Hace semanas terminaba una página prologal a un libro tan inocente como es el volumen II de la Biblioteca de Autógrafos Españoles con la palabra "Revolución", que tanta gente teme, al fin y al cabo anclados como estamos en una pétrea sociedad burguesa. Pero "revolución" empieza por querer decir: 'cambio de todo' con un cierto grado de presión y fuerza que, al menos en mi caso, no debe llegar a la violencia, a no ser que con la violencia se conteste.
He tenido que venir a Italia un par de semanas, en pleno apogeo indignado, sin haber pasado más que una noche a la serena en la Puerta del Sol; pero desde aquí he ido siguiendo como podía lo que se suele denominar "la sucesión de los acontecimientos", que, por cierto, tienen eco constante fuera de España, casi tanto como la copa del "Barchilona". Y allí seguiré, al menos desde este blog, y en cuanto empiece las clases, con mis alumnos, a vocear "Revolución".
Pero ayer se me volvieron a abrir las heridas, quizá por la proximidad de la vuelta a Madrid –hoy– o quizá por el discurso del jefe del estado italiano –Giorgio Napolitano–, avanzado en las noticias y publicado por Il Messaggero, que refiere otro de los casos inauditamente soportados por todos nosotros: el más de centenar de muertos inocentes que cada día se entierran en el Mediterráneo; personas hambrientas, de vida ciega, normalmente muy jóvenes, con niños pequeños de ojos asustados que miran sin entender nada de nada, y que las más de las veces se ahogan cuando quieren escapar del poderosísimo barco europeo que se aproxima a toda velocidad para controlar su ilegalidad. Porque hay que frenarlos, es evidente que los ochocientos millones de europeos en crisis no podrían asumir la llegada incontrolada de esos centenares, o miles, me da igual, de personas condenadas a la miseria, probablemente para que se pueda mantener el llamado estado de bienestar. Pero sí que podemos asumir que intenten cruzar el mar en barcas podridas y sin alimentos, que cada vez sea mayor el número de niños, que cada vez sean más los "desaparecidos".... y podemos asumir que la noticia se vaya arrinconando en los periódicos y los medios de comunicación. Y padecer día tras día la sensación de impotencia porque eso ocurra y se nos cuente en voz baja, mientras comemos, paseamos, trabajamos.... hasta el punto que nuestra sencilla actividad diaria parece envenenada por la asepsia.
¿Cómo se puede llegar a esta situación? ¿Qué nivel ideológico hemos asumido y hemos encriptado para que no nos afecte? ¿Quién nos ha enseñado qué mierda de educación? ¿Quién está dando por supuesto un sistema de valores que barre totalmente lo más elemental de la condición humana, el respeto por la vida ajena, por la dignidad? ¿Qué clase política, directora, económica, religiosa, social.... arguye directa u oblicuamente para que así se siga haciendo? Hace tiempo que puse el ejemplo sencillo: un "mirage" maravilloso de la fuerza militar europea vale tanto como la vida, la vivienda, el trabajo, etc. de más de mil emigrantes.
Esa misma sociedad se asusta de los modos de expresión que encauzan este tipo de reflexiones, que son protestas y son gritos: querrían que hiciéramos una instancia en papel impreso dirigida a algún gerifalte, expresando en cuatro líneas y no más "el objeto de nuestra petición". Controlar el grito. Y no.
Mierda, mierda, mierda.
Comparto. Es buena que esta indignación también se publicite.
ResponderEliminar