Déjame que te diga que te quiero
con las pocas palabras que nos quedan,
ya sé que se gastaron hace mucho
y no dicen ni saben lo que llevan;
el cauce del amor está cegado,
pero es al cabo el río que nos lleva
hacia un lugar que nos cobija siempre
cuando ya todo lo demás se cierra,
cuando el cansancio viene y la fatiga,
y el vacío y la nada nos rodean,
solo tú, solo tú puedes entonces
recoger con tu imagen la tristeza.
Ya no quiero buscar entre más versos.
Estas son las palabras que me quedan.
Claro que le dejo, Dr. Jauralde, por supuesto que le dejo… ¡no faltaba más! Tuve que salir de viaje durante un tiempo pero no crea que por eso me he olvidado de usted. Cuánto he echado de menos sus poemas y su voz que yo imagino en mis adentros. No recuerdo ahora mismo quién decía lo de: se rompió el amor de tanto usarlo -o algo así era no?-, pero algo de eso hay aquí también. ¿Y le parecen pocas esas palabras? No busque… no siempre el que busca encuentra. Los hay que encuentran las palabras sin necesidad de buscar y usted es uno de ellos. No le creo cuando dice que esas son las palabras que le quedan pero vaya, que yo de momento me conformo.
ResponderEliminarLa biografía que escribió usted sobre Quevedo es soberbia. Un libro fundamental para conocer nuestro siglo XVII.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
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