Son ya casi una quincena las entradillas sobre métrica de este "blog"; creo que merece la pena que hagamos ahora el ejercicio contrario, el que va desde el poema a la teoría, y que lo hagamos desde la poesía actual, sobre todo cuando no se acomoda a las pautas habidas como tradicionales.
He elegido el primer poema del último libro de Juan Gelman El emperrado corazón amora (2011), que copio con las mínimas indicaciones del silabeo y el ritmo, como usualmente:
La SITUACIÓN
9 En la intemperie de dos cuerpos 4.8
8 se sabe haber lo que no 2.4.7
11 se puede haber y el tiempo y la memoria 2.4.6.10
13 tejen una belleza diferente. Lento (7+6)
9 es el abismo donde se hunden 1.4.8
10 las asambleas del odio y todo 4.7.9
7 es un pedazo, menos 1.4.6
8 el aire absuelto por vos 2.4.7
14 La cosa obrada es imperfecta y el vacío (6+8)
10 entre las dos verdades parece 4.6.9
9 un manantial de aguas henchidas 4.(5).8
11 que produce todas las cosas menos 3.5.8
10 un ojo más perfecto que el sol 2.6.9
6 cuando te dora. Es 4.5
10 la libertad que hacés y no cesa 4.6.9
9 la palabra que no se esconde en 3.5.8
10 el banquete de la razón donde 3.(7).8
10 alimañas, sierpes, otras bestias 3.5.7.9
10 alimañas, sierpes, otras bestias 3.5.7.9
9 comen reflejos de las lenguas. 1.4.8
Diecinueve versos que se suceden, en serie, sin ningún tipo de organización aparente –es decir: en disposición libre–en los que no aparece, al mismo tiempo, haber ninguna otra selección en razón de su extensión silábica ni de su ritmo acentual. Es lo que, en rigor, deberíamos llamar "verso libre": los versos sus características y su organización obedecen, probablemente, a otras razones: el creador los ha forjado para que se acomoden a su deseo expresivo –esa razón es válida también para los patrones clásicos–, con independencia de que su forma sea la tradicional o no, el único rasgo formal que ha conservado es precisamente el de "verso", su acabamiento (gráfico o sonoro) como secuencia en un momento que puede no coincidir con el final de oración o una de sus partes, o con el final de la línea (cuando escrito).
Los versos de la serie van de los hexasílabos a los alejandrinos, unas medidas que, sin embargo, sí que se encuentran entre las más usuales de la poesía moderna; aunque aquí predominen los eneasílabos (cinco) y los decasílabos (6), más artísticos, frente a los heptasílabos (uno), los octosílabos (dos) y los endecasílabos (dos). Lo más parecido entre las formas métricas consagradas sería un madrigal o una estancia; pero con otros tipos de versos y casi siempre relacionándolos mediante la rima.
La pregunta de si todo esto ha sido cuestión de azar o premeditación del artífice se puede ir contestando del siguiente modo: probablemente el autor no ha ido seleccionando minuciosamente que el verso final sea un eneasílabo o que el poema se abra con un verso de esa medida seguido de un octosílabo, etc.; pero sí que ha seleccionado no preocuparse de la naturaleza, forma y sucesión de los versos, para ocuparse reflexivamente de otros aspectos –tema, lengua, voz...– que son los que han conducido al "verso libre", ya que eso, insisto, es lo que significa esa definición.
Tal situación se corrobora cuando se acude al otro lugar normal en los análisis métricos: el del ritmo de los versos. Todos los versos podrían servirnos para el análisis, pero el más adecuado –por su complejidad y extensión– es el endecasílabo. Y en los dos que aparecen se ejemplifica lo que hemos dicho antes:
El tercer verso
11 se puede haber y el tiempo y la memoria 2.4.6.10
es un prototipo de endecasílabo heroico pleno, con su ritmo bien señalado, lo mismo nos lo hubiéramos podido encontrar en Garcilaso que en Machado. En tanto que el otro:
11 que produce todas las cosas menos 3.5.8.10
no lo encontraríamos nunca en los lugares de la poesía clásica, ni tampoco lo emplearía un artifice que no escribiera verso libre; de hecho, ese acento en quinta sonaría mejor en una serie de dodecasílabos, como en algún momento vio Rubén Daró; pero eso nos llevaría lejos ahora. Lo importante es que a Gelman no le ha importado engastar entre sus versos formas rítmicas no tradicionales. Lo mismo ocurre con los restantes versos.
La pregunta es: si el artífice ha desdeñado los rasgos métricos tradicionales, hasta el punto de incurrir en tipos y mezclas desconocidos, y además ha desechado la rima, ¿qué valor tiene el escribir en verso?, ¿qué ha conservado en su poesía que diferencie su lenguaje del de la prosa? Y la respuesta vuelve a ser, al tiempo que sencilla, la misma que ya hemos adelantado: solo le interesa conservar la esencia o base misma del lenguaje artístico de este tipo: el verso y las calidades que pudiera mantener el verso se encomiendan a su correcta lectura y comprensión.
Curiosamente quienes frecuentan el verso libre suelen solicitar una atenta lectura –incluyendo la lectura en voz alta– de sus versos, que deben realzar su figura en ese acto, sabedores como son, desde luego, que ese es el único rasgo (y el del lenguaje artístico y las figuras, ya lo veremos) que distingue verso de prosa.
[La ilustración que cierra la entrada reproduce un cuadro de Javier Tacón, y me sirve para celebrar el verano que llega y sus primeros calores]
Javier Tacón |
Sería más coherente escribir en prosa poética, que es lo verdaderamente moderno.
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