Una prueba excelente para quienes se han interesado por estas cuestiones podría ser la de, con el romance de Lope en ristre, tratar de recorrer el viejo Madrid de los Austrias. No es muy difícil. He visto que internet suministra abundante información, aunque he de insistir que, como siempre, muy mezclada la fiable con la errónea, superficial, etc. El filtro adecuado puede proceder de la consulta habitual de las guías fundamentales para el mejor conocimiento del Madrid antiguo, es decir, el plano de Texeira (mediados del siglo XVII, yo ilustro siempre con alguna vista suya), el volumen correspondiente de Ponz (XVIII, hay ediciones modernas) o, para el caso de las iglesias, las monografías de Tormo –sobre todo– o algunas de las viejas o nuevas (Álvarez Baena, Bonet, Répide....) No es difícil con esas calas y echándose a la calle terminar por reconstruir todo mejor o peor. Suele ser esencial para cerrar la reconstrucción, si al lugar se llega, hablar con el responsable del lugar, el párroco si se trata de una iglesia, por ejemplo; monjitas, si de un convento femenino. Todavía el año pasado, en una de estas visitas rápidas, a San Nicolás, párroco y profe se intercambiaron información: él me contó todo lo ocurrido con Fernando VII y me habló de la cripta, o me señaló las huellas en la calle de las vigas con las que se apuntaló la torre; yo le dije que allí estaban enterrados los padres de Quevedo. Es lástima porque no recogí notas exactas de la mucha información que obtuve, fiado de la memoria de Paula, que me acompañaba, y que probablemente tampoco la recogió. No se puede hacer todo.
De manera que propondré a los candidatos a paseantes que se ocupe cada uno de dos o tres de de las citas de Lope en este curiosísimo romance, que termina la edición de las Rimas Sacras (cito por la edición de Sancha), en donde se han señalado en cursiva las alusiones, no todas exactas, por cierto, lo que añade intríngulis a las pesquisas.
A Lope se le salía la devoción por todos lados, como se le salía la pasión por las damas –por la belleza femenina– y la dependencia del mecenazgo de unos y otros, es decir, la sumisión y el pago con versos. Todo eso va en el romance, que es extenso.
Hay que pinchar sobre la ilustración para que se amplíe y se pueda leer bien.
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