juegan los niños, se pasea al perro,
se organizan conciertos populares
y toman fotos los turistas, mientras
se comen una piza margarita
de cuatro euros, con una coca-cola;
sin embargo me llega todavía
olor a mar y llega perfumado
por jazmines, retamas y magnolias.
La naturaleza late, pervive,
no dejará que todo se estropee.
A ver si recuperan en japón
la ternura hacia la hoja solitaria
que el viento mueve imperceptiblemente.
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