancos del saber, para no encallar en esos inmensos arenales de datos que, a la postre, dicen poco. En nuestro mundo actual, el espacio del conocimiento desborda la competencia de cualquier lector culto. La opción menos alambicada nos enseña, sin embargo, que se puede recuperar el placer del texto y aceptar que una de las funciones de la lectura es la de experimentar lo que la mente atraviesa, mueve, imagina, cuando se entrega a esa actividad, sencillamente. Ese recorrido asiduo y constante por los textos es una de las tareas más urgentes y nobles para recuperar espacios de la cultura que están desapareciendo por la invasión de la inercia; entiéndase, por la invasión de aquellos sistemas que buscan amortiguar nuestra capacidad de reflexión y crítica, destruir los resortes de la imaginación cegando los caminos del buenpensar, y logrando no la serenidad del sabio, sino la quietud de la piedra. No es menor la ventaja de apoyar la aventura del lector inteligente y culto, a quien repele el envoltorio crítico, cuando ahoga al texto e impide su lectura limpia. O la de pedirle que nos acompañe leyendo un manuscrito, interpretando un texto, elaborando un motivo crítico…. La capacidad de maniobra no es demasiado grande, porque la ruptura total puede desazonar al lector, habituado a páginas y rutinas que ha enquistado como itinerarios exclusivos; pero sí que podremos reunir en una sola revista un juego de voces muy variadas, apostar decididamente por la la erudición justa, reducir la discusión y análisis de aspectos tan alejados del lector que solo podrían interesar a muy pocos; destruir fronteras académicas y escolares; compartir métodos; no frenar el recorrido histórico según se va aproximando a la actualidad; enhebrar aspectos eruditos, creativos e históricos como la cosa más natural del mundo; dar paso a los textos por todos los lados; crear un espacio intelectual ameno, serio, riguroso, ojalá que necesario para quienes consideran que lo que se llama literatura es un fenómeno cultural evanescente, sinuoso, complejo, quizá una de las grandes mentiras de nuestra historia, pero, eso sí, que sigue jugando un papel crucial en nuestra existencia.

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