¿Qué se puede dejar para emprender
te vienes a cantar:
siempre de otro la ausencia
y mía la soledad;
romance de voz ciega,
que nadie escuchará;
ecos del corazón
que no sabe cantar
sino lo que le falta,
lo que dejó detrás
y grabó sin saberlo
huellas con que soñar.
Costumbre es la que se usa
de sentir y guardar
la lumbre de los ojos
que hirieron al pasar;
la luz que trazó estelas,
las dejó sin borrar,
abrió en el pecho nidos,
y sembró soledad;
que de todos los días
la tarea es de amar,
oficio bien extraño
al que no escaparás;
nadie nos lo enseñó,
por todo el mundo va
buscando los rincones
donde ser y medrar
que con el viento siembra
que crece sobre el mar.
Tiempo, muerto de risa,
se ha venido a cantar:
“Está bien lo que dices;
es todo eso verdad;
mas yo voy a mi paso,
no tengo marcha atrás”.
te vienes a cantar:
siempre de otro la ausencia
y mía la soledad;
romance de voz ciega,
que nadie escuchará;
ecos del corazón
que no sabe cantar
sino lo que le falta,
lo que dejó detrás
y grabó sin saberlo
huellas con que soñar.
Costumbre es la que se usa
de sentir y guardar
la lumbre de los ojos
que hirieron al pasar;
la luz que trazó estelas,
las dejó sin borrar,
abrió en el pecho nidos,
y sembró soledad;
que de todos los días
la tarea es de amar,
oficio bien extraño
al que no escaparás;
nadie nos lo enseñó,
por todo el mundo va
buscando los rincones
donde ser y medrar
que con el viento siembra
que crece sobre el mar.
Tiempo, muerto de risa,
se ha venido a cantar:
“Está bien lo que dices;
es todo eso verdad;
mas yo voy a mi paso,
no tengo marcha atrás”.
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