Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 30 de enero de 2011

Jardines impresionistas

Jardines impresionistas. Dicen los críticos de ahora que los museos apuestan por el impresionismo porque la respuesta del público es siempre positiva, febril casi, entusiasta desde luego. Y como puede que la crisis se haya extendido a presupuestos de centros culturales, el impresionismo reaviva la afluencia de público, la publicidad, las arcas.... Y ahí me he ido con esa corriente entusiasta de público a ver jardines impresionistas en el Thyssen, en una de sus sedes, pues en la de la Plaza de San Martín estuve hace poco; y después de cruzar el Retiro, el Prado anunciaba en su fechada a Renoir. No damos a basto; y no damos a basto con los impresionistas.


El impresionismo como resultado del asentamiento de los gustos burgueses a finales del siglo XIX. He ido acompañado de un churumbel de ocho años, por eso la dosis ha sido mínima; y le he dejado un poco a su aire entre la gente, tanta que casi no se podía ver con tranquilidad nada. No está muy determinado el chaval –espero– por los gustos burgueses de su educación ni de la de las gentes que le rodean, y sin embargo ha disfrutado con algunos cuadros, particularmente con un Van Gogh y algunos Gauguin. No puede ser este un lugar adecuado para una teoría estética, ni siquiera para un tratadillo del gusto; pero dado que en prensa, semanarios y demás se puede emitir juicio radial sobre este tipo de exposiciones, obras y autores, yo creo que, al mismo nivel, también puedo hacerlo. Me ocurre igual con los productos llamados literarios, particularmente cuando por ellos asoma algún vestigio de –vamos a llamarlo– romanticismo, lirismo, preocupación formal, etc. A moro muerto, gran lanzada. Y sin embargo, con qué placer todavía y aún contrastan muchos de mis alumnos su travesía humana con aquellos productos; lo diré de otra manera: cómo buscan en los productos llamados artísticos los ingredientes que les afectan íntima, personal y socialmente. El cumplido análisis de lo que es un elemento discursivo en una formación social deformada por los intereses de clase, la conciencia clara de que así puede ser, incluso, no borra los efectos “positivos” de aquel discurso sobre los individuos y sobre la sociedad. Y los impresionistas, que miraron lo que miraron y cómo lo miraron, contienen principios de armonía, ramalazos de consistencia, pulsiones que nosotros sospechamos que no todas se deben al imparable ascenso de las clases burguesas.

Y todo esto, no hay que preocuparse, no se lo expliqué al churumbel de ocho años. Por el momento no pensé que ya había desarrollado una malformación ideológica de raíces profundas; simplemente pensé que recibía impulsos espontáneos de muy diverso signo, con cuyos mimbres iría tejiendo su formación.

1 comentario:

  1. Hiciste bien en no explicarle al churumbel, no hubiera entendido: ya a mí me cuesta. De todas formas, pobres burgueses, sin ellos no seríamos nada, o casi nada. Como sin los jesuitas, o los impresionistas sin Goya (que a lo mejor era un burgués afrancesado, para más inri)

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