Escena de capuchino y mar
Esperando que el sol se ponga estoy
Esperando que el sol se ponga estoy
dudando entre admirar el desconcierto
del horizonte o la rotundidad
sin concesiones de quien me ha servido
el capuchino que, cuando anda, duda
hacia qué lado dejará que el cuerpo
ultraje los espacios donde flota;
a mí me hiere, coronada de oro
lento süave dulce relajado,
me sobrecoje su silueta exacta,
cuando deja las sombras perfiladas
e invade y prende de una vez por todas
el mágico lugar donde esta tarde
se han ido a retozar mis viejos sueños.
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