Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 15 de enero de 2011

María, la madre de Quevedo

Muere en 1600, el documento que transcribimos abajo son las dos últimas hojas de su testamento. Era viuda y deja cuatro hijos, Francisco, el escritor, es el mayor, porque antes había muerto otro hermano, Pedro; y Felipa ha entrado en las carmelitas descalzas de Madrid –en la plaza de Santa Ana estaban–. En la repartición de sus bienes dice bien claro que le deja una pensión de 300 reales al año, y que no puedan disponer de esa pensión en el monasterio las monjas, que era algo usual.
Durante un tiempo, cuando investigaba la familia de Quevedo, perseguí a la figura materna, como un elemento clave en la biografía del escritor. Corroboré su pertenencia a la alta clase funcionarial del Palacio en un manuscrito de la British Library que recogía nóminas y gajes de los criados; luego encontré su ficha en el archivo del Palacio Real de Madrid y, finalmente, reconstruí su entorno familiar, para averiguar que la personalidad realmente dominante en el gineceo que educó a Quevedo era la abuela Felipa de Espinosa, camarera de la reina. Quevedo hubo de quedar sentimentalmente sometido a la hermana de su madre, su tía Margarita, pues a ella dedica de modo muy sentido su primera colección de poesías, el "Heráclito Cristiano" (en 1613), manuscritas, y en su casa de la calle de la Madera hubo de aposentarse, de vivir o, al menos, de parar con frecuencia. Existe una espesa documentación, pocas veces utilizada, sobre estos familiares, su papel en la educación de Quevedo, sus relaciones sociales, etc. Merece la pena que quien quiera acceda, sin demasiados filtros, a documentos como este testamento de la madre, que deja a sus hijos todavía menores (la mayoría se alcanzaba a los 25 años) bajo la tutela efectiva de Agustín de Villanueva, y que encarece a las grandes damas de la corte –empezando por la mismísima duquesa de Lerma–, con alusiones confidenciales, para que se preocupen de los huérfanos. Todo ello explicará muchas cosas, biográficas y literarias, desde los sonetos a la muerte de la duquesa, en Valladolid, poco después, hasta la fidelidad al duque de Lerma, incluso más allá de su caída; pero también las viñetas históricas del escritor sobre aquellos años; incluso, como he defendido alguna vez, ello explicará su libertad en la prisión final (1643), promovida por Juan de Chumacero cuando alcanzó la presidencia del Consejo Real, pues también compartió con él los favores del mecenazgo de los Lerma.
También daré a conocer los testamentos de Margarita de Quevedo y de Felipa de Espinosa, entre otros. Recuérdese que solo van las dos páginas finales del de María de Santibáñez:

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