Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 4 de junio de 2011

Retazos quevedianos de un viaje a Italia

Ótranto, castillo aragonés
Me va quedando poco tiempo y tengo que ir haciendo recuento de lo que he ido recogiendo, viendo, considerando.... casi siempre desde perspectiva quevediana. 

Puerto de Ótranto
He rehecho, fundamentalmente, la idea que tenía del Virreinato de Nápoles, de su extensión y de la huella que hubiera podido quedar sobre lugares alejados de la capital, de Nápoles. La visita a Ótrando, obviamente, ha sido la más adecuada, pues era sencillamente el puerto que tenía la llave del Adriático, mar al que el Duque de Osuna llevó barcos y flota, causando la irritación de los venecianos. Ótrando era una verdadera avanzadilla en el mar, una especie de faro de todo lo que ocurría en el Adriático y de lo que podía venir del sur. En ese sentido, me ha llamado la atención el pavor en la población de la costa a la llegada de los sarracenos, lo que en algunos casos explica hasta la fundación de ciudades enteras –como Maglie, se dice, a casi 20 kilómetros de la costa– o la dispersión eremítica en torno a Matera, en la bellísima zona esteparia de Múrgia; incluso los Sassi (casas excavadas en la montaña, troglodíticas) de la capital. En España ocurría, pero de modo más discreto (el casco urbano de Gandía, por ejemplo, está a unos 3 kms. de la costa).

Sassi de Matera
En casi todos los lugares fortificados se encuentra la huella del dominio aragonés, que ha dejado restos claros en la toponimia, por lo demás, incluso nombres de ciudades (como Fernandina). Todo el entramado militar –castillos, fortalezas, murallas, torres....– se creó o se consolidó desde finales del siglo XV y a lo largo del siglo XVI. Durante la centuria siguiente, al menos hasta las revueltas de mediados de siglo (c. 1647), Pedro de Toledo también actuó con energía consolidando las raíces militares del virreinato: a él se debe, sin ir más lejos, la formidable estructura del castillo de San Telmo en Nápoles, para la que se trajo un arquitecto aragonés, por cierto; en tanto que el Castillo Nuevo, al lado del puerto, abajo, fue inicialmente, asentamiento aragonés.

Vista de Nápoles desde Sant'Elmo
Todo esto ha de configurar un mapa mucho más claro de lo que fue el virreinato y la actuación del duque de Osuna y, a su lado, la tarea de Quevedo.


Vista de la Cartuja y del Vesubio, desde Sant'Elmo
Del escritor lo que más me ha terminado por llamar la atención es su absoluta ceguera para lo que no haya sido su labor diplomática. Vivió en el Palacio Real en Nápoles, vivió en San Telmo –donde acababa de estar preso Campanella, a quien sin ninguna duda conoció–, vería desde aquella altura las bahías costeras de Nápoles, con el Vesubio a la izquierda y Capri enfrente, paisaje, en lo que se me alcanza, que habría de resultarle alejado de cualquier otra experiencia anterior; tampoco creo que le fuera familiar el estallido de la naturaleza mediterránea en este mar menor que es el Tirreno.... Nada de eso hay en sus cartas, en sus escritos, en sus exposiciones históricas. Es como si el escritor hubiera suprimido –o no lo hubiera visto– todo aquello que no repercutiera en sus quehacer político al lado del duque. Y de algunas cosas sí que tenemos constancia que hubo de conocerlas, por ejemplo de la actividad pictórica de Ribera o de su amigo Guido Reni; al primero le encargó muchos cuadros el Duque, y luego se los llevó  a la colegiata de Osuna, y estos días se exponen algunos en El Prado. Ambos luego iban a trabajar juntos en La Cartuja, por cierto.

Patio de armas, rincón, del castillo de Santelmo (El Vesubio, al fondo)
Por otro lado, yo creo que sólo escribió poesía durante estos años; y desde su poesía se puede indagar lo que iba leyendo –lo ha hecho Rodrigo Cacho–, pues lo que sí aparece es un juego de tópicos (Roma, el Etna, el Vesubio....). Todo literalizado.
Es algo que hay que integrar en su biografía o, quizá mejor, en los modos ideológicos de la época.

Guido Reni, en la Cartuja

No hay comentarios:

Publicar un comentario