Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 26 de enero de 2011

La REC número tres. Libertad y Literatura


La literatura, por su aspecto creativo, tiene mucho que ver, todo que ver, con la libertad; con la libertad necesaria para el desarrollo de las facultades del hombre, es decir, con la cultura como espacio de posibilidades. Explorando esas posibilidades se logra fortalecer los ámbitos de la libertad, de nuestra exigua libertad, querido lector; mientras que la retracción y el apocamiento nos limitan. Con la REC hemos seguido intentando elevar y no rebajar el nivel de nuestra capacidad para entender y crear a partir de un instrumento natural que todos poseemos: el del lenguaje. En los años finales del estructuralismo a mediados del siglo pasado llegó a prohibirse como tema “serio” en congresos, reuniones, ensayos, el de los orígenes del lenguaje. Puede que ocurra algo similar, tal y como vienen las cosas, sobre el futuro de la cultura que se asienta en la capacidad de expresión mediante el lenguaje, pues entre los muchos rumores que discurren sobre el universo a comienzos de este siglo, uno hay que afecta directamente a nuestras tareas literario-filológicas en general y a la REC en particular: dice que la humanidad camina hacia la desaparición del lenguaje. El rumor tiene ya sus monografías (verbo y gracia, When Languages Die, de K. David Harrison) inglesas; adelanto de las que vendrán en francés y, un poquito más tarde, de las versiones españolas. Lingüistas, historiadores y antropólogos no se ponen de acuerdo, sin embargo, sobre cuáles serán los procedimientos de comunicación natural que pueden sustituir al del lenguaje; o si se va a tratar de una nueva era en donde la comunicación entre humanos se reconvierta en sabe dios qué galimatías. Habituados están quienes trabajan y lucubran sobre el destino del cosmos a tratar el tiempo con medidas desaforadas; nuestra imaginación se pierde, sin embargo, cuando llegan los millones de años (“luz”, suelen añadir para mayor turbación). Las cábalas con que nos iluminan, por lo demás, al proyectarse desde las condiciones actuales, son habas contadas: podrían ser procedimientos naturales apegados a los sentidos (comunicarse solo por la piel, solo por el olfato, etc.), entre los cuales el de la vista se lleva la palma, por el avance del mundo de las imágenes. Es decir: atrofiaríamos la lengua natural para emplearnos a fondo con imágenes, lo que, se suele decir, es más exacto, mejora las comunicaciones: te enseño una estampita con un plátano o un plátano canario o el esquema de un plátano en vez de decirte plátano; te hago llegar el rumor del viento −o te soplo al oído en vez de decirte huracán. En fin, banalizaciones son de un tema que, a la larga, será muy serio; el anticipo mental de lo que pudiera ocurrir no encuentra soluciones para lo que pasa hoy: a ver cómo les decimos a los extraterrestres con imágenes que “la idea de libertad es hermana de la autonomía estética”, sentencia nuclear de la filosofía estética. ¿Traducirán en aquellos nuevos tiempos del futuro los técnicos la Estética de Adorno a otro lenguaje, por ejemplo a un lenguaje combinado de ruidos, imágenes y estímulos sensoriales varios? Y ¿harán lo mismo con “En el corazón tenía / la espina de una pasión, / logré arrancármela un día, / ya no siento el corazón”? En el primer caso el lenguaje necesitaría sustitutos conceptuales muy serios que a lo mejor no encuentran modo alguno de corresponderse con un batiburrillo de la realidad o con un invento técnico; en el segundo, sustitutos artísticos de no menor calibre que, sencillamente, contravendrían el estatuto que solemos admitir para la obra de arte ¿Editaremos, entonces, correctamente los versos del Libro de Buen Amor con solo mirar a los ojos de Roberta Alviti, sin necesidad de leer en REC 3, en este número, las explicaciones sobre el enigma paleográfico que encierran? ¿Bastará con acompasar nuestro paso al mucho más rápido de Mario Hernández para escuchar los tonos y sentir los aromas de inciertas violas, mientras desgranamos versos de Garcilaso? ¿Saludar a Antonio Carvajal será como leer la “transparente hermosura” que llevan sus versos?... Y todo ello sin leer REC 3, la revista que tienes en las manos, querido lector, la revista de donde voy espigando los ejemplos. Y no sigo, no sigo porque ¿dónde y cómo viviría ese lenguaje criollo argentino,  borracho de giros, expresiones, matices llenos de vida que han bombardeado muchas páginas de este número? Y por referirnos a lo ya dejado y hecho, ¿tomar un café con Hipólito Navarro será como desayunarse con un cuento y no con una magdalena? ¿Desterrará la magdalena del café del desayuno de Hipólito Navarro a la magdalena más famosa de la historia literaria universal? Infinitos son los caminos del señor, y no quiero yo seguirlos, por el momento. En todos estos casos que acaban de acorralarnos ¿habríamos captado lo que hoy nos trae el lenguaje, lo habríamos asumido sin hacimiento es un término que suelo copiar del Abecedario de Osuna, el franciscano de la Salceda, rebrotado en textos hispanoamericanos de la independencia de voces ni visión de garabatos? Se quedarán sin trabajo los fonetistas, los retóricos del New Criticism, el Grupo M, los sucesores de Lausberg y de Morier… Y libros tan emblemáticos, como la ortografía del entrañable lingüista español José Polo, se venderán en los VIPS planetarios por cuatro perras. Ya se ve que un solo cambio en cualquier lugar del sistema orgánico natural produce el trastorno del universo. Todo organicismo es pernicioso cuando se contempla la infinita complejidad de cualquier objeto sencillo; y sin embargo, como animales racionales, necesitamos una cierta mentira teórica que nos eleve desde la infinita riqueza del universo a nuestra capacidad de comprensión. En la REC, para no perder de vista nuestro espacio, aceptamos desde los objetos más complejos (un manuscrito, un cuento, un poema…) hasta los distintos grados de elevación teórica, incluso hasta aquel que, de vuelo tan alto, de altanería, se olvida de lo que le produjo el impulso inicial y teje un universo de conceptos.
Volviendo a la utopía de una comunicación sin lenguaje. La autonomía del objeto artístico, por lo demás, sería desvirtuada con aquel simulacro nuevo. El viejo arte, este que nos da el pan de cada día, quedaría arrumbado acabo de pasarme al potencial, cada vez lo veo más irreal como recuerdo de una prehistoria oscura, que quizá se estudiara en alguna universidad perdida del futuro cosmos, adonde irían los erasmus de todos los países a aprender humanidades. Y habría un arte nuevo basado en los modos de comunicación o de incomunicación y una manera de trasmitirlo hoy por hoy inconciliable con el que nos ayuda a soportar el peso de la existencia. Ese sería el progreso.
El mito del progreso se nos está cayendo desde hace más de cien años –atacado por los posmodernos--, y mira que está enquistado en las sociedades capitalistas. Ese intento desesperado por casar tiempo, progreso y acumulación de capital arrasa con casi todo lo que no fagocite el mercado. No vamos a insistir en ello. Se asienta en otro pilar que se nos ha colado de rondón y es más que discutible: el de la especificidad, compartimentación, especialización, etc. Notad que son palabras larguísimas, que necesitan de montones de sílabas para hacerse valer, para hacerse pasar por palabras; vamos, que quedan lejos de “sí”, “no, “sol”, “mal”, “mar”… Desconfiemos de que esas palabras nos reenvíen a algo que signifique progreso: constituyen la parte pedante del lenguaje, la que disfraza la realidad con un falso adorno, con el empaque que busca asombrar más que decir. La espesura de la teoría se obceca con ese vocabulario. El obrero industrial inglés debe ser maravilloso en su tarea específica de construir la tuerca número 27 y ajustarla a la bisagra 348KLxc, el mejor del mundo; con eso, un poco de televisión, mucha cerveza y un buen partido de fútbol tiene cumplida su existencia y ejerce función social. Y nadie debe salirse demasiado de esa función, que le da de comer, le integra y le sujeta los errores de la imaginación. Frente a esos dos mitos, mantenemos la sospecha –es retórica: la convicción— de que no todo paso del tiempo es progreso porque sí y de que la complejidad sustenta nuestro modo de ser y de estar, que no es un mal, y que haremos bien en asumirla. Si estas breves líneas no fueran lo que son, un delantal inocente a REC 3, hubiera puesto a pie de página alguno de los argumentos de nuestro mejor prosista en aquel lugar “de las Indias equivocadas y malditas”, cuando del ocio se pasó a las doce horas en las minas de plata.
Por ahora la lengua es un don gratuito con el que podemos trazar ámbitos de libertad; y habrá que luchar para que no mengüe o retroceda. Hemos vuelto a la REC, querido lector, como lugar abierto, complejo, gozoso, confuso, en donde intentamos mantener en tensión, mediante la lengua, nuestro modo de expresión por ahora más completo, esa posibilidad de crear, pensar, imaginar, criticar, decir, que es inherente a nuestra condición histórica desde hace siglos, y que nos mantiene arrinconados, pero milagrosamente libres. 

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